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  • 20º

LEGISLATIVAS

28 de enero de 2016

El Carnaval Correntino necesita una ley Nacional.

Independientemente de los proyectos de diferentes legisladores provinciales, por mencionar los casos de Raúl Alfonzo y José Fernández Affur, el carnaval, como una de las manifestaciones más acendradas en la correntinidad, precisa, necesita, le urge, una ley desde el ámbito nacional (sobre todo en estos tiempos de una nueva administración que se plantea el trabajar en pos del federalismo), que establezca reglas de juego claras, tanto para protagonistas como espectadores y que garantice que la mentada manifestación artístico-cultural pertenece a las entrañas del acervo cultural de esta parte del país.

      El siguiente es un proyecto de ley, presentado en 2004 en la órbita nacional, por el escritor Francisco Tomás González Cabañas (quién en su paso como asesor parlamentario nacional, propició entre otras 9 leyes más sancionadas como tales, la declaración de monumento histórico nacional al Teatro Juan de Vera) que fuera reproducido en diferentes oportunidades, encontrando la dificultad o la competitividad con la provincia de Entre Ríos, pero que bien se podría subsanar, acuerdo con el gobierno nacional mediante, incluyendo a ambas en esta declaración normativa, que establezca por ley la importancia cultura y determine ciertos beneficios para la actividad de marras.

 

Artículo 1º: Declarase a la Ciudad de Corrientes, Provincia de Corrientes, Capital Nacional del Carnaval.

 

Artículo 2º: Comuníquese al Poder Ejecutivo.

 

 

 

                                                            FUNDAMENTOS

Sr. Presidente:

                              El carnaval es una curiosa celebración que antes de la Cuaresma cristiana le permite a la gente romper sin pudor con cánones morales, recurriendo a disfraces y excitantes cantos. Sus antecesoras más remotas fueron las fiestas conocidas en la antigüedad como "bacanales" -en honor a Baco, dios pagano del vino- y las "saturnalias" -por Saturno, dios de la siembra y la cosecha-, además de los festejos que se hacían en Grecia y Roma por la primavera y el año nuevo.

               La palabra carnaval también proviene de aquella época. Durante las bacanales, a Baco se le cantaba el Ditirambo; el coro que lo hacía iba disfrazado de sátiro y frente a él aparecía el sacerdote del dios conduciendo un barco sobre ruedas al que llamaban "carrus navalis" (carro marino o naval), y que los romanos pronunciaban "car navalis" Mientras que carnestolendas, como también se lo llama al carnaval, proviene de "caro", carnes, y "tollo", tapar, términos que parecerían aludir al disfraz.

              La devoción del hombre por usar mascaras puede encontrarse ya en el antiguo Egipto o en Grecia, e incluso en el teatro japonés. Pero en el carnaval propiamente dicho fue Italia la que adoptó la careta, más precisamente Venecia, donde se usó no sólo como vehículo de alegría sino que sirvió para guardar el incógnito y gozar de impunidad en venganzas y conspiraciones, aunque también facilitó romances y amoríos.

              La costumbre de arrojarse distintos tipos de elementos también fue heredada de los romanos, quienes se divertían tirando con fuerza confites de menta, rosa o anís a la cara de los transeúntes; de aquel habito fue que se adoptó el papel picado. Pero este, como lo conocemos hoy en día, tuvo su origen en una imprenta de París. Allí, un obrero que perforaba pliegos de papeles de colores, al ver caer los redondelitos sobrantes los juntó y se los regaló a su hijo; el obsequio no sólo causó se nación entre los niños sino también en los adultos, quienes comenzaron a encargarle bolsitas de papel picado para arrojarlo durante los días de carnaval.

                Con el correr de los años, el carnaval tomó formas y estilos diferentes según cada país. Al llegar a América incorporó elementos aborígenes y hasta alcanzó ribetes místicos precolombinos, por ejemplo en Oruro. En la Argentina, cada provincia le dio su toque de distinción a esta fiesta; en cuanto a los carnavales porteños, sus bailes y mascaradas fueron famosos en tiempos coloniales, e incluso llegaron a ser motivo de escándalo, como el "fandango" que se bailaba en la Casa de Comedias.

                   El virrey Vértiz implantó los bailes en locales cerrados para evitar las manifestaciones callejeras, pero tras los históricos acontecimientos de Mayo de 1810 fue común entre la población jugar en forma intensa con agua, aprovechándose para ello toda clase de recipientes, desde modestos jarros hasta huevos de avestruz llenos de líquido, viviéndose en las calles encuentros casi salvajes.

                 En tiempos de Rosas los excesos llegaron a tal punto que él mismo, luego de fomentar el carnaval, lo suprimió por medio de un decreto. Según crónicas posteriores, los carnavales porteños más brillantes se vivieron durante la presidencia de Domingo F. Sarmiento, quien tenía debilidad por esta fiesta. El de 1869 fue uno de los más recordados y, además de impresiona al gobernante, seria el puntapié inicial para muchas comparsas que se hicieron famosas.

                 El Carnaval "Cristiano" La celebración del Carnaval es una de las fiestas más populares. Se celebra en los países que tienen tradición cristiana, precediendo a la cuaresma. Por lo general, en muchos lugares se celebra durante tres días, y se los designa con el nombre de carnestolendas, y son los tres días anteriores al Miércoles de Ceniza, que es el día en que comienza la cuaresma en el Calendario Cristiano.

