Y si la forma del mundo se refleja de la mejor manera, en forma de música, entonces la mayor sensibilidad filosófica será una sensibilidad musical. En la música todos los sentimientos vuelven a su estado puro y el mundo no es sino música hecha realidad. Arthur Schopenhauer.
A un punto, patético y deleznable (para los que aún creen en el significante democracia) ha llegado cierta clase política contemporánea, que nos comunican, como si fuese un gran logro republicano que ya son o tienen candidatos para los principales cargos, sin que se respete si quiera la formalidad de expresar el “tiempo interno” (que todos sabíamos que nunca se cumplía, pero al menos en lo verbal se dejaba constancia de una necesidad de prolijidad), de respeto a las formas y a lo representativo, que es lo nodal de nuestro sistema. Parecen secuestradores, de nuestras libertades políticas, tan omniscientes en su poder y en su ejercicio abusivo del mismo, que ya no tienen ningún prurito ni empacho en declararse (con el sufijo pre, como si esto los eximiera de tamaña criminalidad republicana) posibles receptores de la delegación de soberanía al que se obliga al ciudadano. En una extensión o proyección de esta conducta, dentro de unos años, tal vez, nos muestren una “encuesta” en donde un cantor, deportista o profesional reconocido, mida bien y declaren innecesaria las elecciones (aduciendo gastos y costos) y los (o se unjan, en verdad esto nomás falta, que ellos se pongan de acuerdo) o se declaren nuestros gobernantes sin necesidad de ninguna ratificatoria.
A cualquier rezagado que no se ajustó a esta mentalidad “bee, bee” le fue dada una dosis de miedo del perro ovejero y luego también se apresuró en la línea. En un tiempo ridículamente corto esta combinación del “bee, bee”, y el miedo habían acorralado la inmensa manada entera. Todo lo que hacía falta era un hombre que hacía muy poco y un perro ovejero distribuyendo el miedo.
Sigue siendo tabú, en los ámbitos culturales, políticos y sociales, la cosmovisión de quién decide ejercer con mayor amplitud su sexualidad, y proponer, porque no, un modelo de familia, o de convivencia (a modo de convención) de mayor amplitud y de menor refracción, rechazo o segregacionismo. Desde colegios que impiden a sus egresados el modo que deseen vestir para sus fiestas, pasando por los medios y la sociedad que obliga a sus políticos putos a que sigan dentro del placard, hasta los supuestos ámbitos culturales, mayormente franqueables a la libertad, que tampoco reconocen en la genialidad de sus putos, sus logros y sus condiciones intelectuales, por su condición de tal. La puta razón de uniformidad, tan alejada de un sentir y vivir democrático, que sigue generando exclusión y división por aspectos tan nimios, como con quién cada uno decide acostarse, acompañarse o construir una epocalidad que integre las distintas perspectivas de vida.
Los que antes te vendía indulgencias, ahora te venden democracia, con inclusión social, exclusión de la pobreza y seguridad en todos los sentidos, como si esto se pudiese lograr sin estar verdadera o psíquicamente fuera de realidad. Sin embargo los que trabajan en estructurar formas superadoras en el corpus social, son poco más que estigmatizados por expresar en el pensamiento la diferencia, que es ni más ni menos que la movilidad humana del raciocinio, para que la humanidad sea tal. Quienes habitan en los márgenes de la cordura colectiva (es decir quiénes no viven como el común, sino en la orgía de los excesos y las prerrogativas materiales y de todo tipo) sin embargo, se acusan entre ellos mismos de no tener la suficiente ropa en el bolso, a modo de metáfora como para caracterizarse negativamente como locos o fronterizos, temibles, de la política.
Aún siguen las réplicas de la tropelía, los susurros al oído del violador, gimiendo de placer sometiéndonos en su goce a la peor de las calamidades. No conformes con todo aquello que lograron al despojarnos de nuestro modo de ser en el mundo, siglos después, muy metido adentro de nuestro espíritu, sigue, casi a perpetuidad, ese mensaje, ese concepto, esa forma que nos dice como son las cosas, como es el mundo, como tenemos que obrar en él, que significa ser bueno, exitoso, admirado, reconocido y por tanto todo y cada uno de los contrarios de estas consideraciones colectivas. Acumular, acopiar, para ganar en la diferencia, tener para luego buscar la justificación y que de repente la vida tenga sentido, que el dios justo, al final del día, nos haga sentir, creer, que premia a los más conspicuos de su rebaño.
Te va a llegar nomás el 10 de diciembre, este no, el próximo, cuando adviertas, cuan ruin y destructiva es la enfermedad del poder. Notarás la baja sensible y ostensible de toda la parafernalia del funcionariado, sin embargo, eso será lo más sencillo a lo que te tendrás que acostumbrar. Te va a costar, sangre, sudor y lágrimas, y eso que vos no sos Inglés y vas a tener que acudir al google para fijarte quién fue Churchill, porque tu secretario, como tu gloria, se habrán ido, en un hazmerreír, en el acabose frenético en el que fuiste fecundado.
Nuevamente el arte emergente de la región tendrá lugar, fecha y hora.
No existe alguna otra alternativa, para la gran mayoría de hombres y mujeres que hemos sido lanzados a estos terruños en donde el peor pecado a cometer, es el de tratar de sugerir (ni siquiera imponer) otras reglas de juego. El penitente que ose tal cometido, será odiado, vilipendiado, ninguneado y difamado (al unísono y sin que esto vulnere el principio de no contradicción), declarado no querido por nadie, como síntesis y expresión de la peor de las admoniciones sociales. Ocurre que es más digerible, aceptable y amable, que te quieran, obediente, buenito y rastrero, en todo caso, luchador, pero abnegado, con la cabeza siempre gacha, que es la forma que tienen de no respetarte, de darte una palmada en la espalda, de “muchachearte” de decirte ya te va a tocar a vos, ya se acomodarán los melones, cuando los astros se alineen, siempre y cuando esos que esto te dicen sigan en la cúspide de las decisiones que te tiene a vos, como su servil e imprescindible ariete, para que te alcance para tu cervecita, para tus compras en cuotas y tus regalitos en navidad.
¿Estado? ¿Qué es eso? ¡Bien! Abridme ahora los oídos, pues voy a deciros mi palabra sobre la muerte de los pueblos. Estado se llama el más frío de todos los monstruos fríos. Es frío incluso cuando miente; y ésta es la mentira que se desliza de su boca: Yo, el Estado, soy el pueblo. Friedrich Nietzsche.
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