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CINE

3 de agosto de 2021

Fräulein Marx: esa Romola cómo mola…

Crítica de la película ahora en cartelera sobre la hija menor de Karl Marx, lanzados como parece que estamos a penetrar en este territorio tabú desde que Raoul Peck abrió hace unos años el melón (https://hyperbole.es/2018/01/portrait-of-marx-as-a-young-man/), por Óscar Sánchez Vadillo.

 

… ¡Se merece una ola! Yo a Romola Garai ya la admiraba (en el sentido más humano, pero también en el más erótico del término) desde que la conocí en The Hour, una serie demasiado inteligente para mi, cuyos rápidos diálogos tuve que abandonar enseguida porque no pillaba ni las comas, que le daba al Rewind, de verdad de verdad os digo, y seguía sin enterarme de nada. En cambio aquí, con Romola de robusta hija de Dios, creo que lo he entendido algo mejor. La película, ya sabéis, trata de lo que Juan Goytisolo denominó en España La saga de los Marx, y en este aspecto hay que decir que han dulcificado los datos considerablemente. Las pocas secuencias en que se manifiesta Dios no debieron ser tan idílicas como en la película, puesto que aquella familia lo pasó mal, mucho peor de lo que se nos da a entender en esta cinta. Pero no importa, ya que el fin de esta historia es venir a demostrarnos una gran verdad que me ha dejado sin respiración, de lo cierta que es, de lo triste que es también a su manera. Y tal verdad es la siguiente: aunque formes parte eminente de la descendencia del Gran Hombre, como en el caso de Eleanor Marx, la ciencia infalible -Wissenschaft- que necesariamente has heredado por sangre no te sirve en absoluto de vacuna ante lo que Gilles Deleuze llamaba “la potencia de lo falso”. Bien, bien, seré sincero, la película no trata exactamente de eso, la película trata acerca en realidad de la superior capacidad femenina de amar y cuidar por encima de cualquier consideración moral e ideológica, pero como esto ya lo sabíamos de mil películas más -al llegar a casa tras el cine he visto Westen (al otro lado del Muro), que describe el desplazamiento político de una mujer valiente y preciosa también-, quiero subrayar ahora mi otra lectura particular aquí. Tussy Marx, en efecto, sufrió de eso, sufrió no solo de tener que someterse al sacrificio ritual y consuetudinario de la mujer hacia el hombre, esa terrible subordinación incluso dentro de la clase subordinada, como nos recuerdan en off citando casi literalmente a Flora Tristán, es que además hubo de hacerlo por un mentiroso, por un farsante, por ese the great pretender que nos cantaba Freddie Mercury. Todo un reto, por tanto. Imagina que perteneces a la familia que más ha creído en la Salvación por la Verdad del s. XIX, y que vas y te amancebas con un señor que parece muy sofisticado, muy contenido y respetuoso, pero que es más falso que Judas. En un plano estrictamente filosófico, ese es el tema profundo de Miss Marx, al margen del feminismo, y por eso debéis ir a verla.    

 

Eleanor Marx fue perfectamente consciente de que se había arrejuntado con un perverso, con un inmoral, pero su amor era tan incondicional que le pone a él por delante de sí misma. En un discurso del propio film (hay un poco demasiada autoexplicación en la película, pero está bien, no me quejo), la hija predilecta del Dios Secular llega a decir que en un estado socialista de condición humana prevalecerá la monogamia, por motivos puramente materiales, si se quiere, de modo que ella se ciñe estrictamente a esa deducción dialéctica. Sin embargo, su pareja no lo hace, a su pareja las deducciones marxianas o marxistas no le tocan ni mucho ni poco, él está como revestido de teflón. No es, de ningún modo, un mal hombre, solamente es un vividor, un jeta filo-burgués, un artista no del hambre, como el de Kafka, sino de la saciedad. Pero Romola le quiere, Romola está aún demasiado lejos del actual desprecio y recambio técnico (si tu churri no te engrana bien, busca una pieza mejor) del denominado “amor líquido”, así que termina por pagarlo caro. Pero ya digo, eso no es lo gordo, eso lo ve cualquiera y no hace más que enmarcar Miss Marx en un tipo de oferta cinematográfica que ya es ubicua, con no poco reconocimiento de taquilla y suculentos premios. Lo gordo es el subtema, eso de qué hacer si eres una filósofa, auténtica y engagée, y por bromas del destino te toca amar a un embaucador, a un esteta, a alguien capaz incluso de convencerte para interpretar el papel de Nora en Casa de muñecas de Ibsen, como si Nora fuera únicamente un personaje teatral y no tú misma en tu vida diaria con el dichoso y atractivo seductor. 

 

Fräulein Marx, o sea Miss Marx, es una estupenda película de Susanna Nicchiarelli que ciertamente se ha partido los cuernos -va sin segundas- en mostrarnos un Fin de siécle realista y adamascado como yo no lo había visto jamás, con abundancia de planos cenitales y una escena de Romola llorando boca arriba con el pelo untado de henna esmeralda (que casi parece She-Hulk…) sobre lienzo blanco digna de un Tarkovsky. El drama que plantea, sin embargo, es previo y es más tremendo, a mi modo de ver, que el feminismo o que el propio marxismo, un drama que atormentaba ya a Platón. Y ese es de preguntarse qué posibilidades pueda tener la pobre y huérfana honradez cuando se enfrenta al simulacro o al fake... 

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