“Viene el prefecto de policía a pedirle al detective Dupin que le ayude. Estando la reina en sus cámaras reales recibe una carta comprometedora para ella, y eso en el momento en que el rey entra en la cámara. La reina deja la carta sobre la mesa, como por descuido, para no llamar la atención del Rey. Pero justo en ese momento entra el Ministro, que se da cuenta de que en esa carta, hay algo comprometedor y de que la Reina procura que el Rey no la vea dejando la carta abandonada sobre la mesa como si no tuviera importancia. El Ministro se acerca entonces a la carta, y ante los ojos asombrados de la Reina, que no puede hacer nada, la toma y se la guarda, depositando sobre la mesa otra carta que ha sacado previamente del bolsillo. Y desde este mismo momento, el Ministro comienza a chantajear a la Reina. Esta ve, que en sus propias narices, el ministro roba la carta, llama entonces al prefecto de policía, quien pone en marcha a todos sus efectivos para dar con la carta pero no lo consigue. El prefecto acude al detective Dupin. Este va la casa del Ministro. Le basta entrar y da una breve ojeada para darse cuenta que la carta está a la vista; es decir que el Ministro vio que la mejor manera de ocultar la carta era ponerla absolutamente a la vista de todos. Dupin toma la carta sin que el Ministro se dé cuenta y la que carta que deja de recambio dice “Destino tan funesto, si no es digno de Atreo es digno de Tiestes”.
“Cuando yo era joven, había una diferencia importante entre ser famoso y estar entre boca de todos. Muchos querían ser famosos por ser el mejor deportista o la mejor bailarina, pero a nadie le gustaba estar en la boca de todos por ser el cornudo del pueblo o una puta de poca monta…En el futuro esta diferencia ya no existirá: con tal de que alguien nos mire y hable de nosotros, estaremos dispuesto a todo”. (Eco, U. “De la estupidez a la locura”. Editorial Lumen. Buenos Aires. 2016)
El Senador Provincial, otrora gobernador de la Provincia, realizó todo un apostolado de “ser una persona que cumple con la palabra empeñada”, desprendió a partir de tal axioma su defensa de los valores, de la vida y de la “correntinidad”. Abrevando en este cóctel que empatizo de lleno con el correntino de ley, como con el caté, no se amilano cuando tuvo que ser, impiadoso con sus rivales de turno, a los que, previo ninguneo, tampoco se ruborizo al gozarlos y tratarlos con sorna y sarcasmo. No se trata de un recuerdo para llenar los espacios que igualmente no se llenaran ante las palabras que sí algo de divertido y desafiante tienen, es que nadie sabe cómo finalmente se traducirán en la realidad, sino del problema real e inmediato que tienen todos y cada uno de los que tras las elecciones, están haciendo sus primeros pasos en el manejo del poder; cumplir lo prometido con cada quién antes de que fueran lo que ahora son y de las miles de formas y maneras que tienen, precisamente de preguntarse ¿Por qué cumplir con cada coma de promesas empeñadas, si no alcanzara para todos y sí así fuera, siempre tendré quiénes me digan que no he cumplido?.
“Sois fieles súbditos de la nueva religión triunfante: la circulación perpetua, entre el hahaha enlatado de las redes y los grupos de Whatsapp. Donde los pequeños, por cierto, juegan a ser mayores y los viejos juegan a ser niños. En esta gran clase media donde todos somos igual de idiotas la religión triunfante (faltaría más) es unisex, pues ya no hay hombres ni mujeres; ni jóvenes ni viejos, ni buenos ni malos. Todo el mundo es igualmente “diferente”… aunque algunos tengan más seguidores. Entre otras cosas, esta banalidad de la igualación paritaria (donde el éxito del inglés, la lengua de la normalización banal, es otro síntoma) ha conseguido nuevas formas de odio hacia lo raro y lo no homologado. Aparte de un nuevo enfrentamiento entre sexos y generaciones, pues todos (padres e hijos, mujeres y hombres) corremos en la mismapista del éxito espectacular, visible y masivo. A veces parece que habéis vendido vuestra alma al nuevo dios del postureo, sin guardaros nada dentro, ninguna capacidad para el secreto. Casi todo en vosotros funciona en red. De ahí la moda del poliamor y la posverdad. No sé, creo que el viejo Dios, que al fin y al cabo atendía a la sombra de cada quién, era menos cruel que éste de la diversión obligada. Además, recuerda Nietzsche, cinco no se ríen sin que un sexto pierda un ojo” (Ignacio Castro Rey. “http://www.ignaciocastrorey.com/tres-cartas-sobre-la-mutacion-juvenil-de-una-sociedad-senil/#more-1561 )
Muchos hombres de acción política (que la ejercen, que la leen, que la comentan o que la desean), equivocadamente, piensan y sienten que los cuestionamientos del pensar, son dardos teledirigidos hacia sus cabezas, y con el manejo, mediático y sobre supuestas usinas intelectuales, quieren dejar en evidencia, que el pensamiento crítico es sólo la jactancia de las minorías, el inconformismos de infantes sociales, que tendrían que agarrar una pala para no pensar, dado que esta actividad no generaría, para sus conceptos, nada redituable, socialmente hablando. Que el acceso a lugares de la administración, sea del orden que fuere, sólo debe ser atendido en función de una suerte de algoritmo en donde el resultante sea revisto por palabras que sostengan lo constitucional de la idoneidad o lo políticamente correcto de la meritocracia (habría que ver desde donde se parte y con qué elementos se compite) no deja de ser un cuento, que bien podría ser Chino, pero es el más verosímil de los cuentos occidentales. El conchabo, el útero político-social que da a parir a los ciudadanos gobernantes, que los sitúa en el plano distintivo del funcionariado, sea administrativo como representativo, siempre debe ser selecto, reducido, agonal en su definición (todo lo otro o los otros que bajo argucias técnicas refieren que todos tienen que acceder a, que el estado no es un botín de guerra o que esconden sus intenciones políticas y hacen informes a medida), ir en contra de esto, es como no aceptar la ley de la gravedad. Sin embargo, el pensar que las reglas del “econchabamiento” o de cómo se enconchaba no puede ser mejorada, es como mínimo tozudo y poco inteligente. A esto, a perfeccionar estas reglas no escritas, pero sagradas, es lo que se debe dedicar la clase política que pretenda seguir permaneciendo en la cresta de quiénes determinan los que están dentro del exoesqueleto del molusco (llamado concha) que los protege del afuera o de la presencia del estado en sus vidas.
