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ACTUALIDAD

13 de mayo de 2020

“El fin del análisis tiene que ver con dejar de poner la falta en mí para librar de ella al Otro”.

Entrevista a Daniel Omar Stchigel Licenciado y Doctor en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires (UBA), y Profesor Universitario por la Universidad Argentina John F. Kennedy. Participará del Congreso virtual de Psicología junto a autores como el Licenciado Alejandro Segura Chávez y el ensayista Francisco Tomás González Cabañas.

Una de sus obras, recobra actualidad en estos tiempos, como casi toda, pero en particular su libro "Lacan y la cibernética", le pedimos para los que no tomaron contacto con el libro, sí nos puede hacer una breve semblanza del mismo.

Lacan y la cibernética es mi Tesis de Magisterio en Psicoanálisis. Desde los doce años fui un enamorado de la ciencia. A los trece años ya sabía de memoria las ecuaciones de la Teoría de la Relatividad de Einstein. Fui un incansable lector de libros de divulgación científica. Cuando pasaba mis vacaciones en Miramar, una ciudad de la Costa Atlántica, compraba y leía ejemplares usados de Investigación y Ciencia. Recuerdo un número en el cual el matemático Martín Gardner recomendaba un libro revolucionario, llamado Gödel, Escher, Bach. Un eterno y grácil bucle. Vuelto a Buenos Aires, me enteré que una librería lo vendía en su reciente traducción al castellano. Allí, el autor, Douglas Hofstadter, desarrollaba una teoría acerca de la mente basada en modelos matemáticos tomados de la teoría matemática de la computación. Pasados muchos años, mientras daba clases en la Universidad Argentina John F. Kennedy, un alumno me pidió que dirigiera su trabajo final. Como el muchacho, Gustavo Kerzul, era admirador de Lacan, de quien yo conocía muy poco, me prestó un libro llamado Extimidad, de Jacques Allan Miller. Me impactó ver un autor que ordenaba sus ideas acerca del funcionamiento del inconsciente utilizando símbolos algebraicos. Ello hizo que me decidiera a abordar los seminarios de Lacan, y cuando tuve oportunidad cursé el Magisterio en Psicoanálisis. Llegado el momento de presentar mi tesis, buscando un tema poco abordado, me decidí por el Seminario 2. Allí Lacan retoma un libro del fundador de la cibernética, Norbert Wiener, que yo había leído durante mis incursiones en el tema del comportamiento de los organismos y de las máquinas inteligentes. Wiener señala que lo que Freud llamaba “compulsión a la repetición" podía considerarse equivalente a un sistema que, ante un problema irresoluble, entra en un funcionamiento en bucle, sin encontrar un punto de salida. Eso se debería a la falta de un elemento que permitiera al sistema completar la cadena que a una máquina le permite encontrar una resolución que termine en una acción determinada. Lacan retoma este concepto y señala que eso es lo que observamos en una neurosis. Fue esa observación lo que me hizo pensar que Lacan intentaba abordar los problemas psicológicos con la misma rigurosidad con la cual Hofstadter intentaba elaborar una teoría matemática del funcionamiento de la mente. Sin embargo, en Lacan existía un elemento que era dejado de lado en la consideración de las teorías cognitivistas: el sufrimiento. Una máquina en bucle se desgastaría termodinámicamente al funcionar en bucle, pero no sufriría. Lo genial de Lacan es haber notado que un organismo sensible al lenguaje, cuando por falta de un elemento lingüístico entra en un bucle, sufre. Esa extraña combinación del ser hablante entre organismo viviente y máquina simbólica es lo que quise estudiar en ese libro.

Es muy conocida, como polémica, y argumentada, su posición con respecto al aborto o interrupción del embarazo, ¿nos podría dejar unas líneas de síntesis de su posición?. 

