ANÁLISIS
13 de marzo de 2016
Somos sincretismo, somos viento.
Estaba a punto de morir por la espada; pero Artemis dio a los aqueos un ciervo a cambio de mí y me robó de ellos. Euripides, Ifigenia en Táuride, 414 a. C
Resulta extraño como las comunidades pueden autodestruirse por no permitir abrir sus límites –o mejor dicho- eliminarlos a bien de poder explorar la incertidumbre que duerme sobre el fin del horizonte, que deje de ser inteligible y que forme parte de la experiencia tangible, no se podría pretender una evolución social que no cuente con la experimentación de diferentes cosmovisiones de la percepción humana.
Corrientes se encuentra asentada sobre una cultura eminentemente sincrética pero delimitada por un concepto de justica occidental que no cuaja con la experiencia tangible de un pueblo de raíces paganas con inoculación occidental de verdad y justicia, un pueblo sincrético eurocéntrico. Choque de culturas como el que llevo a la muerte a Hipatia de Alejandría en marzo del años 216 d. C.
Muchos factores pueden llevar a una pausa social, a un no avance, de innovación, entre ellos encontramos la propia represión que encarnan los Estados –o mejor dicho- la estructura parasitaria de la política estatal. Dos conceptos fundamentales juegan un papel fundamental a la hora de comprender la estática de una comunidad, la endocultura entendida como un proceso de socialización por el cual los individuos adquieren un conjunto de cualidades psicológicas y culturales necesarios para funcionar como miembro del propio grupo (Berry,1993), que podemos clasificar en tres tipos: vertical, influencia de los padres, horizontal, influencia de los iguales o pares y oblicuo, otros adultos e instituciones de la propia sociedad. Entonces la endocultura tiene su origen dentro del circulo cercano de cada quien, saldremos al mundo con herramientas que nos permitirán relacionarnos con los demás y sobre todo con la realidad, reflexionar, pensar. Pero si a los conceptos agregamos experiencia es donde puede tornarse oscuro y perverso. Que el ejemplo de degradación social tenga nombre y apellido, pensemos en la endocultura de Ailín Aimara, una niña de 10 años que padece de labio leporino en estado avanzado, no sabe leer ni escribir, no tiene DNI, Clemencia, su mamá, tampoco sabe leer ni escribir. El ejemplo no es ficción y la pregunta obligada es ¿Con que herramientas endoculturales contara Ailin Aimara para afrontar la realidad? Obviamente que con ninguna al menos apropiada, será blanco fácil y carne de cañón para el festín de los parásitos de la política estatal.
Hemos visto cómo sintéticamente funciona la endocultura, es el momento de la exocultura, aquello que absorbemos del exterior, sobre todo los estereotipos definidos que se nos impone –o se quiere-, pero si no contamos con el anticuerpo de la endocultura se puede ser secuestrado por la infoxicación a la que nos exponen cada día los medios de comunicación que no nos permite pensar por nosotros mismos, es una de las razones básicas del por qué los gobiernos gastan millones y millones en propaganda que graciosamente llaman “pauta oficial”, con eslóganes de buenaventura casi románticos. Es una forma de estandarizar una comunidad para lograr un comportamiento homogéneo a la hora de votar, por ejemplo.
Entonces volvemos al principio cuando nos referíamos a la realidad cultural sincrética que nos toco, se puede tapar o censurar un mural que muestra a una mujer con poca ropa y mostrando los atributos que la naturaleza le dio por contrariar “valores”, que en realidad son estereotipos morales extranjeros que con maña, rigidez y conceptualización anquilosada propia de un sistema externo y conservador se filtra en la cultura autóctona, por lo tanto, el mural es malo pero el desfile de compasearas en situaciones aun mas excitantes al libido masculino y viceversa también, es parte de la “cultura” de nuestra tierra –o sea cultura sincrética y ancestral-. Lo mismo puede ocurrir con una sesión de fotos con locación en una iglesia, mientras los frescos en la Capilla Sixtina muestras figuras humanas con tetas, culos y pitos al aire, acá no podemos fotografiar una bailarina vestida mostrando su destreza en el arte de la danza.
Es indudable que tenemos una confusión sociológica-identitaria, todavía no sabemos si somos europeos de paso por tierra guaraní o somos el legado de los primeros pobladores, nos gusta el chamamé cantado en guaraní, nos gusta “sacar los demonios” en carnaval pero no un mural que muestre atributos femeninos.
Siguiendo a Gluckman deberíamos centrarnos en las “situaciones sociales”, que se entiende por ello a los incidentes referentes a serios y dramáticos conflictos vividos en el marco de relaciones sociales tensas e inestables – a las que muy a menudo denominada “trouble situations” (situaciones problema) En estas situaciones, decía, se podría observar como en ninguna otra la conexión entre coerción social y acción individual, puesto que en ellas se vive un momento límite en el que el marco normativo de la estructura social parece no ser capaz de asegurar la existencia pacífica de relaciones. En consecuencia, estas situaciones obligarían a los sujetos a “situarse”, esto es, paradójicamente tomar partido restringiendo su acción a una interpretación específica de los valores. Así, estas situaciones enseñan cómo los sujetos son constreñidos a adherirse a posturas, identidades y valores, pero movidos por el interés de solucionar sus propias necesidades y deseos: “tenemos entonces una restricción que constituye la libertad de construcción del mundo”.
Todo ello hasta que algo inusual y fuera del cálculo del estereotipo social impuesto aparece y rompe el espesor de la niebla incierta del horizonte. El mural podrá ser tapado y las fotografías quitadas de circulación, podrán no publicar este texto y no escuchar una composición musical, podrán callar al filosofo y al poeta, podrán no verlas danzar y tampoco una película, podrá no levantarse nunca el telón de una obra de teatro, el conservadurismo pacato es un árbol que no quiere moverse, pero el viento no lo deja, vendrán miles de vientos insistentes que sacudirán tanto al viejo árbol que terminara por caer. Y cuando el árbol caiga será un acto de justicia sincrético para Ailin Aimara. Y la rebelión será consumada.
Por Carlos Coria García.
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