POLíTICA
13 de junio de 2018
Arrecian las versiones de intervención al PJ Correntino.
Tal como oleadas, desde el institucional fallo de la jueza Servini, que intervino al justicialismo en el orden federal, al ser uno de los tantos partidos políticos, que como pilares de la democracia no deberían haber violado tan sistemática como descaradamente la norma, la resolución por parte de los interventores, que cae de maduro (no podría entenderse, a nivel político, que no tomaran la decisión) tomarán en todos o casi todos los distritos, de intervenirlos, sobrevuelan los pasillos, dando vueltas, versiones a contrarreloj que no sólo le ponen fecha (pleno desarrollo mundialista) sino también nombres que en Corrientes, podría significar una conducción colegiada, que recaería en dirigentes reconocidos y variados del quehacer de la política local. La prueba de que podría tener asidero la versión, es que desde la parte afectada (es decir los que se vienen sirviendo del pejotismo correntino, habiendo accedido desde el mismo a posiciones de poder) ya planean lo que se considera “la huida política” propiciando la apertura del partido político “unidad ciudadana” para los próximos días en la provincia que pariría en tiempos de aborto, una nueva composición política.
El grado de confusión reinante en el pejotismo correntino, nunca dejó de ser, desde la pérdida del poder (salvo la vez, en 1992 que se ganó legal como legítimamente, pero no se combatió ni se reclamó tal triunfo) en los setenta, una acumulación, sideral y astronómica, de proporciones insospechadas.
Hace horas la bancada que se dice opositora al gobierno radical, que ya lleva dos décadas (la mitad de las cuales, tuvo la virtud de usar, a muchos de los que se dicen opositores o familiares de estos, como vicegobernadores, ministros o legisladores) en el poder (pasando la complexión radical, casi en forma desapercibida como descarada, es decir abiertamente no lo dicen ni lo reconocerán, pero en los últimos veinte años, los únicos que pudieron progresar en Corrientes son los que tienen carnet de correligionarios)dio una nueva muestra de la contradicción flagrante que entumece las posibilidades ciertas de que se geste una mayoría de correntinos que voten a quiénes, declaradamente no quieren gobernar.
Escudados, en la ética de la responsabilidad de Weber (recordemos que entre sus concepciones más furibundas se encuentra la que se sintetiza en “Repito que quien hace política se entrega a las fuerzas diabólicas que rondan en torno a toda violencia”) la bancada pejotista, próxima a cambiar de rótulo semántico (otrora frente para la victoria), pretendió alardear discursivamente una oposición, a un proyecto de adhesión a la responsabilidad fiscal, aduciendo que lo hacían, solo discursivamente, es decir que votarían afirmativamente, apoyando el proyecto, pero con tal reserva moral, con objeción de conciencia. La ridiculez política, a contrario sensu de lo que plantea incluso el propio Weber por ellos citado (en sostener posiciones conceptuales o caminos dados), sobregiró el hemiciclo de la legislatura, dado que, tímidamente, acusaron que tomaban tal decisión (que más que decisión era una indecisión, es decir apoyar con el voto, pero denostar y objetar con el uso de la palabra) a los efectos de que no se diga que interponían aspectos secundarios, mediante obstáculos como palos en la rueda de lo institucional, no dejando lugar a prácticas discrecionales que temieran que tomara el gobernador con los intendentes de cuño justicialista. Sí tal como lo dijimos en un artículo, lo seguimos sosteniendo, el pejotismo correntino necesita un psicólogo lacaniano.
Por lo pronto, y de acuerdo a las versiones que arrecian y que conforman una suerte de conducción interventora colegiada, con varios nombres en danza que bailarían juntos la música de la intervención, tendrán el tan mentado remedio que brinda la institucionalidad democrática, a los fines de poner a derecho, a uno de los principales partidos políticos del país, que en este distrito, desde hace décadas, el doble de las que gobiernan los radicales, no supo ni pretendió, ser verdadera opción de poder.
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