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ACTUALIDAD

10 de mayo de 2018

La Venta de humo en la política.

La mano del hombre, entre tantas cosas, ha obtenido en la técnica, un brazo imprescindible, que le permite recrear o regenerar lo natural, por intermedio de artificios o simulaciones. Jean Baudrillard, un ensayista Francés, describe en sus diferentes textos, de que manera lo artificial, la reproducción de lo natural, se transformó en nuestra actualidad, en lo real, en lo auténtico, en lo valedero. La foto, la toma, la imagen, el postureo por sobre lo que debería ser inobjetable o cierto (es decir lo que le venden a la ciudadanía en vez de bajarles lo puntual de que todo es conjetural)

En la guerra del Golfo, el primer ataque a Irak, Baudrillard, despertó del ensueño a los cronistas y al público, señalando que tal conflicto bélico no se había producido, lo que en realidad hubo de ocurrir, fue un teatro de operaciones de simulacro, meramente virtual.

 

Claro que al lector común, esta apreciación le sonó como música para sus oídos. Existía un culpable, el águila imperial, que pérfidamente engañaba al mundo. Lamentablemente para esos lectores de billiken, para el ensayista Francés, para los conceptos que vertía, él análisis era más amplio, contemplaba las conductas del hombre contemporáneo, del ciudadano común de hoy en día.               

 

Los que prenderán los fuegos artificiales, para festejar la natividad de Jesucristo o el año nuevo, en realidad lo harán por el mero hecho de hacerlo. Porque es una tradición, porque al otro día no se trabaja, porque se come y se toma mucho. Porque se ven esas caras que sólo en ese tipo de cenas se observan.

 

Entonces, ¿qué derecho tenemos a criticar cuando vemos a un político en televisión, lo escuchamos por radio, o su cara cubre las calles, diciendo que será el próximo gobernador de la provincia, por el simple hecho de serlo?. En realidad ninguno, es consecuente con lo que somos, hasta habría que felicitarlo, es sincero y nos representa.

¿De qué se asustan los católicos practicantes, ante la exposición de un octogenario artista busca-fama, que pone a los santos en una licuadora, sí también pone un cartel en la entrada que alerta de la posibilidad de herir susceptibilidades?. La verdad es que se dan prensa mutuamente, a costillas del crucificado que unos dicen amar y respetar y otros odiar y desconsiderar.

 

¿Cuál es el estupor despertado por las cámaras ocultas de programas de Buenos Aires, que desnudan los supuestos abusos deshonestos por parte de algún emérito profesional del interior?. La misma sorpresa, que en su momento ocasionó, denuncias parecidas contra un cura de prosapia o contra un poeta de porte lascivo, que se pierden en tribunales y se fortalecen en los pasillos.

 

La realidad se oculta detrás de estas máscaras, que nosotros mismos ayudamos a consolidar. Nuestra actitud cómplice, fomentada y difundida por mercenarios de la comunicación, nos sentencian a eternizarnos en este mundo de fábula y mentiras.  

 

Baudrillard, narra que el sida es una enfermedad paradigmática, dado que en el acto íntimo de una relación sexual, uno debe intermediar con un preservativo, al hacer el amor sin protección, podemos contraer una enfermedad terminal cómo traer un hijo al mundo. La técnica siempre es determinante en estos tiempos que corren. No deseo ir muy lejos, pero sin los recursos tecnológicos, quizá no escribiría esto.

 

El problema no son los fuegos artificiales, existen y quién se divierte con ellos adelante, lo único que hay que tener en claro es que duran muy poco, y largan mucho humo. Cómo los políticos con alta presencia mediática y sin propuestas, cómo los eméritos doctos que defecan en la ética, cómo los artistas e intelectuales que brillan por la mera provocación o por el roce social, cómo los miles de súbditos que por unas migajas no conocen lo que es la libertad.

