12 de mayo de 2025
La motosierra no funciona para el poder judicial.

Nuestro presidente, filosóficamente confeso, anarcocapitalista, entre tantas implementaciones novedosas y exitosas, esgrime como símbolo la “motosierra”, instrumento que disecciona, a granel y sin precisión quirúrgica los desfases de una consideración del estado no libertaria, populista o colectivista.
Bajo la ortodoxia resultadista de la escuela austríaca y demás espacios teóricos amantes de la economía (que etimológica e históricamente, no significa más que las leyes del hogar) el proyecto libertario, al menos hasta ahora, no demuestra claridad conceptual, en cuánto a la consideración de la teoría del estado, en la que se asientan, real, simbólica y legalmente, nuestras instituciones en el marco de la hegemonía de lo democrático.
Sí tanto en el ejecutivo, como en el legislativo, el avance de la motosierra es una de las banderas del proyecto libertario, ¿cuál sería la razón por la que la misma, si quiera se plantea en relación al poder judicial?
¿No es acaso, este poder del estado, el único dónde por leyes desiguales, se consagra una verdadera casta institucional, que ingresa sin legitimidad del voto soberano, bajo concursos sospechados, manteniéndose hasta la muerte de los mismos, recibiendo tratos monárquicos y demás privilegios, entre los que se cuentan los impositivos y la no necesidad de exhibir sus labores ante la escena pública o publicada?
¿No es acaso, el único poder del estado, que bien podría prescindirse como tal, reduciéndolo a una administración de los conflictos ciudadanos, como ocurre en Francia?
¿No sería al menos, necesario, que además de reformas electorales, tales como “ficha limpia” o boleta electrónica, se pueda plantear la legitimidad democrática, de qué algunos de sus miembros, sean electos por decisión del soberano, tal como se está planteando en México?
¿No sería propicio que tanto “La jefa” como el asesor Caputo, además de emular a la casta política, y vencerla con gobernantes y representantes, propios, asociados, nuevos o remozados, pero que no dejan de replicar la misma lógica de la politiquería, exhiban la motosierra ante los integrantes del poder judicial, para doblegarlos en la tensión de lo político?
¿No resulta extraño, que el único poder del estado, que precisa de más integrantes, de más recursos (por la “novedad” del sistema acusatorio) sea el menos legítimo, el menos necesario como poder y a ciencia cierta el más poderoso, dado que incluso puede determinar desde la constitucionalidad de una ley propuesta por el ejecutivo, votada por el legislativo, e incluso dictaminar sobre la legalidad de un posteo en una cuenta de red social del presidente?
¿No tendrá que ver el fracaso de la estrategia del presidente de la Corte Suprema, tomada por el ejecutivo para integrar a dos miembros más del alto tribunal, con la falta de esta herramienta de la motosierra al poder judicial?
¿En cuánto incrementarían las chances del viceministro de justicia, para mejorar el sistema de justicia, sí su compañero de secundaria, le ordenara a las “fuerzas del cielo” campañas por redes dónde se exhiba que la motosierra es justa, ecuánime, valiente y verdaderamente disruptiva para ir también contra el principal poder de un estado que necesita no detenerse ante las reformas iniciadas?
¿No será tiempo de librar, además de la batalla cultural, la institucional, que nos permita tener a los argentinos, un estado más acorde a los tiempos actuales y a nuestras necesidades?
Centro de estudios Desiderio Sosa.
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