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  • 20º

POLITICA

2 de agosto de 2015

El pérfido engaño de afirmar que la política debe resolver los problemas de la gente

De un tiempo a esta parte, desde el quehacer político, tanto el fáctico, como el intelectual, se consolidó una idea, principio o apotegma, que establece que la finalidad política por antonomasia, y por ende de todos y cada uno de los políticos que la ejerzan, o pretenden ejercer el poder (es decir la administración del mismo o la política) consiste en otorgarle respuestas al soberano, individualizado este, o escindido de su parte de lo colectivo, o lo que en la práctica se conoce como “resolverle el problema a la gente”. De premisas falsas a conclusiones falsas.

 

¿Cuánto descreimiento hacia la política, lo político, lo democrático, usted considera que le genera a cualquier persona que haya vivido, como víctima un episodio de inseguridad, y que desde esos sectores en donde se administra el poder, o donde se ejerce la política, se le diga, repetitiva y mentirosamente que le van a resolver el problema, que le van a poner policías o cámaras de seguridad  allí donde cada ciudadano lo plantee(como sí estas fuesen las soluciones además) y que en definitiva están pensando individualmente en este tipo de acciones para mantenerse o arribar al poder?. Hemos utilizado el ejemplo de la inseguridad como bien pudo, haber sido usado el eje de lo laboral (aquellas personas que se acercan a los políticos o la política, para que le den trabajo, a ellos o sus familiares cercanos) o la problemática de las adicciones o de las cuestiones económicas. Lo que queremos subrayar, es que uno de las aspectos más perjudiciales del bajo nivel dirigencial, conlleva  a este tipo de situaciones que finalmente se pueden llevar puesta a la institucionalidad toda.

Es decir desde hace décadas no tenemos políticos, tampoco politólogos (aunque este campo es más difícil de aprehenderlo como variante de análisis pues difícilmente puedan hacerse ver fuera de sus reductos académicos) que le digan al electorado, al público, a la gente, a la masa informe que pactan tácitamente para hacer posible o sostenible el contrato social, cuál es la única, y, a su vez, válida finalidad de la política.

Podemos entender, que en el concierto actual, de nuestra tardomodernidad, o modernidad líquida, depende el autor de moda que leamos o que tengamos más a mano, se ha difuminado lo colectivo, y la categoría de lo individual o la individuación del individuo, valga la supuesta, redundancia, ejerce una tutela opresora que es muy poco lo que permite, de que podamos hablar por fuera de su ejercicio imperial, pero de todas maneras, en esta columna lo vamos a intentar.

“…Podríamos decir que el poder ha huido de aquellas instituciones-desarrolladas a lo largo de la historia- que ejercían un control democrático sobre los usos y los abusos del poder en los Estados-Nación modernos. La globalización, en su forma actual, implica una progresiva pérdida de poder de los Estados Nacionales, sin que (hasta el momento) haya surgido un sustituto efectivo de ellos.” (Z, Bauman, “Mundo Consumo”, 2011)

En este reinado de lo individual (que tiene sus explicaciones enraizadas en aspectos de toda índole, como podemos observar como aproximación en la cita up supra) que los políticos o la política no ha terminado de asumir, en vez de ponerlo en blanco sobre negro, se lo enturbia, o se lo disfraza, flagrantemente, porque no tienen ni idea de lo que está sucediendo, y esto es lo peor de todo.

En los actos, en las manifestaciones públicas, ninguno de los presentes está en las mismas por una cuestión ideológica o de índole colectiva, quiénes hacen número para el acto de determinado candidato o partido, lo hacen por un contrato realizado con algún referente de turno que les dará al terminar el mismo, sea un dinero en efectivo o la sofisticación de una promesa  (es decir anotarlo en una lista para que le den algo) y quiénes no están en esos actos, es porque no pudieron conseguir nada para ellos o no están dispuestos a hacer lo que se les pide para ello.

Como esta crudeza de la política, por sentido común se la siente como impostada, como falsa (aquello de la lógica de las premisas falsas a conclusiones falsas) desde el pupitre de la política, se insiste con esto, es decir con el error, con la mentira o con lo no cierto o lo incierto. Se le dice, se le promete, a un electorado, que se le dará el policía o la cámara de seguridad en su cuadra, el trabajo para el hijo del matrimonio, el tratamiento de adicción para la hija, el operativo de castración para la mascota y la financiación para que cambien el vehículo al año y medio. Cuando algo de esto falla, es decir siempre fallará todo si se quiere, planteado desde este sentido, este grupo de ciudadanos se siente estafado, mentido y defraudada por la política y por sus políticos.

La política, y por ende quiénes se dedican a ella, persiguen la finalidad principal (o deberían), por naturaleza y definición, de establecer un conjunto de reglas, medianamente justas, o consensuadas, para que la mayoría de los que formamos parte de una comunidad determinada, nos llevemos medianamente bien.  

El resto, es mentira y a días de una nueva elección, es importante que usted lo sepa, y en caso de seamos muchos los que nos evidenciamos ante mentirosos consuetudinarios que alguna vez podamos hacer algo con ello.

 

 

 

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