Cuál “Pombero” que no dejaba divertirse a los jóvenes, hoy es el Covid que no los deja “estudiar presencialmente”.
Deconstruyendo el mito ancestral de los dueños de estas tierras, aún funcionaba para la niñez de quien suscribe, de que había que dormir la siesta (continuar en el espacio de la casa de los padres, y en el no control del sueño de estos, estar a sus lados)de lo contrario, el salir (de ese control, a la incertidumbre) al afuera, generaría la dañina aparición del pombero, que como un santo vindicativo, sancionaría el desapego de la norma prohibitiva del menor, llevándolo a otro lugar en donde no cometiera travesuras. En nuestra “adultez” el mito sigue funcionando a la perfección, la casa paterna es el estado, la provincia, o el municipio, el ámbito de la comunidad rectora, que se cobra bajo penalidad, a los que no cumplen con aceptar los mandatos emanados de la misma, el determinante de prohibirles pensar, que razonen bajos otros parámetros que no sean los establecidos por los pomberos, gordos y empoderados, con los falos o más largo o ancho del condado, que es lo simbólico del poder, del que impone condiciones, que bien podrían ser nuestros gobernantes. Cómo si fuese poco, irrumpió la pandemia que llevó a cabo lo imposible, el pasaje al acto, el imperativo categórico de quedarnos en casa, a cómo de lugar y pese a que a cada paso parecen irse levantando las restricciones, las únicas en estos lares, que no levantan tienen que ver con el derecho de estudiar presencialmente de niños, jóvenes y adolescentes.
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