Por Ana de Lacalle En la filosofía actual existe una tendencia a la desconstrucción sistemática. Lo cual en sí mismo no es pernicioso si concebimos esta tarea como la acción de des-montar peldaño a peldaño, los eslabones de una cadena conceptual que nos permita entender la voluntad y el fin con el que determinado constructo ha sido impuesto culturalmente.
“En cada uno de nosotros hay como dos principios que nos rigen y conducen...Uno de ellos es un deseo natural de gozo, otro es una opinión adquirida, que tiende a lo mejor. Las dos coinciden unas veces pero, otras, disienten y se revelan y unas veces domina una y otras otra. Si es la opinión la que, reflexionando con el lenguaje, paso a paso, nos lleva y nos domina en vistas a lo mejor, entonces ese dominio tiene el nombre de sensatez. Si, por el contrario, es el deseo el que, atolondrada y desordenadamente, nos tira hacia el placer, y llega a predominar en nosotros, a este predominio se le ha puesto el nombre de desenfreno”. (Platón, Fedro, 237d).
Sí bien el título de la ponencia con la que recibirá el título de “Honoris Causa” en una sede académica sita en una de las provincias más pobres de Argentina, habla de la “insatisfacción democrática” la Vicepresidenta Argentina, alumbra en realidad (disertando ante algunos miembros del parlamento europeo) lo que Timothy Appleton da en llamar en su reciente libro “Populismo de las singularidades”.
"Una novela de detectives describe por lo general a seis personas vivas que discuten sobre cómo pudo morir alguien. Un libro de filosofía moderno describe por lo general a seis muertos discutiendo cómo puede ser posible que alguien siga con vida", G.K.C., El detective divino
Sí un axioma es irrefutable es el que reza que “la única forma cierta de ganar es imponiendo, previamente, las reglas de juego”, modificarlas es al menos, una de los aspectos nodales de todos aquellos que sentimos y entendemos que la construcción de mayorías debe contar con una metodología más clara, amable, afable y democrática.
El artículo 13 de la convención americana sobre los derechos humanos reza: Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de expresión. Este derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección". Cómo podemos observar en este y los subsiguientes incisos lo normativo no contempla, en este tratado ni en ningún otro occidental, la posibilidad de existencia del pensar, su promoción, aval y por tanto la formación para que los sujetos puedan desandar el pensamiento (sí garantizado) sin que puedan tener la posibilidad de pensar, precisamente pensando (no garantizado).
Se constituye en referencia a las calificadoras de riesgo en el campo financiero en particular y en el mundo económico en general, a los efectos de medir, de tomar, de auscultar, en una porción representativa de ciudadanos de cada aldea que se precie de democrática, el nivel de hastío o decepción que expresen estos ante la democracia. La finalidad de la presente calificadora de riesgos es que junto a otros instrumentos que se elaboraron (Índice democrático, test de partidos políticos, medición Hiperión, democraticidad “Sájarov” en medios de comunicación y cuestionario Erinias en el poder judicial) se encuentre un ensamblaje más acorde y ajustado para la definición de prioridades en la toma de decisiones de lo común o de lo público.
El debate democrático es una cuestión que siempre se encontrará ahí. El intento de llevar al sistema a una participación más igualitaria y donde el poder se encuentre más distribuido, más allá de unas oligarquías que en menor o mayor medida se dan en todos los países llamados democráticos. Pero hay varias cuestiones a tener en cuenta que no son cuestiones baladí:
"Pon la huella de tu pie en la nieve del andén junto a la huella del pájaro", Peter Handke, Ensayo sobre el día logrado
La forma más efectiva en la que actúa el poder es cuando menos sentimos su actuación. En tiempos donde las libertades estarían garantizadas por ley y por una cultura democrática que la permite y la promociona, no sólo que hemos terminado encerrados por meses ante el temor a la muerte, sino que hemos dejado de leer palabras hiladas que nos signifiquen algo más allá de la propia autosatisfacción "cutre" y egoísta, la masturbación intelectual de ratificar los fantasmas que nos construímos para que la vida nos resulte sostenible. Aquí mismo es donde aparece Óscar, con su libro "El beso de la finitud", una suerte de retahíla de ideas en recomposición, de intentos por seducir al suicida que abandone la idea de hacer lo correcto. Entre tanto sentido común que disloca el autor, asumiendo su rol de filósofo, el psicoanálisis, del que niega o reniega le diría que allí donde exhibe la evidencia es precisamente donde se quiere ocultar.
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