        Se supone que el término carnaval proviene del latín medieval "carnelevarium", que significaba "quitar la carne" y que se refería a la prohibición religiosa de consumo de carne durante los cuarenta días que dura la cuaresma.

        Hay países en que se comienza la celebración del carnaval en distintas fechas, como en algunos lugares de Alemania en que se inicia el 11 del 11 a las 11 horas 11 minutos. O los hay que lo comienzan no bien termina la Epifanía, el 6 de enero. En otros lugares es tradicional comenzar el jueves anterior al Miércoles de Ceniza, y lo denominan Jueves Graso, como sucede en Italia.

       En ciertos países en que el Carnaval está muy arraigado como celebración popular, y ya alejada de su significado religioso, alargan los festejos a los fines de semana del mes de febrero y a veces el primer fin de semana de marzo.

    El Carnaval en la Edad Media y en los Tiempos de la Colonia

En la Edad media, tan inflexible en los ayunos, abstinencias y cuaresmas, y con persecuciones a quienes no respetaban las normas religiosas, sin embargo, renació el carnaval y se continuó la tradición hasta la actualidad en muchos lugares del mundo. En esta época, se celebraba con juegos, banquetes, bailes y diversiones en general, con mucha comida y mucha bebida, con el objeto de enfrentar la abstinencia con el cuerpo bien fortalecido y preparado.

En la España de la época de la Conquista y la Colonia ya era costumbre durante el reinado de los Reyes Católicos disfrazarse en determinados días con el fin de gastar bromas en los lugares públicos. Más tarde, en 1523, Carlos I dictó una ley prohibiendo las máscaras y enmascarados. Del mismo modo, Felipe II también llevó a cabo una prohibición sobre máscaras. Fue Felipe IV, quien restauró el esplendor de las máscaras.

 

El Carnaval en los Tiempos Modernos

 

Hoy en día, hay lugares célebres por sus festejos tradicionales y espectaculares, que atraen al turista y al amante de las costumbres de cada sitio, como lo son el Carnaval de Río, el de Santa Cruz de Tenerife, el de Oruro en Bolivia, el de Corrientes en Argentina y el de República Dominicana, con sus distintas expresiones, desde el Vegano hasta el de Santo Domingo.

Se celebra en los distintos lugares de formas similares, pues siempre se presencian desfiles de carrozas, comparsas formadas por grupos de máscaras o bailarines vestidos con un mismo estilo que caracteriza a cada una de ellas, máscaras representando a distintos personajes reales o alegóricos, así como bailes de disfraces y diversión con cotillón, típico de esta fecha.

      En algunos lugares se estila que las máscaras persigan a los paseantes con vejigas que se utilizan para asustan, dar golpes no demasiado fuertes, o hacer reír; en otros lugares es típico el uso de serpentinas, papel picado, espuma molesta, y hasta mojar con agua, en pomos, globos y recipientes.

           El antifaz moderno es un vestigio de las fiestas de Baco y Cibeles.

     Cómo podemos concluir el milenario festejo del carnaval, es una festividad histórica, que en nuestro país se puede apreciar y vivir, y por tanto debemos proteger, avalar e impulsar.

     Desde 1961, se festejan los carnavales, en la ciudad de Corrientes, en 1984 se interrumpen por motivos económicos, hasta que reaparecen en 1995. Ese mismo año se publica en el boletín oficial, una resolución de la Secretaría de Cultura, en donde se declara a la ciudad de Corrientes como capital Nacional del Carnaval. Claro que, no basta una declaración de una secretaría del estado, para una conmemoración que aglutina en el mes de febrero, 100.000 personas cada fin de semana, con la respectiva trascendencia nacional e internacional.

      Nuestra legislación contiene sendas declaraciones por ley de diferentes festividades u homenajes al día de distintos actores de la sociedad, en este caso, significaría el poner las cosas en su lugar, y otorgar a la ciudad de Corrientes lo que de hecho lo posee.

      Más si tenemos en cuenta, de que manera la actividad turística, repercute positivamente en nuestra economía y en nuestra sociedad.

         Los carnavales correntinos aglutinan a las comparsas de toda la provincia, que desfilan por la avenida más ancha de la ciudad, brindando un marco espectacular de belleza y festividad, contagiando al público de algarabía y felicidad. Es un evento, que a nivel latinoamericano, sólo es superado por los Carnavales de Río de Janeiro, en la República Federativa de Brasil.

Declarar por ley, a Corrientes como Capital Nacional del Carnaval, es una de las tantas deudas que la Nación mantiene con esta provincia Litoraleña, que en reiteradas oportunidades a ofrecido a la nación, la vida de sus comprovincianos, en pos de la defensa nacional, que además padece los más altos índices de pobreza y marginalidad, y que con estoica paciencia, aguarda que el país entero, le otorgue la oportunidad de ser una provincia rica y próspera. De todas maneras, este obligado y a la vez simple reconocimiento, brindará a los correntinos en general una satisfacción y una distinción, que alentará a la correntinidad a continuar luchando por una provincia y un país mejor.

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