Algunos tontos, puede que nos llegue una cierta molestia, por el estado virtual de las cosas, pese a ello, somos rehenes del sistema de salidas temporarias, que nos brinden la certeza que nunca podremos obtener pero que estamos condenados a buscar. Abrazando la tecnología que nos costará el exterminio de nuestros recursos naturales, construimos redes sociales, virtuales, donde, más allá de la comunicación y de la exposición pretendemos imposibles, como tomar cervezas, comer rosquetas, fumar cigarrillos, pertenecer a grupos, militar causas, todo, por intermedio de un click.

Cuando en una determinada mayoría, el amor real, duele tanto, que se prefiere establecer un vínculo cibernético, manteniendo sexo y despertando en los protagonistas sentimientos serios, por más que no existan intercambios de fluidos, esa mayoría genera una realidad, antes inexistente, que debe ser considerada como tal, independientemente de lo que parezca a ojos de quiénes se manifiestan en la vida con otros parámetros.

Los griegos que nos legaron la democracia, consideraban natural no sólo la homosexualidad, sino que se sospecha (al menos etimológicamente) que la pedofilia era socialmente estimulada. Foucault murió de Sida, dejándonos como herencia sus textos.

Quizá nuestros sistemas actuales, que nos movilizan a vivir tras una pantalla, desde la sexualidad, hasta el amor, pasando por la militancia política, sea una manifestación clara, de que en realidad lo que no controlamos, o se ha salido de nuestro control o de nuestras intenciones concientes, es un sistema de político, administradas por meros oportunistas que ni siquiera reconocen que no se pueden controlar ellos mismos y por tanto difícilmente, desde lo conciente, puedan cambiar las cosas para bien en nuestra comunidad.

 

Todo, desde lo real, a la sensación, es en definitiva sensación, así nos sentimos cuando vemos por los programas de televisión, que el éxito no esta asociado al estudio o al trabajo, sino a la exhibición de las partes pudendas de señoritas abotagadas de silicona o la comicidad de conductores televisivos que para darse aires de intelectuales, publican libros a mansalva, a los fines de contribuir con el acervo cultural de nuestro país. 

Así nos sentimos, cuando ya, más que ultrajado el principio de autoridad, las candidaturas políticas, no sólo que siguen en las mismas manos de los de siempre, sino que además, y no conforme con tamaña actitud antidemocrática, ahora avanzan con felpudos que salen de algún muladar que nada tiene que ver con la militancia, la convicción o la lucha política, sino la rosca, el oportunismo y la pose.

Así nos sentimos y actuamos. Sí podemos conseguir un falso parte de enfermo, no dudamos en hacerlo, para disfrutar de la señal de cable, por la cuál no pagamos, ya que estamos colgados. Iremos al supermercado, tratando de pagar en la cola con menos personas, por más que sea la fila para embarazadas y discapacitados y ni estemos ni seamos. Intentaremos, hacer pasar la moneda o el billete falso, que aquella noche oscura nos diera el taxista o remisero. Evitaremos el pago al fondo del incentivo docente, y también el darle la moneda al cuida-coche, total no ha ganado ni una licitación para estar donde esta y nuestro auto no ha sufrido daño. Si expedimos boleta o factura en nuestra actividad preguntamos al cliente si la necesita, y sí vamos como cliente, preguntamos al comerciante, sí nos hace algún descuento si no nos expide el comprobante de pago. Protestamos porque en la escuela de nuestros hijos, hay ratas, humedad y los pupitres están destrozados, pero desaparecemos cuando hay que colaborar con la cooperadora o cuando nos cobran algún impuesto. Formamos parte de uno de los países en donde se lee menos de un libro por año, pero nos agolpamos en la feria del libro, para tomar gratis la clase de reiki brindada por la editorial esotérica. 

La esperanza que no siempre es lo último que se pierde, en este caso, se encuentra en las generaciones más jóvenes, que podrán ejercer el debido y natural proceso de la rebeldía, tratando de trasladar a la inmoralidad y la ilegalidad, al lugar que les corresponde, sacándolas del reinado actual que tienen sobre nuestras normas, usos y costumbres. 

Tal vez tampoco, de hecho muchos jóvenes en distintos gobiernos se calzaron esta piel, este traje, tal vez sea lo cultural, o algo que no esté entre nuestros conceptos y eso ya sería magnífico.

 

 

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