De los Barrabravas o de los legítimos representantes de la pasión futbolística
A días de volver a elegir representantes políticos, no es necesario ser filósofo o filosofar para dar cuenta que el mundo es una representación, la esencia misma de la humanidad, entendida desde nuestra razón, conciencia, yo, perspectiva (y todos los conceptos que de allí alumbran escuelas del pensamiento) es otra cosa y, en otro momento, de lo que somos en el aquí y ahora; eso o esto, es representación. Entonces el estado somos todos y nadie a la vez, de allí que esa abstracción requiera también de seres o de tipos, semi-abstractos, es decir los políticos, que dicen representarnos (nominal, legal, electoral o a veces legítimamente) por más que no lo hagan y por más que el modo que imponen para que los elijamos no sea (abierto, plural, libre, etc) lo que dice ser. La pasión futbolística, tiene sus representantes de hecho, que son ni más ni menos que los tipos que le ponen “calor y color” a la tribuna, que le ponen música y olores, por más que esta deba nutrirse, cada tanto, de actos violentos y sanguinarios e irracionales. Acaso un estado ausente que deja morir de inanición (desnutrición) en el desamparo de la inseguridad o en la desolación de su opulencia e hiperpresencia en sus administradores, al costo de su retiro en la prestación de sus obligaciones, ¿no es tan o más criminal que las barras bravas?. Se debería crear un padrón de hinchas y elegir a nuestros representantes de la pasión, es lo único en que difieren de los políticos.
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