“Dígnense nuestros políticos interrumpir sus cálculos para reflexionar y aprendan de una vez que con dinero se tiene de todo, sí, excepto costumbres y ciudadanos”. (Rousseau, J. “Discurso sobra las ciencias y las artes”. Pág. 25)
Con la cuarentena ya no sabemos qué día es hoy. Un relato para recordártelo. Con gustito a domingo.
Más allá de la dramática y a la vez trágica situación que vive la comunidad mundial toda, ante el avance de este virus corona, del cual a la fecha existen muy poco conocimiento, al punto tal de no contar con una vacuna específica para tratar la complejidad por la que atraviesan cientos de miles de seres humanos; es una necesidad ineludible entender que rol juega la tecnología y el aporte que brinda en estos tiempos de peste, como hace tiempo no se veía en el mundo.
Paulatinamente las miserias se dejan ver en el pináculo de la clase dirigente, al ritmo de aumento casos y de la imposibilidad de respuestas inmediatas ante el falso (catalogado como tal) enemigo invisible, que en realidad es la capacidad de mostrar desnudo a los gobernantes, que dejan al descubierto la desinversión en salud y la falta de reacción y dinámica política, que plantea el aislamiento y el cierre de fronteras, a riesgo de inmovilizarnos en guetos, en archipiélagos de excepción en donde transformamos los puentes en muros, al prójimo en enemigo, al otro en el rival a desplazar en busca de atesorar, por las dudas, el respirador que nunca tendremos a disposición.
Así como el físico y filósofo E. Schrödinger, afamado por la paradoja de su gato, en donde demuestra, para explicar el mundo cuántico, que otro ser puede estar vivo o muerto al mismo tiempo, de acuerdo o merced, al que lo mira y lo ve, y desde allí se determina su condición existencial y existenciaria (es decir sí continúa o no viviendo) y no antes (cuando de acuerdo al austríaco, las dos formas podrían convivir en multiversos paralelos, vía superposiciones) el despliegue sin parangón de la pandemia que se empeña en atacar a los privilegios del sistema, precisa de atemorizar al vulgo o la plebe, mantenerla encerrada en sus propios hogares, para que no se contagien, pero en verdad, para que tal contagio no complique la mayor posibilidad de sobrevida de los primeros.
No existe quién no se repite, y nos repita, que vamos inexorablemente al despegue de la curva y que los próximos meses, o semanas, serán de elevado número de casos (pico) y que por tanto, el porcentual de pacientes con necesidad vital de respiradores, aumentará al punto de hacer colapsar la cantidad existentes o a ingresar de los mismos (sea por compra, donación, fabricación o préstamo). Podríamos aprovechar el recurso humano de la previsión, la inteligencia y las palabras, para que además de producir, sobre todo en los medios audiovisuales, tanta historicidad de pánico y de alarma, podamos solicitar a las autoridades políticas, que además del envío de fuerzas de seguridad, de cierre de fronteras y de recomendaciones de que nos quedemos en casa, conformen, consensualmente un protocolo único para el uso de los respiradores que serán la diferencia entre la vida y la muerte, para cientos o miles, y que por tanto se transformarán en el bien escaso e irremplazable que combata con certeza a la pandemia que nos tiene en vilo.
Me lo envió como mensaje de voz. Un 24 de marzo, en el contexto de encierro forzado por la cuarentena preventiva y obligatoria, controlada las calles por un estado policial, del que no teníamos memoria. Minutos atrás, uno de los uniformados me paró en plena circulación, tal como lo requería el estado de excepción. Segundos después se abuso. Creyéndose con poder, al tener un arma, el control y la autoridad momentánea, disparó: “es obligatorio llevar barbijo, por orden del presidente”. De tanto obedecer, se le detonó la cabeza, pensé. No le dije nada, lo peor vendría después, no con el mensaje de voz, de otro con poder, mero, huero y circunstancial, sino la reacción de los otros, a quiénes les compartí el audio para que me dieran su opinión.
Violando el principio jurídico de “nemo auditur propriam turpitudinem allegans” el Jefe comunal de la Ciudad de Paso de los libres (Corrientes) en manifestaciones públicas a un medio de comunicación capitalino, expresó “los que venían del exterior tenían que cumplir cuarentena si o si pero no teníamos capacidad para contener esta cantidad de gente (radio dos)”. El reconocimiento acabado y expreso de su incapacidad para gobernar la ciudad, no es óbice para no ser responsable del desastre sanitario que esto puede significar para la Argentina toda. Más teniendo en cuenta, que el jefe comunal, desde diciembre a esta parte, no sólo recibió al ministro de Desarrollo Social de la Nación, Arroyo, por motivos de la tarjeta alimentaria, sino que se saca, desde entonces, fotos con funcionarios nacionales de toda índole y función, generando esto mismo, una doble responsabilidad, de no haberse podido comunicar o en el caso de que sí, infructuosamente, con quiénes alega tener aceitados vínculos, para hacer cumplir la ley de registrar (a los efectos de realizar el posterior control de donde harían la cuarentena) a quiénes transitaron por Paso de lo Libres, en los útimos días, de acuerdo a la gravedad de la pandemia y las consecuentes disposiciones del Presidente de la Nación y sus ministros, que debieran tener antes que meros aplaudidores, miembros del poder político que entiendan lo principal del deber institucional (ni que hablar a nivel internacional, en donde por ejemplo la Intendente de Guayaquil, dispuso que camionetas del municipio se apostaran en la pista de aterrizaje para que no decole un avión español).
Mientras se inició la cuenta de los casos positivos de coronavirus, y la curva nacional va en aumento paulatino, los escenarios que se trazan desde el poder, desde el positivo hasta el negativo (de un 0,75% de la población total al 5% de posibles afectados) requieren el aumento significativo de infraestructura del sistema sanitario. Desde la finalización de hospitales en construcción, pasando por hospitales de campaña y la conversión de hoteles en espacios de atención sanitaria, a nivel internacional como nacional, la clave para afrontar la crisis del coronavirus, pasaría por defender y aumentar el sistema sanitario. En Corrientes, contar con el segundo del ejecutivo como un importante empresario hotelero, podría brindarnos la posibilidad que mediante una declaración expresa y contundente de ceder en forma inmediata y hasta superar la crisis del coronavirus las instalaciones de su lucrativa actividad (paralizada, la turística a nivel mundial por otro lado) generaría un efecto contagio, para que lo propio haga también el gran empresario correntino, Goitia, que es casualmente, ante de sus diversificaciones, hotelero.
#YoMeQuedoEnCasa. Vení, pasá y refugiate en la ficción literaria... Te presto mis letras un ratito.
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