¿Que impulsa, a un correntino de clase alta o en verdad perteneciente a esas esferas dirigenciales o de poder, que habita en la cocina donde se cuece todo lo económico, lo político y lo social, sin siquiera detenerse a mirar por sobre el hombre, o con soberbia, a un comprovinciano suyo que vive en un barrio bajo, o que pretende ser parte de lo que no es, dado que ni siquiera considera un par humano como para sobrarlo?. El otro y el poder en nuestros tiempos actuales, en donde casi todos, somos casi siempre los mismos, dirigentes, candidatos, segundas líneas, terceras, cuartas, comunicadores, sicarios de la comunicación, escribas, escribas con calidad de literatos. Mientras que esa vacuidad de la gente, el electorado, el pueblo, no deja de ser siempre hablado, pensado, deseado por nosotros, los mismos, que no somos no un millón, ni cien mil, ni diez mil, seguramente mil, y sí a usted le llegó esto, es porque es parte de esto.
A días de volver a elegir representantes políticos, no es necesario ser filósofo o filosofar para dar cuenta que el mundo es una representación, la esencia misma de la humanidad, entendida desde nuestra razón, conciencia, yo, perspectiva (y todos los conceptos que de allí alumbran escuelas del pensamiento) es otra cosa y, en otro momento, de lo que somos en el aquí y ahora; eso o esto, es representación. Entonces el estado somos todos y nadie a la vez, de allí que esa abstracción requiera también de seres o de tipos, semi-abstractos, es decir los políticos, que dicen representarnos (nominal, legal, electoral o a veces legítimamente) por más que no lo hagan y por más que el modo que imponen para que los elijamos no sea (abierto, plural, libre, etc) lo que dice ser. La pasión futbolística, tiene sus representantes de hecho, que son ni más ni menos que los tipos que le ponen “calor y color” a la tribuna, que le ponen música y olores, por más que esta deba nutrirse, cada tanto, de actos violentos y sanguinarios e irracionales. Acaso un estado ausente que deja morir de inanición (desnutrición) en el desamparo de la inseguridad o en la desolación de su opulencia e hiperpresencia en sus administradores, al costo de su retiro en la prestación de sus obligaciones, ¿no es tan o más criminal que las barras bravas?. Se debería crear un padrón de hinchas y elegir a nuestros representantes de la pasión, es lo único en que difieren de los políticos.
Hace veinte años, era aceptable que nos dijeran que antes que la dictadura, esta democracia era más que una fiesta cívica, o el paso previo a lo perfecto. Sin embargo, se acumulan décadas, en donde esta incertidumbre democrática, se pretende sostener bajo pretensiones académicas como “democracia inacaba” u otros eufemismos que intentan que las próximas generaciones, es decir dentro de algunos lustros y sin que ya le podamos decir a ellos que lo democrático es lo mejor, ante la dictadura (que será una cuestión historicista en tal momento) puedan llevarse puesta, esta simulación de elegir, cuando en verdad, es un pérfido sistema enquistado por los intereses de una minoría que nos impele a optar entre los que ellos deciden que tenemos que, y aquí cambian el concepto, “elegir”, de acuerdo a lo que establece lo que entiende como “la democracia”.
Y te querés matar. Hasta hubieses preferido que aquellos estudios, que te hicieron, también, temblar la pera, te dieran mal. Porque no renovar la banca, es la muerte civil, la muerte económica, la muerte de las prerrogativas de ese estado al que te acostumbraste a enajenarlo, a vejarlo, tanto silenciosa como inercialmente. Ya nadie te llamara ni estará pendiente de tu humor, por eso esta misiva es para vos, que ya, hasta dejaste de tener nombre propio (quizá nunca lo tuviste, pero recién te estás dando cuenta). Ni siquiera el tiempo te pertenece; porque le podes ganar otra batalla circunstancial a la adicción que te perpetra en el poder, corrompiendo la esencia de lo democrático y de la institucionalidad, por más que tengas a la norma electoral, amparándote, cobijándote, escondiéndote, como el pantalón de tu patrón, ese que te puso y te dio entidad política, social y económica; como te decía, puede que le arrebates a la ciudadanía unos buenos sueldos más, de los jugosos, estrafalarios y suculentos honorarios que te pertenecen por representarlo, pero vos, cada cierre de lista, tenes el Jesús en la boca, la respiración entrecortada, tu vida y por ende tu muerte, pende de esa lapicera, al que le imploras hasta la indignidad que te vuelva a signar, que te brinde la felicidad, ficticia y fugaz de seguir siendo alguien por un puñado de años más.
