POLíTICA
1 de julio de 2021
Andresito sí, Don Julio Romero no.
El kirchnerismo como estandarte de la faz agonal de la política, se sirvió de la táctica por aquel entonces truncamente utilizada por la montonera izquierdista del “entrismo” para, lograr hacer eje en el peronismo en general o el justicialismo. Esto es lo que de un tiempo a esta parte está en discusión o en debate. No sólo por lo que pueda representar un determinado partido o movimiento político o corpus ideológico, sino por lo que significa para el sistema político y social de aquí en adelante. Lo refrendaron recientemente intelectuales y artistas, señalando el llamativo apego que no se guardan en ocultar, los jerarcas K con respecto a países que adoptaron, ipso facto por disposición de sus respectivos líderes, tipos de gobiernos definidamente autocráticos. Esta curiosa predilección yuxtapone una decisión excluyente. En buen romance, determina que los estados que optan por un sistema autocrático, se alejan indefectiblemente de la democracia como sistema, como modelo, como expresión, como conjunto de valores y en tal caso como disponibilidad para un deseo colectivo que confeccione prioridades y construya mayorías bajo términos democráticos.
Rusia, China, Venezuela y Cuba, son las referencias de los políticos que en nombre del peronismo, vuelven a gobernar la Argentina, en donde naturalmente nos inyectan desde sus vacunas, hasta sus ideologías y formatos culturales.
Corrientes, a medio camino de Buenos Aires y Asunción, no podía permanecer al margen de la narrativa histórica, del sesgo intencional y de la trama política que surcan el día a día del millón de correntinos en la provincia, como del millón fuera.
Así como en los tiempos previos a la Nación, desde la expresión de los comuneros que se había planteado en Paraguay y se adoptó para no depender de la centralidad porteña pasando por la declaración misma de la independencia, sea de la liga de los pueblos libres o por el congreso de Tucumán, hasta los años previos a la constitución nacional, en donde se disputó la navegación de los ríos interiores (hidrovía), las aduanas y derechos de exportación, Corrientes siempre pujó y puja por que se respete la identidad propia de un pueblo con su historia y la posibilidad de que dentro de un contexto nacional, regional y continental, las decisiones las tomemos los correntinos, mediante nuestros representantes y gobernantes, a los que elegimos democráticamente.
En el afán de hacer héroe a Andresito (heroicidad que podría incluso ser considerada) el Kirchnerismo, por su concepción agonal, adversarial de la política (inoculada como no podía ser de otra manera, por un teórico Europeizado como lo fue Laclau y su esposa europea Moufflé, como muchos pensadores argentinos que se dejan consumir por la izquierda europea sin pensar antes en las categorías de nuestras tierras que están por detrás o antes de tales divisiones) deja inmediatamente de lado, como contra espejo, el homenaje, la estatua, el recordatorio que se le debe al último gobernador peronista de la provincia de Corrientes, que como si fuese poco, fue despojado de su cargo por el último gobierno militar.
No sólo que Andresito, el único voto que tuvo fue de Artigas para gobernar Corrientes, a diferencia de los miles que colectó Don Julio Romero, sino que para el requecho de hierros transformados en arte y emplazados en la costanera correntina, la entonces mujer de un ex ministro K (hoy con prisión domiciliaria) envío a un grupo de “artistas” del conurbano bonaerense para la realización de tal “obra”.
Con la misma lógica empleada por los centralistas, por los unitarios, que envían desde el virreinato del conurbano bonaerense a un interventor del PJ Corrientes, para que arme las listas electorales, el mensaje subyacente siempre es el mismo.
Nosotros no podemos tomar nuestras decisiones, ni políticas, ni culturales, históricas ni estéticas ni las que tengan que ver con peticionar por la instalación de uno u otro busto. Solamente debemos obedecer lo que nos indican, y a tales efectos nos envían sus interventores, sus delegados, sus tuteladores, para que no osemos en insurreccionarnos y pretender tomar nuestras propias determinaciones (ser libres o emanciparnos sería decir demasiado o tomar las palabras que los opresores usan como para justificar la opresión a la que nos pretenden seguir sometiendo).
Así nos fue en la guerra de la triple alianza, o guerra grande, cuando desde el centralismo porteño se nos requirió que pongamos los tesoros despojados, las mujeres secuestradas y violadas, la sangre derramada y el enfrentamiento con el pueblo guaraní, para que un siglo después, el mismo centralismo unitario (nada más que de otro color o de izquierda a la versión eurocéntrica que domina la cabeza de los porteños) nos diga que poco más que fuimos los responsables de haber ejecutado al Mariscal en Cerro Corá y haberle dado muerte a él y su patria.
Así tales interventores quieren que se interpongan recursos para no votar, so pretexto de tantas cosas, volvamos a aquellos tiempos en donde no tuvimos la posibilidad de elegir a nuestros representantes y gobernantes.
Es por esto que recuerdan a los que no fueron ungidos por el voto popular, por el soberano, por el correntino y la correntina como dirían ellos (cómo sí el respeto a la mujer o el plano de igualdad se lo da solamente el acabar con la letra a), generando el olvido, ocluyendo el recuerdo de los gobernantes a los que sí votamos alguna vez.
Esta es la razón por la que el último gobernador peronista no tiene ni una mísera calle en un barrio perdido de la Ciudad habiendo tenido la misma intendentes “peronistas”, un busto en una plaza o una plaqueta en un edificio o delegación nacional, es por esto que no quieren que votemos, que cuestionan la convocatoria a una elección provincial.
Nos quieren inocular, de a poquito, la pócima autocrática que admiran y que determina su concepción de la historia y de la política.
Es por esto que los adeptos locales, que sus personeros, cuando se les dice y plantea para dar la discusión, no la brindan, ni la dan. No por brutos o por temerosos, sino porque están convencidos de que la democracia, que contempla el intercambio de ideas, no es para ellos el mejor de los sistemas posibles.
En cada acto de homenaje, de puesta de valor de lo histórico, se sigue jugando lo mismo, sí los correntinos tenemos o no el derecho a tomar nuestras propias decisiones y no solamente obedecer lo que se nos dice o manda a decir desde el puerto o su nueva terminal el conurbano bonaerense.
Por Francisco Tomás González Cabañas.
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