POLíTICA
26 de abril de 2020
Dime de lo que alardeas y te diré de lo que careces.
Muchos, con poder político y económico, hicieron y hacen pública, sus vinculaciones con el poder judicial, tanto el provincial como el nacional. Expresan a viva voz, la inacción en algún caso o incumplimiento de las funciones más elementales y la capacidad de lobby o de operación o ascendencia que tienen o tendrían por sobre magistrados y relatores. Sí les gustase leer teoría psicoanalítica, se reconocerían como afectados por no reconocer el objeto a (la cosificación de la falta, la determinación de la ausencia) en ese poder, al que todos naturalmente tendemos, pero por definición de nuestros límites como especie, jamás podríamos ostentar como propio o exclusivo nuestro. Para ponerlo en términos prácticos, es cómo sí uno dijese que tiene bajo la fusta la decisión de tal o cuál juez, porque es su hermano (o cualquier otra relación familiar), porque come asados los domingos (o cualquier otro vínculo amistoso o de elección que no sea no lo familiar) o porque lo tiene como cliente o condicionado por una relación comercial o facciosa (o incluso en un supuesto de poder corromper mediante bienes las decisiones magistradas).
En el caso de que esto fuese de alguna de estas maneras, no se las haría expresa, mucho menos por los protagonistas o supuestos beneficiados o hacedores de la misma. Es cómo sí un psicoanalista o un psicoanalizado o conocedor del psicoanálisis dijese que puede manejar el inconsciente. Expresar barbaridad semejante, podría ser “perdonable” o entendible, para quiénes no tengan pálida idea de esto mismo.
Un partido político, encuadrado dentro del artículo 38 de la constitución nacional, es una institución fundamental del sistema democrático. Realizar una solicitada, por el caso particular e individual de una de sus integrantes (por más injusticias que este padeciendo) antes que pronunciarse por el estado de inacción del mismo, de su mutilación como servicio esencial, escudándose en la excusa de la pandemia (que generó además que un decreto sea más válido que toda la declaración de los derechos humanos) es cuanto menos, un acto de insolvencia tan magnánimo como las implicancias que tendrá el covid 19 en nuestras vidas, más allá de lo exclusivamente médico o clínico.
De última, razonándolo mejor, es en verdad, obvio, que se exprese la distancia tan pronunciada y cabal, entre lo que dice la teoría (normativa y filosófica) del mundo en que supuestamente habitamos y lo que realmente es o nos está ocurriendo.
Los partidos políticos, o al menos, puntualmente el de la solicitada, no es más que un sello, en donde se aglutinan, se amuchan, se conglomeran, un conjunto, siempre minoritario (en relación a lo que dice representar, y sobre todo el de nuestro caso puntual que hace 50 años viene perdiendo elecciones) de individuos, por lo general y en su mayoría, temerosos y pavorosos ( de aquí que siempre tengan actitudes absolutistas y totalitarias, cuando se les acerca una crítica o comentario que no les gusta, agrada o que no han solicitado) de ese objeto a, que es ni más ni menos, que lo que no pueden controlar, pero desean hacerlo (en relación a la solicitada, el vínculo de la política con la justicia).
Que un senador provincial, en calidad de ex gobernador, haga expreso en un medio de comunicación que en la municipalidad de la que es oriundo, una bandita de traficantes lo persigue, debiera ser, necesariamente, replicado, desde la institucionalidad de un partido, mediante una solicitada, de un foro de legisladores, por intermedio de una conferencia, o al menos, por una foto general en redes sociales (dado los tiempos de pandemia).
Pero, no, lo suben al escenario, al intendente señalado. Tal como hicieron con el pueblito de las piedras, al que lo quisieron enfrentar con el gobernador y al que aquel grabó en una burda maniobra desde sus escasas posibilidades.
No hacen lo otro, es decir lo obvio, porque no pueden hacerlo, dado que temen caer en las fauces, del mandamás, de que este desnude, públicamente, las vinculaciones que tienen con la justicia, sea mediante deudas, causas o asuntos pendientes.
Finalmente, de esto se trata (para no ser tan extenso, dado que para los feudales y totalitarios, el expresarse en conceptos, es señal de soberbia, de pedantería, es la condena de ser, de acuerdo, a ellos, “inteligente” como sinónimo de holgazán o haragán, sin que comprendan siquiera, pandemia mediante, lo peligroso que es hacer por hacer sin pensar) de la vinculación que se tiene con otro poder, como el poder judicial.
Es decir sí algunos pretenden la constitución de otro poder judicial, para que le resuelvan las causas al grupo de amigos o a la familia de tal partido (como se dejo expreso y manifiesto en la solicitada) o sí se pretende la constitución de otro poder judicial, para que este funcione como servicio esencial que es y no defeccione en su naturaleza como lo hizo en la presente pandemia, o sí se pretende que tal poder del estado, se encargue por ejemplo de las causas dormidas y olvidadas, que hacen y perpetran que sigamos sosteniendo a la mitad de la población en la pobreza, la miseria y la marginalidad, mientras un grupo de beneficiados (que hoy preocupados por el virus no tienen en el corto plazo donde hacer traducir sus millones) en nombre de las leyes, de los partidos, de la democracia y de las instituciones, siempre estén atentos, manifiestos y expresos a pronunciarse por los suyos, tratando de tomarnos por tontos, por estúpidos o brutos, a los que expresamos algo distinto y diferente.
Y claro, cuando lo hacemos, somos catalogados, como pedantes, soberbios y creídos, por obra de esos, que siempre en el poder, nunca supieron que hacer con el mismo (dado que la naturaleza de perseguir el poder es nunca “tenerlo”) y ahora, en tiempos de pestes, sacan de sí, sus versiones más ruines, vergonzantes y temerosas, como temerarias.
Por Francisco Tomás González Cabañas.
“El primer paso de la ignorancia es presumir de saber, y muchos sabrían si no pensasen que saben.”(Baltasar Gracián).
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