Lamentablemente, la irrupción de la pandemia parece poner a los gobernantes de los diversos países, en una disyuntiva, tan execrable como inevitable. La única acción valedera, es la de continuar en un confinamiento o cuarenta, hermética e irrestricta que conllevará proporcionalmente bajo número de infectados (y por ende menos muertos en el gruto etario de riesgo de los adultos mayores) como a grandes niveles o mayores, de pobreza, exclusión y marginalidad (que también termina matando, tal vez en los mismo niveles que los del virus). De lo contrario, el abrir las restricciones o el haberla dictaminado luego de miles de infectados, implica la mayor mortalidad de hombres y mujeres de mayor edad, que en caso de fallecer por estas circunstancias lo hacen en un contexto de soledad y aislamiento que roza lo inhumano. La encrucijada en términos excluyentes (o se opta por los viejos o por los pobres) es la mayor tragedia que nos pudo haber sucedido, a los humanos como especie que en el paroxismo de la borrachera de la soberbia nos pensamos y sentimos con la posibilidad y el derecho de manejarlo y controlarlo todo.
La muerte sigue siendo un tema tabú. Hablemos de ella a través de este relato.
"Este proyecto apunta a defender realmente a la mayoría de la población afectada por suspensiones, rebajas salariales y despidos masivos. Hay 12 (DOCE) millones de personas que pudieron inscribirse para el Ingreso Familiar de Emergencia, sin ingresos o con ingresos de indigencia, de los cuales 8 millones recibirán sólo $10.000 (PESOS DIEZ MIL) como paliativo que abarca los meses de marzo, abril y mayo".
“Nada de lo divino o bienaventurado, pues, les pertenece a los hombres, excepto lo único que es digno de esfuerzo, lo que hay en nosotros de entendimiento y sabiduría; puesto esto es lo único de nosotros que parece ser inmortal y divino…En conclusión, o hay que cultivar la filosofía o hay que partir de aquí diciendo adiós a la vida, ya que todo lo demás parece ser de una gran futilidad e insignificancia”. (Aristóteles. “Protréptico”. 108. Editorial Gredos. Madrid.)
“El positivista es un peligro. Su torpe inteligencia, su falta de altura, lo convierten en un personaje que nos quiere traer siempre a la realidad concreta y de los hechos, como llamándonos la atención sobre nuestra abstracción teórica y nuestro deambular por nociones no tangibles. Es el personaje más dañino de nuestra época. Está, por ejemplo, presente en la crítica política y social. Es el que predomina en ese espacio desde hace un par de décadas. Y normalmente es alguien instruido, salido de los almacenes universitarios. Nos increpa: habláis de cosas que no existen: fuerzas ciegas, acontecimientos invisibles, malestares sin objeto.... estáis en una evasión de los problemas verdaderos, que son estos precisos y limitados, estos que se ven y que se tocan..." (Algunas incongruencias actuales cuando se habla de capitalismo o marxismo. Luis Sáez Rueda).
No son pocas las veces que escuchamos en boca de quiénes no tienen un vínculo directo con la política, que aquellos que hacen, ejercen o semblantean la política, no pueden salir de esa circularidad o de ese círculo vicioso, del estar permanentemente en campaña electoral por más que las mismas disten a largos meses, y medien en ellas excepciones como emergencias económicas o sanitarias y con ello que toda la agenda pública caiga, condicionadamente. en esa ceremonia del voto que quizá esté más sacralizada por lo que ha costado conseguirla que por las ventajas competitivas que le ha brindado a los que menos tienen que siguen siendo la misma cantidad o más que siempre.
Es algo más complejo aún de “el remedio es peor que la enfermedad”. Nos estamos enfrentando a enfermedades múltiples, producto de la irrupción del virus, de la falta de preparación de la clase dirigente, y de la parálisis que genera en la multiplicidad de los seres comunes a los que nos acostumbraron a obedecer, a quiénes hoy, no demuestran ninguna respuesta, seria, concreta y específica. Ya lo sabemos hasta el hartazgo. Se cumple el maleficio socrático. Sólo sabemos que nadie sabe nada acerca de la pandemia.
La política tal como la entendíamos, orilla el borde del colapso desde hace un tiempo. Producto de la cada vez menos sostenible y creíble pantomima de los actos políticos y de campaña, derrapó en el presente, donde las aglomeraciones se hacen añico por las restricciones de la emergencia sanitaria que, distanciamiento social mediante, terminarán de transformar el ya socavado vinculo entre representante y representado, entre votante y votado.
Cuando el amor es unilateral ¿sigue siendo amor? ¿el amor se perfecciona de a dos? Te dejo este relato, después vos dirás.
A diferencia de Nación, Corrientes no conformó un comité de especialistas y de representantes institucionales y de fuerzas vivas, que monitoreen el desarrollo de la pandemia en una de las provincias más pobres de uno de los países más postergados del continente. Al parecer no contamos con epidemiólogos o infectólogos, en el caso de que contemos con ellos, no han sido aún convocados. Sí lo fueron representantes de diversos partidos políticos, pero para realizar una suerte de vídeo motivacional, cómo el que se les pide en países del primer mundo a los futbolistas, actores y personalidades famosas. Sería más que importante, que esta buena idea a nivel general y la excelente respuesta y predisposición de los participantes, no ventee al éter como una suerte de fuga de intencionalidad, como el gas metano expulsado por los vacunos en la lontananza. Las autoridades políticas participantes, son de envergadura (en sus roles) y deben comportarse como tales, no solamente prestarse, por más que sea por una buena causa, a una filmación que transmita buena onda o vibra para ser replicada por redes sociales.
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