Sin internarnos en los alambicados y sinuosos caminos de nuestra cultura caudillesca y patriarcal, nos debemos, al menos exclamar en líneas fugaces, un grito de libertad (que podría ser callado por un billetazo de esos que abundan en los tiempos electorales), ante el dominio político que representa, el hombre providencial, el sucesor de la deidad, o califa, en la provincia y tal dominio, no está en cómo se llame o en lo que haya hecho o dejado de hacer, simplemente asombra que toda la clase política, incluso los que no juegan o jugarán con él, bailan al compás del susodicho y no hacen otra cosa, que pretender agradarle por más que ello significa caer en indignidades personales.
En tiempos electorales, en este tránsito que nos ha tocado, por estas tierras latinas que nos han visto nacer, desde hace más de 50 años que se combate, entre heroica y románticamente, contra un imperialismo económico y político, con base geográfica en el norte de nuestra américa, y que ha dividido al mundo, taxativa, semántica y concretamente por algunas décadas, división que sin embargo y tras el frío de esa guerra, aún se mantiene en nuestros discursos, en nuestro hablar y en nuestro ser. Ninguno de nuestros políticos, latinoamericanistas, progresistas, populares o como los quieran llamar, alimentados por sus respectivos grupúsculos de intelectuales, más preocupados por lucir cucardas académicas otorgadas por casas de altos estudios europeas, piensa política y menos filosóficamente, desde nuestra autenticidad, de cómo podríamos organizarnos más ecuánimemente como sociedad, sin tener que pedir permiso o soslayar a la Europa atávica, que pese a su crisis, nos mira por sobre el hombro ante nuestra dependencia instalada en lo arquetípico de nuestra dirigencia.
No existe una razón científica del porque los domingos es el día en que mayor gente se suicida, tampoco del cambio abrupto de humor que podemos tener si una persona vestida con una camiseta patea una pelota dentro de una red, en ocasiones, las elecciones de una porción de ciudadanos correntinos se ven atribulados de aspectos místicos, esotéricos, quiméricos, fantasiosos o alejados del positivismo pero que apuntan a un aspecto central de la humanidad; la emotividad. Que actúa como eje rector en el epicentro democrático actual que es ni mas ni menos la elección de los candidatos en las listas regadas de recursos del estado, entre los que tendremos que optar (que no es lo mismo que elegir) en el cuarto oscuro. Ni el mérito, menos la idoneidad, sí no la emotividad, de que los elegidos le caen bien, son amigos, le garantizan el sí fácil al dueño de la lapicera, al leviatán hecho carne, es la piedra basal, el requisito básico e indispensable que tendrán los ungidos que serán nominados el próximo sábado.
Massa a cancha llena, dicen. El crematorio ad hoc macrista. China soltó sus dragones milenarios y Axel soltó una medida acorde al año. Telecom gana, los clientes incomunicados. Nisman pierde 2 a1. La comarca invadida de pájaros carroñeros migrando. Por Carlos A. Coria García.
El autor Correntino, editado por una editorial Europea, recibió diversas manifestaciones de congratulación y comentarios por parte de entidades del pensar de distintas partes del globo. “El voto compensatorio, redefinición del contrato social” amenaza a transformarse en algo más que en un buen e interesante texto de filosofía, apunta a sentar bases de un pensar la política desde un lugar más propio y auténtico, sin tutelas imperialistas (ni las económicas ni las culturales provenientes de lo eurocéntrico) pero sin salirse del concierto occidental. Se finiquitan los detalles para la presentación del libro, tanto en la Ciudad de Corrientes (con hombres de la política local) como en Buenos Aires.
“Los hombres vanidosos que se consideran capaces como resultado de la adulación que han recibido de otros, o por la fortuna que han tenido en alguna acción precedente, sin fundar su confianza en un auténtico conocimiento de sí mismos, son proclives a tomar decisiones precipitadas; y cuando se encuentran cerca del peligro o de la dificultad, huyen si pueden. Pues como no ven el modo de ponerse a salvo, prefieren arriesgar su propio honor y tratar de restaurarlo después con alguna excusa, antes que arriesgar sus vidas, las cuales, una vez que se pierden, nada es bastante para recuperarlas”. (Thomas Hobbes, Leviatán).
Seguinos
3794399959