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  • 20º

POLíTICA

24 de julio de 2020

Entre “Mate cosido” y Delio.

Cantan los poetas, desde hace un tiempo en la oficialidad política y la corrección, acerca de las desventuras de insurrectos y asaltantes de décadas atrás. Empoderados por el valor, romántico y populista, que resignifica la lectura de personajes por fuera de la ley, los rescatan de tal clandestinidad, para brindarles la satina de qué aquella transgresión no sólo estuvo bien, sino que era lo que se debía hacer. Por supuesto que con el mismo ahínco defienden, que con la llegada de “ellos” al poder, nada se debe hacer por fuera de esa ley, que hoy a rajatabla siquiera verbalmente se puede cuestionar. Los herederos de Delio, aquel fiscal, que con su accionar normativo, transformó en leyenda al hombre de a pie o marginal, no debieran tener duda alguna en que bando, en la actualidad, pertenecer.

Subvertir el orden establecido, ha sido y es, una empresa redituable sólo en un futuro, próximo o lejano, que no se condice con un presente al que siempre le será distante. 

 

Por citar un ejemplo. Un miembro de la grey de los otrora insurrectos, se presenta cómo concejal por la ciudad que, derrota electoral mediante, dejó de gobernar. Lo hace por un partido que no es el suyo, por problemas de juridicidad, llega al espacio de representación, en donde debe ganarse el sueldo, por la oficialidad normativa que le impone, presentar proyectos de ordenanza, de resolución o de comunicación.

 

A los seis meses de anidar en su poltrona, con la experiencia que le pudo haber dado, haber sido Diputado Provincial, Senador Nacional y Diputado Nacional, el registro llevado a cabo, brinda el resultado de que el concejal no presentó ningún proyecto de ninguna índole ni naturaleza. 

 

Tal como el bandolero rural, apodado “Mate cosido” porque llevaba una gran cicatriz en su cabeza, su émulo subvierte lo institucional y lo establecido. No importa que lo hayan votado para que legisle y para que trabaje en tal sentido. Para que prioritariamente él, o por interpósitas personas (también pagadas por el estado que somos todos) hagan lo que tengan que hacer, es decir, lisa y llanamente presentar proyectos en el concejo deliberante. De aquella pistola en mano, a los actuales “smartphones” o teléfonos inteligentes, se dispara igual. Se fatigan las redes sociales “denunciando” desaciertos políticos u operando lugares mejores, exilios con mejores sueldos pagos, para representar, por la “democrática” lapicera los intereses que no se supieron defender desde la banca de concejal. 

 

“No fue magia” dirá el adagio de lo “nacional y popular”. Construirán desde la épica de una ley que a ellos nos los comprende, porque son moralmente superiores, o porque aman más o aprendieron a dejar de odiar, que hicieron otras cosas más importantes que lo vano establecido y normativo. Dirán que se reunieron con vecinos, que manifestaron las injusticias vía redes sociales, que hasta se animaron a denunciar ante una justicia siempre adicta y parcial.

 

“Aná cuá” en guaraní se traduce como la cueva del diablo. La característica primordial del demonio es que subvierte lo dado, lo establecido. En su origen de ángel bueno se convierte en su contrario, haciendo lo opuesto a lo que se propone, a lo que se establece, a lo que debiera ser en lo que se plantea como lo bueno. 

 

No se les puede pedir otra cosa, a quiénes, sienten así vivir la vida y pararse ante el mundo, por más estrecho que este sea. Tendrán a flor de piel, el caracterizar, el señalar, el estigmatizar a los otros, que no ven las cosas como ellos, como haraganes porque hacen (lo que se debe hacer) lo que ellos no , como odiadores porque quieren otras perspectivas, otras visiones y otras sensaciones, pero bien ganado tienen su lugar en esta vida, como seguramente en la otra, en donde deberán dar cuenta o no, ante un dios que lo perdone todo, la razón de tal obrar. 

 

El problema son los herederos de Delio. Aquel fiscal, que más allá de su descendencia real, dejó la otra, la simbólica, la más contundente y locuaz. 

 

No pueden ser tan pocos, ni tan silentes, los que respetando lo establecido, el orden instituido y constituido, la política de la institucionalidad, sigan mudos y callados, sin siquiera espetar al concejal cómo símbolo, que no hizo su trabajo y que por ello se ganó un lugar en lo más granado de los conchabos de lo que se dice nacional y popular. 

 

La ley se debe aplicar. De lo contrario queda como mera expresión enunciativa, como manifestación literaria, como vago deseo de una propuesta insustancial. 

 

No son tiempos sencillos para especular con tácticas que no vayan en el sentido de dejar en claro, qué es lo que se debe hacer si es que se ocupa un espacio de representación institucional. No se puede dejar pasar, que el premio político, se funda y fundamenta en no cumplimentar lo establecido. 

 

Licurgo decía: “Hay un solo delito infamante para el ciudadano: que en la lucha en que se deciden los destinos de Esparta él no esté en ninguno de los bandos o esté en los dos”. Esta era, para Perón, la más sabia de las leyes que Licurgo había entregado a Esparta. 

 

Por Francisco Tomás González Cabañas.

 

    

 

 

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