POLíTICA
17 de junio de 2018
De los sultanatos o del poder de los intendentes.
Sí de algo, casi nadie se encarga, por más que exista unánime posición al respecto, es de como la postdemocracia ha destrozado y lo sigue haciendo, la cuestión política, su significancia, el concepto, por intermedio de definiciones unívocas, totalitarias, que determinan que sólo los funcionarios hacen, gestionan, le dan respuestas a la gente, y su desprendimiento subsidiario, de que los únicos que poseen peso territorial son los intendentes que administran los recursos de todos. Sí esto es la política, entonces sólo se la puede realizar desde el poder, y en vez de tener políticos tendríamos que tener castas predeterminadas antes que partidos o expresiones democráticas.
Es imposible sostener que muchos de los principales partidos de una provincia como la de Corrientes, arriman los cien mil afiliados, y no existe en ello ningún tipo de ejercicio interno de elección de autoridades o de candidatos y que tampoco a través de los mismos, sus militantes tengan, en blanco o acreditado, la posibilidad de tener un beneficio por entregar supuestas horas de militancia a su partido y por ende a la comunidad.
Hablamos de la verdad de Perogrullo que la política de un tiempo a esta parte, perdió una batalla, en la que continúa tristemente derrotada, en la lona, con pocas expectativas de franca recuperación. Tratase del cautiverio en donde la política ha sido sometida, por consultores, marketineros y un ejército de profesionales que en el afán del vil metal, han asestado un duro golpe a la institucionalidad.
Ese concepto, ladino, afrancesado, perverso y todos los adjetivos calificativos que puedan ser aceptados por la Real academia, que le caben a la “Gestión”. Dícese de la anti-política, de todo lo representativo a lo antidemocrático, a lo vinculado a los años oscuros, a la violencia dictatorial, que nos lleva a los llantos de los torturados, a la mueca de horror de algún desaparecido, sólo representa, lo diabólico de venderle a la gente, algo que no es, timar al ciudadano, estafarlo en su buena y mala fe, tratarlo de estúpido, de tarado, de imbécil o mejor de idiota en su primigenio sentido griego (los que no se interesaban en asuntos público).
Debería corresponderle cárcel moral (vendría a ser un nuevo concepto de penalidad social más efectivo que el actual y anárquico escrache que lo expondremos en otra oportunidad), al funcionario que pretendiera hablar de gestión, travistiendo bajo ese eufemismo, su obligación, su responsabilidad, la justificación de su sueldo, el deber ser con su comunidad y su razón de ser como hombre en el sentido más amplio.
Es como sí el médico nos dijera que le tenemos que agradecer, tras haberle pagado y tras habernos diagnosticado, una cosa es que le demos las gracias otra que nos la pida, que nos haga sentir que además de todo, le seguimos debiendo, en este caso las gracias. Es como si vinieran todos los maestros y profesores (desde el jardín) de algún hijo recién recibido, supongamos de abogado, y nos pidieran que le hiciéramos un asado a cada uno de ellos, por haber sido condición necesaria del título de grado de nuestro vástago. O para terminar con el arbitrio de ejemplos, sí cada uno de nuestros patrones, se instalara un domingo en el sillón de nuestro hogar, para cambiar los canales del televisor, dado que nos da trabajo los días hábiles.
Esta canallada que se impuso por una lógica cultural que se propuso poner de rodillas a la política, tiene a sus defensores a ultranza que son esos petimetres que no tienen inconvenientes en cambiarse de calza para dar a entender una supuesta identidad política que la cambian al primer viento.
Política es la resignificación de las cosas, es decir, es primero, el dialogo, el encuentro de lo más social del hombre que es la palabra (en su versión expresiva puede ser algo escrito o una manifestación), para luego ir en búsqueda de un sentido de las cosas, para en una tercera etapa, recién ponerse en marcha para que todo lo anterior se traduzca en una realización, en una obra, en una luminaria, en un puente o en una ley que defienda un derecho.
La política, es mucho más, todas las significaciones que la misma ciencia que la estudia en el campo teórico desprenda, como el accionar que un militante convencido imprima, lo que no puede, ni debe, es ser esto que nos quieren vender como gestión, como solución rápida, como respuesta empresarial, edulcorada, descorazonada, carente de sentido, político y por ende humano.