 

Mi posición acerca del tema del aborto, ante todo, no es jurídica. Yo no soy abogado. Tampoco es religiosa. No soy practicante de ninguna religión. El único Dios en el que podría decir que creo es la estructura lógica de las leyes del Universo. Plantear un debate en términos universales tampoco me parece lo mejor. Cada caso es particular. Además, no es lo mismo aceptar que una mujer embarazada caiga en la desesperación y opte por interrumpir un embarazo no deseado, y no juzgarla por ello, que considerar que lo que hizo es para aplaudir y festejar, pues ha realizado un acto de libre disposición sobre su cuerpo. Los seres humanos, como lo sabe cualquier psicoanalista, actúan guiados por una lógica que ellos mismos desconocen, y luego, al ser interrogados, dan razones. Esas razones se construyen para el caso, y si hay algo que no tolero es que se presenten como verdades universales. Ningún hecho de descripción puede justificar un acto de decisión. Del ser no se deduce el deber. Por ejemplo, se suele plantear en ética un problema imaginario: si te hubieras cruzado con Hitler y hubieras sabido en qué se convertiría, ¿lo habrías matado? Yo contestaría que no. Tal vez lo hubiera felicitado por sus pinturas, y habría luchado por convertirlo en un pintor reconocido y no en un dictador. Como vemos, hay dilemas que son tramposos. Volviendo a nuestro tema, primero, yo no sé que haría si fuera mujer y tuviera un embarazo no deseado. Es imposible saberlo. Cuando se pide tomar partido por un tema en general, sólo contamos con nuestros sentimientos y con nuestros argumentos. Lo único que puedo afirmar con certeza es que hay vida humana desde el momento de la concepción, pues hay un conjunto completo de cromosomas en un óvulo en desarrollo con las plenas potencialidades para convertirse en un humano adulto si se le permite hacerlo. Por supuesto puede haber abortos espontáneos. Un médico tratará de evitarlos, pero no forzarlos, pues eso sería ir en contra del juramento hipocrático, que establece, ante todo, no dañar. Lo más perverso del asunto del aborto legal, gratuito y libre, es que no es una libre decisión de la embarazada, si debe acudir a un tercero para hacerlo. ¿Por qué un médico debería ser el encargado de satisfacer ese derecho? Tampoco sería universal, si el padre, que algo tuvo que ver en ello, no puede decidir ni se le pide opinión. Ni gratuito, pues lo pagan los contribuyentes con sus impuestos. Es un tema en el que se esgrimen argumentos muy locos. Que un biólogo importante como Kornblihtt haya dicho que un feto es como la placenta, un saco de células, es aberrante. Que argumente que sólo una vida que se valga por sí sola tiene derechos, cuando un recién nacido claramente depende de otros para sobrevivir, es irracional. No he encontrado un solo argumento, del lado del niño en gestación, que avale el aborto como un derecho humano.

 

¿Es posible el alta terapeútica? ¿Cómo se da el fin del análisis, en caso de que exista el mismo?

 

Como no soy psicoanalista, lo del alta no es algo que haya debido practicar. Pero, como paciente, fui yo quien se dio el alta a sí mismo, y no debido a una interpretación hecha por mi analista, sino por un tercero. Como el análisis es algo que tiene lugar en relación con el Otro, que es la estructura de nuestras referencias de saber sobre nosotros y los demás, el análisis no es algo que pase en el interior del analizante ni en relación exclusiva con un determinado analista. El análisis es algo que se da entre dos, o entre más de dos, y hasta puede suceder sin que el terapeuta se entere. Muchas veces hay cura en el sentido psicoanalítico mientras se está bajo un tratamiento con un terapeuta que no es psicoanalista, pero que se ha convertido en tal para el paciente o cliente sin que los dos estén enterados. Si volvemos al tema del bucle cibernético, a veces se trata de poder decir lo que era imposible, no porque no se tenía la palabra, sino porque no podía encadenarse con otra que la exigía y a la vez la excluía, como madre golpeadora, o padre alcohólico. Incluso, como en mi caso personal, psicoanalista estafador. El fin del análisis tiene que ver con dejar de poner la falta en mí para librar de ella al Otro. Una vez que lo imposible pasa a ser un hecho, el analista deja de ser sustentado en su lugar por un saber supuesto que no tenía, y como objeto causa del deseo de saber qué me pasa, es simplemente desechado, como un yeso cuando el hueso ha sanado. Tiene que haber un alta, si queremos usar el término médico, porque no sería lógico querer seguir con el yeso para siempre, ni guardar sus trozos con cariño cuando nos fue quitado. 

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