En una comunicación con Merceditas Beltrán Flétscher, subdirectora de la “Agencia Ciudadana” con origen en Colombia (http://agenciaciudadana.org) y las autoridades del centro de estudios correntinos, se resolvió que el trabajo que se viene llevando a cabo, no solo que amerita sino que enriquecerá las perspectivas de las agencias ciudadanas que se desarrollan a lo largo y a lo ancho del mundo con la finalidad de que contemos con una mejor calidad democrática. La constitución del “Índice Democrático”, el “Gabinete Ciudadano” y el “Test 38” para determinar la calidad de los partidos políticos resultaron determinantes para el centro de estudios correntino, logrará su plena inserción en los planos internacionales. Planean para 2018, acciones en conjunto, tanto en Argentina como en Colombia.
El falogocentrismo (sobre todo occidental, europeo, franco-alemán) que nos conmina a pensar desde la posición dominante de lo masculino (como reverbera Derrida) en la construcción del significado, debería ser rodeado, deconstruido, desde la aporético (irresoluto, por ende incierto y dudoso) de lo conceptual. Es decir pensar, intuir o sentir, que la idea de un dios (o creador) tenga que ver con lo masculino, cuando en verdad y desde el sentido común, sí necesitamos construir una referencia teleológica, que nos brinde las certezas de las que carece lo humano, obligadamente, debe ser pensada, intuida y razonada como algo vinculado a lo femenino. Lo femenino no en su genitalidad, sino en lo iniciático, en lo basal, en lo obviamente primigenio que significa y representa la vagina, la vulva, el coño, la concha, la argolla, el hachazo, la cajeta y todos y cada una de las formas determinadas por el falogocentrismo en que se nombra o se designa el órgano sexual de la mujer.
No será este un artículo laudatorio, ante los minutos que lleva Valdés en el Sillón de Ferré. No sólo iría en contra de todos los manuales de ciencia política (los que hablan de cien días de gracia, de “luna de miel” que se les debe otorgar a los administradores de ejecutivos para empezar a decir algo) sino por sobre todo se constituiría como una falta de respeto, a los lectores, al gobernador, a su investidura y por ende al pueblo de Corrientes o a la correntinidad. Tampoco, a decir de Asís, se precisa por estas tierras de un “Periodismo de Irigoyen” (parafraseando al concepto “Diario de Irigoyen” que el escritor extiende con sarcasmo y que le otorgaría, a su modo de ver, la prensa nacional al Presidente), tal vez pretenda alguno, regresar a la oficina pública de información o prensa, y está muy bien que para ello use las palabras, no sería un mal hábito que los gobernantes consideren a sus posibles funcionarios de acuerdo a este parámetro. En nuestro caso, le agregamos la reflexión o el análisis político, dado que sí se rompió la regla por alguien bien visto y considerado, nos habilita a que también lo hagamos, por más incluso que no creamos que sea la forma o la manera correcta, en nombre de lo colectivo y a las buenas costumbres, nos adaptamos a lo que se establece como positivo o aceptable.
He comprado el buzón de suponer que las convicciones, la creatividad, el pensamiento crítico y el apostar a un colectivo, que trascienda la individualidad somera, fría, y esquiva de resolver un problema personal, hasta incluso material, son actitudes ante la vida que más allá del regocijo espiritual, son validadas por todos y cada uno de los integrantes de una sociedad.
Aquellos que por destino, azar o mala suerte les toco nacer y vivir en el norte argentino convertido en el residuo inviable de una mínima franja amurallada cuasi rica ubicada en el centro del país, podemos notar desde la lejanía y el abandono los últimos suspiros del Estado tal cual lo conocimos en la historia reciente. Los fundamentos que cimentaron semejante monstruo se diluyen día a día, borrados de cuajo los límites territoriales liquidando el concepto de nación que lo libertadores supieron marcar y defender.
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