Si lo que entienden la política desde otro lugar, no se paran, en esta parada, sólo se permitirá hacer política a los funcionarios, a los que están en el poder, más allá de partidos y de ideológicas y vamos camino a ello, indudable y peligrosamente.
Lo observamos, en la lógica imperante del poder de los intendentes (como expresión de esta lógica que como dijimos les cabe a todo el funcionariado), el poder político hablamos e insistimos que nada tiene que ver en esto la pertenencia partidocrática. Un jefe comunal de cualquier lugar y partido, maneja una caja del estado, que le permite, tener individual y no con ello ilegalmente, prensa propia y el armado de un aparataje, que te mete como mínimo 200 tipos donde se mueva, además de 20, perros falderos, segundas líneas o cebadores de mate que, se encargan de decirle al rival del intendente, “pusimos 200 personas y vos 2” (pobre y pequeño el cerebrito de estos botarates que no saben que por definición la política es convencimiento y seducción, por tanto los que hoy no están, mañana si pueden estarlo).
Y nos vamos a detener no en estos personajes menores que ni siquiera tienen nombres propios, sino en la innoble tarea que poseen, pues esquilman uno de los principios democráticos. Los votos no son de nadie, no les pertenecen a nadie, por más que en un aparataje, con micros, sándwiches y viático, te bajen de a 200, mucho menos sí son liderados por intendentes, que gran parte de sus gestiones le deben, primero al gobernador y luego a la presidente (es decir, ¿cuánto del éxito de una gestión le puede corresponder per se a un jefe comunal, de acuerdo a sus ingresos propios, recursos genuinos y obras y realizaciones más allá de lo provincial y nacional?)
Es decir, ¿Cómo hace un líder territorial para disputarle el poder a un intendente?, ¿Acaso no aumento la legislatura su número para que sean más los intendentes que vayan a la legislatura? Preguntas que quizá tengan un si como respuesta, pero un imposible como demostración.
La política no está en el funcionariado, en la gestión, en la oficina del intendente, en el aparataje, en el expediente que reposa en la oficina del gobernador, del despacho del ministro nacional o de la Presidente, la política está en las ideas, que pueden venir de la cabeza, del corazón o del militar (pero una militancia, sin respuestas concretas, porque eso es asistencialismo u otra cosa) hablamos de ir, a un barrio residencial o de emergencia, a no llevar nada, ningún plan, ni programa, ni nada, tan sólo la presencia con la palabra, el encontrarnos en ese diálogo para saber qué es lo que queremos entre todos, en presentarles ideas, proyectos, pero nada prefigurado, premoldeado, por esas prefiguraciones de escritorio que destrozan lo más sagrado de la política.
Quizá la gente en Corrientes como paradigma en el presente ejemplo y que se hace extensivo a casi todos los distritos, ni siquiera sepa los derechos contemplados en su Constitución, quizá necesite modificaciones, pero no se la podrá hacer desde la gestión, desde la política imperante de los funcionarios, sea intendentes o legisladores, que van principalmente por continuar en sus cargos o ir por otros, muy bien, socialmente para que, quizá no lo sepan, porque nadie les pregunta, por más que a muchos nos interese. No se trata tampoco de prohibir reelecciones, como formalmente se ha establecido, birlando el principio creando familias dinásticas que bajo la mesa familiar, pisotean la posible dignidad de sus gobernados, en nombre de una prostituida democracia a la sodomizan bajo las más perversas formas y dinámicas que exceden lo pornográfico.
Y sí esto no se modifica de esta manera, sería más honesto que la política conforme o blanquee la casta inmodificable de 200 personas, que giren o giran eternamente en cargos y nos digan o dicen continuamente que les debemos agradecer a diario por como gestionan, así los que no estemos de acuerdo, al menos lo expresamos por los canales correspondientes, como los tienen los intendentes con el gobernador en sus reuniones de gabinetes ampliados, el que está en el sillón de Ferré, debería abrir una convocatoria con quiénes piensen en ideas que reformulen la política y sus endebles formalidades que, pétreamente, obsedían en el número, en los votos, en esa territorialidad, que se pretende parte de algunos, cosificada bajo la férula de sultanes o señores feudales que ninguna silla debieran tener en las democrática mesas de la institucionalidad de un estado que se pretenda parte de un occidente, pensante y por ende humano.
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