Un mega operativo nunca visto en la historia argenta, por demás pintoresca, trasladaron los 9 millones de dólares (encontrados-in fraganti) robados por la caco-política revolucionaria, nacional y popular. Semejante movimiento policiaco paralizo al centro porteño, transeúntes circunstanciales se preguntaron si trasladaban a Osama bin Laden o al mismísimo demonio.

Si el Estado, omnipotente, omnipresente, dios entre los dioses, el más grande y sabio entre los grandes hubiese, de la misma manera, protegido o cuidado para que esos fondos no sean robados, el espectáculo más televisivo que de otra índole no existiría, la imagen del grupo táctico de operaciones especiales GEOF trasladando y custodiando los millones de dólares se convierte en parodia cuando la realidad de la estatalidad demuestra la desidia del manoseo del erario público, es puro marketing politiquero de impacto.

La corrupción no es un acontecimiento novedoso en la historia de la humanidad, pues, siempre ha existido y al mismo tiempo se convirtió en un escollo para legitimar a las administraciones estatales que engloban lo público y asumen la posición de “hacer” para el bienestar general. Samuel Huntington nos dirá: unos intercambian poder político por dinero, otros dinero por poder político. Pero en ambos casos se vende algo público un voto, un puesto, una decisión, siempre en beneficio personal.

Abdul Rahman Ibu Khaldum en el siglo XIV sostenía que la causa fundamental de la corrupción era la pasión por la vida lujosa dentro del grupo gobernante. Léase esto con el “éxtasis” que sentía el ex presidente Néstor Kirchner al ver las cajas fuertes mientras la acariciaba como a una mujer amada o los lujos del saqueador José López y su dolce vita en mansiones del Tigre o al ex Vicepresidente aspirando quedarse con una fábrica de billetes y fijando domicilio en un médano o la extravagante vida del Jaque árabe Lázaro Báez y de los sucesores de Néstor. O, para simplificar y que algún trasnochado no piense que es un ataque al mundo kirchenrista, todo se resume en “políticos” ricos y pueblo pobre, seguido de la pregunta ¿Por qué? Mas entrado en el pasado Platón en su obra Las Leyes ya lo había advertido.

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Lo resuelto por la Corte Suprema en relación a las tarifas o tarifazo como lo llama el mundillo mediático tuvo sus primeras repercusiones, los oficialistas (porque en Argentina funciona todo con antagonismos lisos y llanos) no les quedo otra que hacerse de repentes puritanos de la norma: “respetaremos la decisión de la Corte”, lo que pretendía la administración macrista en un verdadero acto masoquista es que la tarea judicial (no existen tres poderes, solo uno dividiendo sus funciones) ratifique la penetración anal con un bate de beisbol a la ley fundamental del país, en un papel firmado por los supremos, a sabiendas de la falta gravísima que cometían. Las excusas, entre otras, que usaron los voceros de los globos y las matracas para correrse del abuso ultrajante a la carta magna fueron: “ojo la audiencia pública no es vinculante para el gobierno”, falso de falsedad absoluta, si es vinculante para el ejecutivo, no hay precio sin audiencia pública, si es vinculante, porque está en la letra constitucional y obliga sin excepción alguna al cumplimiento, lo que no es vinculante para la administración nacional es el resultado que decante de dicha audiencia pública.

La politiquería argenta se especializa en pergeñar un discurso univoco, que pueda transitar un camino único –la mentira-, a fin de llegar a la meta deseada, mienten a cada instante no por voluntad sino que, el sistema se lo exige todo el tiempo, una sumatoria interminable de mentiras que se convierten en una red incalculable que nos atrapa a todos llegando a una confusión generalizada, donde ya nadie sabe a ciencia cierta que ocurre. En el medio, una in-reflexión. 

Por Carlos A. Coria Garcia.