Domingo 22 de Diciembre de 2024

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POLíTICA

29 de mayo de 2022

"Pobricidio" desde el Senado de la Nación.

"El Senado de Roma, que tenía el injusto orgullo de no querer compartir nada con los plebeyos, no encontraba mejor solución, para alejarlos del gobierno, que enviarlos a luchar a países extranjeros. Miraban al pueblo como a una bestia feroz que convenía lanzar sobre los vecinos antes de que devorara a sus propios amos; así fue cómo el mayor defecto del gobierno de los romanos hizo de ellos grandes conquistadores" (Cartas filosóficas – Octava carta: Sobre el Parlamento. Voltaire).

El Senado argentino, a semejanza del romano, hace lo mismo, bajo un plano diferente. No es un juego de palabras, no es un juego, es el poder más escabrosamente ejercido. La iterabilidad, detalla lo singular en que el envío de las masas, (hordas tal como nos cansamos de expresar) no necesitan ser movilizadas ni mucho menos confrontadas con un real que disponga un viaje de guerra con puerto final en el dolor y la muerte. El cuerpo presidido por quién eligió, en el paroxismo democrático de lo digital, al presidente del ejecutivo, por un tweet, representa a las provincias, preexistentes a la Nación, sometidas y ahogadas a la discrecionalidad de su excelencia, la gerenta máxima de indigencia y pobreza. Son millones, la mitad de la población, y mucho más aún sí se escinde al AMBA (donde residen los verdaderos habitantes de la casta), de integrantes famélicos de la horda, a la que se quiere travestir de ciudadanos, de pueblo o comunidad, más los tantos que se auto-perciben tales, los que sobrevivimos cotidianamente, al destino inexorable al que estamos condenados, a los únicos efectos de estar lejos del gobierno, de las decisiones y por el temor, de devorarnos a la ama, en esta singularidad, empoderada, que nos ha castrado, en términos políticos, y por ende democráticos y republicanos. 
Explotando nuestra falta emancipatoria (tal como el proceso inflacionario), el deseo asomado, que aún no se expande cómo identidad, los demiurgos nos conducen al copiar y pegar, tal como la casi totalidad de nuestra historia. Nada mejor que reversionar el preámbulo del manifiesto comunista, "el fantasma que recorre las indias y no Europa, no es el comunismo, sino la derecha o el fascismo". Ocluida la discusión, sin las condiciones materiales para dar un debate (ni siquiera de ideas, sino al menos de sensaciones o de emotividades), sumidos en la pobreza más espeluznante, la elección no es más que la muerte abrupta y violenta, por un exceso de lo que fuere, o la inanición desesperante de saber que en la agonía del minuto a minuto, nuestros hijos vivirán peor que nuestros padres.
Así como décadas atrás el Senado argentino fue el escenario de un crimen perpetrado en plena sesión, hecho histórico reversionado por la pélicula "Asesinato en el Senado de la Nación" desde hace un tiempo largo, en tal recinto se comete a diario, y en continuado la extensión y extensividad de la pobreza, por fuera del cordón unitario de los límites geográficos de la capital y conurbabo, hoy resignificado como AMBA, por los mismos que dicen que la batalla está en la semántica, en el género, en la izquierda y la derecha y todas aquellas fantasmagorías de los privilegiados de clase o desclasados, pero que comen y muy bien, a diario. 
El pobricio, la figura normativa ingente o proyectada, que debiera establecer pena para quién o quiénes propician bajo la promoción o no mitigación de la pobreza, la mutilación o el exterminio a escala de genocidio de millones para mantenernos alejados del poder, de sus decisiones y de la libertad a la que nos privan, tendría que tener consistencia teórica y tipificación práctica. 
Ningún foro, esquina, congreso, simposio, recinto, agrupación de seres humanos, debiera tener una prioridad mayor que está misma de pensarnos en relación a la pobreza que nos empobrece en la medida que no nos encargamos de la misma, resolución posible a la que nos alejamos, a medida que excusas diversas mediante, nos imponemos otras temáticas que distorsionan nuestras posibilidades reales de ser humanos.
La existencia definida entonces como aquello que surge en un espacio definido y por ende en un tiempo dado, debe suprimir, o pervivir, más allá del fenómeno mismo del propio existir. La pobreza que toleramos democráticamente, que posponemos, en una atemporalidad irresoluta de poder asumirla o erradicarla, debe su razón de ser, a que exista, manifiestamente, concreta y específicamente.

Es decir, en nombre de los derechos que algunos ansiamos tener, como ampliar (una vez que se pueda comer, todo lo otro es prácticamente secundario o llega después) necesitamos, la instancia posterior, el inicio de ese tiempo, que nos garantiza lo democrático, para que luego de la elección, se atiendan las circunstancias de una pobreza real, es decir de un fenómeno físico, tangible que está ocurriendo y que no nos afecta más que en un sentido moral o espiritual.

Por esta misma razón, es decir a los únicos efectos de desentrañar la trampa de este dispositivo, es que se considera que a lo único que deberíamos abocarnos como personas participantes de lo público, es precisamente a zanjar la inhumanidad que la pobreza del otro sólo nos afecta en un nivel o grado que no sea el que nos golpee de la manera más efectiva para que actuemos en consecuencia.

No podemos, los que comemos, atender circunstancias de espacio y de tiempo, para justificar nuestra inacción ante el que no come. Plantear las argucias institucionales, cuando no democráticas y blindadas por una pseudo libertad, ganada,  derechos humanos mediante, para seguir suprimiendo, en el espacio y tiempo, inexistentes, a los que condenamos a los millones de seres humanos, a la calamidad de la pobreza.

Reducimos el espacio y el tiempo, es decir dotados de inexistencia humana a millones de seres humanos, a los que condenamos a que traten de comer a diario. Merced a este accionar, sin embargo, nos creemos con razón y derecho, para hacer otras cosas, en ese mismo espacio y tiempo, del que expulsamos a esos hermanos, y no conforme con esto, queremos, pretendemos, ansiamos, una eternidad imposible, u otro mundo, en donde claro, tengamos siempre resuelta la cuestión del comer cotidiano, dado que no existiríamos, como no existen los pobres, sin un pan en los labios o bajo el brazo.

En sentido contrario, los que juegan con las categorías, ideológicas, sexuales o territoriales y geográficas, no hacen más que confirmar que son los y las responsables del "pobricidio" al que estamos sometidos, y por el que alguna vez serán juzgados, y la historia como narrativa política, se acomodará a tal guión y libreto dejando por sentado tal testimonio de lo que serán nuestros pasos. 

 


Por Francisco Tomás González Cabañas.   
 

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