ANÁLISIS
20 de junio de 2019
Se dio vuelta la taba.
Lo jugaban en la Grecia antigua, como en nuestras pampas. El juego, como un “ser en el mundo”, es una manifestación meridiana del existir de lo humano en la mundanidad. Mediante reglas, preestablecidas y socialmente aceptadas, lo lúdico, escapa, poéticamente, pero con más diversión y vértigo, a la cientificidad y al automatismo sesgado y totalitario, que de tanto en tanto se convierte en una tentación irrefrenable para los seres humanos. El juego, conlleva dentro de sí, cierta incertidumbre tolerable, que hace, que ciertos aspectos o pliegues del fenómeno de la humanidad y sus compases, se nos escapen a la mirada corta y larga.
La timba, en la que se nos termina transformando la vida, mal o bien que nos pese, nos da señalamientos claros, nos marca, hacia donde conspira, en qué sentido los insondables vientos nos serán más propicios para que marchemos o hagamos marchar nuestra humanidad a ese norte más claro.
A días de que la Argentinidad y cada uno de nosotros integrantes de la misma, con cada parte que la constituye, pongamos en juego, en el juego político, en el juego electoral, en el juego democrático, los destinos de nuestra patria, tenemos una conformación del escenario, del panorama, de la composición, del juego eleccionario, que creemos nos señala a las claras, hacia donde nos indica la suerte que debemos realizar la jugada individual, que en la suma, será la jugada colectiva.
Tanto los mercados, independientemente de la relación o la percepción que tengamos de los mismos, siempre condicionantes, como los círculos, más allá de sus colores y de sus segmentaciones, como la traducción política de un deconstruir, de un relanzar, de un recomponer de las integraciones de los distintos frentes políticos que se proponen en el juego electoral, nos brindan a la claras, una lectura, que nos invita a pensar, que el cambio empieza a ser más evidente, como contundente, a razón de haber transitado una maceración dura como necesaria, y de estar recomponiéndose a tiempo, en su amplitud como generosidad, que más temprano que tarde continuará, traduciéndose en los resultados, a los que siempre le terminamos dando mayor entidad e importancia de la que tienen, sin dar cuenta que son parte de un transcurrir más largo y subterráneo.
Tal vez no sean estas palabras, guiadas por un “logos” o un “ethos” de acuerdo a la semántica Aristotélica, en su retórica, sino más bien conducida por un “pathos” que tenga que ver también con el fenómeno humano. Tal como en el juego, en cualquiera de ellos, cuando en un determinado momento, la suerte cambia, se da vuelta la taba, de acuerdo a la mayoría de los sabios y los que así no han sido considerados, conviene acompañar, continuar, juntos por el cambio.
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