ANÁLISIS
2 de noviembre de 2015
Prometeo, la causa rebelde.
La rima es el tirano empurpurado, es el estigma del esclavo, el grillo. Que acongoja la marcha de la Idea. No alegueis que es de oro! El pensamiento no se esclaviza á un vil cascabeleo! Ha de ser libre de escalar las cumbres, entero como un dios, la crin revuelta, la frente al sol, al viento. ¿Acaso importa que adorne el ala lo que oprime el vuelo? Rebelión, Delmira Agustini.
Durante el tiempo denominado como la edad de Oro griega la raza primigenia de dioses que inauguraran la era divina fueron los Titanes, quienes fueran liderados por Cronos, gracias al cual estos destronaron al Cielo -Caelus, Urano-. Trascurrió el tiempo y Zeus, hijo de Cronos sucederá a su padre, venciendo a los primeros dioses después de una guerra sangrienta que se conoció como la guerra de los Titanes que llevó a los olímpicos al poder, finalizada la guerra los Titanes vencidos serían encarcelados en el Monte del Tártaro lugar del más oscuro tormento, equivalente al inframundo y en el cristianismo a los infiernos.
Prometeo fue uno de los dioses primeros, fue un Titán y es el primero en embanderarse en defender la cultura de los hombres en oposición a Zeus y otros dioses olímpicos que intentaban detener a toda costa el progreso humano. La función prometeica del Titán era un llamado a todos los seres humanos para combatir contra todos los dioses aniquiladores de lo humano, de su creatividad, felicidad y autorrealización.
El Mito de Prometeo es tributario del pétreo antagonismo entre los dioses y los hombres, es la marca registrada de la idea divina de la salvación en determinadas singularidades, en nombres propios, es la delegación a ojos cerrados del porvenir a un Estado macrocefálico poseedor del arte oracular. Son las jefaturas, las conducciones, el simbolismo de felicidad atado al tobillo de una persona ungida por quien sabe qué cosa. En el llano se los llama gobernantes o politiqueros rentados en este caso, creadores de un cosmos ideal solo por medio de su sapiencia, solo ellos pueden.
No ha perecido aun la rebelión de Prometeo, valientemente arrebato a la divinidad el fuego sagrado de la vida entregándoselo a los hombres y con este acto la humanidad paso de lo crudo a lo cocido, los mortales por fin podrán alimentarse sin depender de la buena voluntad divina, podrán iluminarse y calefacciones, fundir metales y construir herramientas de trabajo.
El rebelde Prometeo dio cuenta que el poder no solo lo poseen los dioses olímpicos por su sola razón de ser, el poder está en todos y cada uno el mito como relato ejemplificativo lo resalta, simplemente hay que ejercerlo, el hombre en cuanto tal es soberano de su presente y futuro en su ipseidad.
El poder cuando se lo pone en marcha, cuando pasa de la abstracción formal a la acción duele, quien lo posee padece el poder que ejerce. Zeus indignado por el acto criminal de Prometeo a favor de los mortales lo encadena en una montaña del Cáucaso, donde un águila cada día devoraba su hígado, Prometeo al ser inmortal, su hígado volvía a crecer cada noche, y el águila volvía a comérselo cada mañana.
Los que vivimos en el norte grande argentino sobre todo, no pudimos al menos por ahora pasar del crudo a lo cocido, todavía dependemos de la buena voluntad de los divinos diosas que guían nuestros destinos como mejor le sienta. Ahogados en hamartía, con temor de padecer los tormentos de quien rompe las cadenas del yugo, quien pretende emanciparse del iluminismo de algunos. La urgencia de la aparición de una legión de Prometeos en cada rincón, en cada ciudad, en cada paraje que ningún oráculo pueda detener, correrá las nubes negras del mañana incierto para dejar ver un horizonte más azul. Una muerte es una historia en movimiento.
Por Carlos Coria García.
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