Lunes 30 de Junio de 2025

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8 de octubre de 2019

Deconstruir a Perón.

En el mismo día que nacía Juan Domingo, moría bastantes años después el filósofo Jacques Derrida. Y para aquellos que se resienten al tratar de ver, entender y comprender el nexo determinante entre política y filosofía (algo que entendió el General cuando creó, gestó y cerró el congreso mundial de filosofía en Mendoza en 1949, con el texto que conocemos como “la comunidad organizada”) el siguiente es otro de los tantos ejemplos de un maridaje que se complementa de cabo a rabo, por la intrínseca condición humana.

Nos proponía Derrida, en su concepción de la deconstrucción que pensemos en los términos de algunas cosas que desborden la representación. Lo que está pospuesto es el significado mismo de eso que se quiere, señalar, definir o absolutizar, encerrándolo en un vocablo. Tal postergación, mediante una cadena de elementos significadores, hacen posible el contexto en donde podría tener sentido que se fugue, aquello que deseamos, anhelamos, tan profundamente tenerlo acotado en el margen de espacio y de tiempo. Bajo nuestra propuesta categorial, lo que se difiere, se posterga, se prorroga, en relación a lo furtivo de la pobreza, es mediante, lo democrático, que funge como un valioso catalizador, una suerte de talismán, en donde, se yuxtaponen, constituyéndose así, ambos, en esta relación pervertida como perversa, para que no puedan significar ambas otra cosa; males necesarios, conceptos en el orden de lo real, irreducibles, inmodificables e indispensables de los que no nos podemos desentendernos, desembarazarnos ni mucho menos, deshacernos de los mismos, en tren de tener (dado que no cabe, ni nos permitimos siquiera anhelar) algo mejor que las postergaciones, los diferimientos a los que no condenamos mediante la Différance (término clave en la filosofía de Derrida) entre pobreza y democracia. En la ausencia de un partido, de un dispositivo cultural que lo piense y que lo trabaje. 

No, no estamos hablando ni en difícil, ni en vocabulario técnico, o para el regocijo de minorías ilustradas, que al tener todo lo demás resuelto, pretenden que vuele algo más elevado lo que haya cultivado con su intelectualidad. Hablamos de lo que sucede todos los días, con esas barriadas, que más o menos habitualmente, usted ve, cerca de sus reductos, en vivo y en directo, o mediante una interfaz comunicacional. Hablamos de esa pobreza, a la que usted teme, no tanto en caer, sino más que en nada, ser presa, o víctima, de su resaca, o de su resultante, que producto del azar, o del olvido momentáneo de ese dios (al que después perdonara), pueda terminar siendo, merced de un arrebato, de una entradera, escruche, o cualquier tipo de abuso violento, que consciente o inconscientemente, asocia, como un circuito entre pobreza-marginalidad y delincuencia-criminalidad. La democracia es para usted, precisamente esto. Lo que no puede serle resuelto, para que pueda gozar, en lo que cree que ha ganado, con justicia y merecimiento (no hablamos ni de ética ni de honestidad) pero que al menos lo puede mencionar, lo puede exclamar, rezongar y solicitar, teniendo siempre enfrente, un político, que a sabiendas del imposible que pide, le miente, a la carta, por pedido suyo diciéndole que sí lo vota, lo resolverá. 

La democracia es para la pobreza, el placebo, que al no generar acción específica alguna, perpetúa en tal inacción la flagrancia del cuadro. La pobreza es para la democracia, la excusa perfecta para que cabalguen en el mando, los estultos, flagrantes, que corresponden a la situación con la misma medicina.

Deconstruir del peronismo, sería, reducirlo a su expresión esencial. En el actual contexto, sería tener como prioridad política, sacar a la mayor cantidad de gente posible, en el menor tiempo, de la pobreza y la marginalidad. Todo el resto es mística o historicismo o sentimentalismo peronista, no debe ser confundido con el peronismo electoral, ese del que se nutren los sinvergüenzas de turno, para tocarle las fibras íntimas a los que pueden tener una relación, sobre todo pasional con el peronismo y en base a tal conexión le pretenden arrancar el voto y girarlo, negociarlo en las mesas de poder. 

Ningún partido político (entendiendo que el peronismo es un dispositivo cultural más que electoral, que trasciende lo partidocrático) que tenga ese “peronismo” como base de sustentación querrá algo mejor para los más humildes. Los herederos del fundador del peronismo, de lo único que saben es de repartirse entre ellos los privilegios y honores de tal fabulosa herencia, no quieres que ingrese nadie más, ni a la distribución, ni a la vida dignidad o inclusiva que represente algo distinto al mundo de castas e intereses en el que han caído y del que no van a salir, hasta que mueran.

Deconstruir el peronismo es en caso de haberlo heredado, no llamarse más como tal, para evitar ser negociado por los traficantes de ilusiones que a tal extremo pretenden llevar las cosas que muchos de ellos estarían en condiciones de crear un partido penitenciario con el san Benito del peronismo, deconstruir el peronismo, es reducirlo a la máxima, al principio, al adagio, que en el menor tiempo posible, se debe sacar a la mayor cantidad de gente de la pobreza y la marginalidad, y llevarlo a otros partidos, a otras expresiones, movimientos e ideologías que no estén tan contaminadas, semántica como conceptualmente y que respeten, avalen y consideres a seres humanos que elijan algo más para sus vidas públicas que el vivir como un sibarita, derrochando la herencia que le pudo haber tocado en suerte.

Ser peronista, luego de Perón y de Derrida, es deconstruirse en sus máximas y aferrarse entera y fielmente por trabajar en pos de que en el menor tiempo posible mayor cantidad de personas, salgan de la pobreza, más allá del sentimentalismo que nos puede despertar el peronismo como cuestión de fe o cómo perspectiva nostálgica. 

Un peronismo pensado, razonado y democrático, debe contemplar por sobre todas las cosas, el sortear, de la forma que fuese, la indignidad de la pobreza, que distorsiona la propia razón de ser de la condición humana. 

    

Por Francisco Tomás González Cabañas. 

 

 

 

 

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