ACTUALIDAD
11 de noviembre de 2023
Colegio de abogados.
Imaginemos un caso en la vida cotidiana de un abogado, aunque -como se advierte en las series de TV- está basado en hechos reales. Imaginemos los peregrinajes de un abogado que tiene que litigar circulando todos los días por los corrillos de los tribunales y, en esas diarias y fatigosas peripecias, muchas veces, no tiene las respuestas que pretende (ni buenas ni malas) por parte del sistema de justicia. Está solo frente al régimen, sin ayuda de nadie y menos del Colegio de Abogados que, como institución, entiende el letrado -con toda razón- tendría que acompañarlo en su acostumbrada búsqueda de justicia, y así no defraudar la confianza que su cliente depositó en el. Por Jorge Eduardo Buompadre.
Se podría contar esta historia de otro modo, por ejemplo,imaginemos un colega que sólo persigue una lógica y razonable aspiración que alimenta todo abogado que se envuelve cotidianamente en los sinuosos y difícilessenderos del litigio: que su caso (o su expediente o legajo)camine, avance, que no se quede empantanado por largos períodos, en una suerte de parálisis judicial cuya consecuencia mas patente no significa otra cosa queaumentar la desilusión, la desesperanza y la frustración en el sistema de justicia.
¿Qué hace, entonces, este colega, frente a semejante decepción, frente al silencio de los tribunales?. Pues toma su celular y llama al Colegio de Abogados en busca de auxilio, mas bien de apoyo institucional en su solitaria lucha contra el poder… marca el número y pregunta: ¡Hola Colegio! ¿estás?, pero se escucha un sonido tenue, etéreo, volátil … el Colegio está ocupado. Insiste varias veces, pero ese tenue, etéreo y volátil sonido continua férreo e implacable, frustrando una misión que se ha vuelto prácticamente imposible de concretar, lograr que el Colegio no solo lo escuche, sino que despierte de una suerte de permanente letargo, abandone los cómodos sillones que embellecen la oficina y salga a la calle a demandar soluciones a ciertos mecanismos que no funcionan como debieran en el sistema de justicia, o bien a ejercer el control necesario para que la maquinaria judicial se desempeñe con seguridad, certidumbre, celeridad y eficacia en todos sus niveles y brinde las respuestas que la sociedad pretende.
Y, como seguramente el lector de esta breve pero dramática historia habrá de suponer, en este embrollo laberíntico que suponen los casos judiciales el Colegio de Abogados tiene mucho que ver…y hacer. Si el Colegio no tiene presencia en los tribunales de justicia, no existe como tal, sino que existe sólo como una mera formalidad que se esfuma y desaparece para regresar con ímpetu de brioso y combativo luchador en cada período electoral para volver a su acostumbrada somnolencia…y así sucesivamente, como diría en un escrito judicial aquel batallador -pero muchas veces, ingenuo guerrero-, el abogado…un joven David en una lucha claramente despareja contra un gigante Goliat, que se pasa la vida buscando respuestas y soluciones a los vericuetos y oscuras encrucijadas y dilemas de las miserias humanasque se descubren y desenredan en los casos judiciales.Pero el desdichado abogado de nuestra historia, no se rinde, pese a todas las frustraciones y dificultades, sigue y sigue en su solitaria lucha.
¡Ahhh!, olvidaba, vuelve a llamar…¡Hola Colegio!... ¿estás?...Uhhh, sigue ocupado.
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