Jueves 21 de Noviembre de 2024

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  • 20º

ANÁLISIS

23 de diciembre de 2015

Filosóficamente “Chamameceros”.

En tiempos de recogimiento espiritual, de recuerdos, de balances y con ellos, escarceos con el alma por aquello que logramos, lo que no, y finalmente en el encuentro fraterno con los seres queridos o los impostados, la individualidad jamás puede estar disuelta del colectivo, que al menos geográficamente, ese paraguas casi invisible de la “Correntinidad” no casualmente se dispara, en el mes entrante, Enero, cuando las temperaturas de escándalo, sólo soportables por quiénes la padecemos de nacimiento (como los cortes de energía, que ahora declaración de emergencia nacional mediante, en el área, tendrá una nueva excusa para continuar) se conjugan con festividades multitudinarias, que trascienden nuestro cerco perimetral, como el Gaucho Gil, el Chamamé y los Carnavales. Sustrato de lo que somos, por más que lo queramos o no lo queramos ser.

La cuestión Latinoamericana, la cuestión indigenista, o en verdad, para llamarla tal cual es, la cuestión de nuestros orígenes, de lo que somos, de lo que nunca tuviéramos que haber dejado de ser, tras la sangrienta, barbárica y civilizadora conquista Europea, no tiene que servir sólo para que un par de barbudos, se llenen sus progresistas bolsillos con el erario público, pagando de tal manera la batalla cultural de cambiar de nombre un instituto, una calle o un billete. 
La cuestión de nuestra identidad, enajenada, ultrajada a más no poder y zaherida de muerte, tras centurias de apostolados de cómo deberían ser las cosas, tiene que ser entendida desde la perspectiva profunda y sintética de cómo ha sido, es y será nuestro modo de ser en el mundo. 
Por tanto vale destacar, la raigambre política que permite este análisis, el arribo en la región de gobiernos signados por el denominador común, de entender, respetar y recuperar los valores, tradiciones y los aspectos identitarios que hacen a la esencia de los pueblos. Esta aclaración sirve tanto, como para reconocer la gesta de estos gobiernos, muchas veces tildados de autoritarios, populistas y demagógicos, por los descendientes de los conquistadores, como para señalar que pese a que la posibilidad de un análisis, que atañe a estas cuestiones esenciales se circunscriben y son posibles en el tiempo o en el momento político actual, se precisa de una mirada que integre algo más que la política en sí misma, es decir no servirá el tratar de entender determinadas cuestiones de hace quinientos años atrás, haciendo un bacheo, creando un programa de propaganda, o trabajando sobre la inclusión, se precisa de esto y de algo más. 
Se pretende arriesgar la hipótesis que en nuestra provincia de Corrientes, encastrada en Latinoamérica y con base indigenista propia (mayoritariamente los Guaraníes) el trabajo, como elemento indispensable para la realización humana y colectiva, no es entendido del modo que pretendieron y siguen pretendiendo nuestros educadores (que valga la aclaración se rigen por pautas e instituciones extranjerizantes y conquistadoras desde lo cultural y educativo) y más allá de que esto no signifique una novedad, se intentará argumentarlo a los efectos de entender que el trabajo, el ordenamiento social y la forma en que nos ganamos la vida, quizá tenga mucho más que ver en cómo la entendieron nuestros antepasados, que en cómo nos lo quieren hacer entender desde la conquista a esta parte. 
Nuestros sistemas educativos, sociales y políticos, básicamente desde la llamada generación del ´80 hasta sus actuales sucedáneos, los liberales, establecieron un sistema de cosas “Mirando a Europa” fenómeno que escapó al obvio sincretismo cultural que se dio desde la conquista, pasando por las olas inmigratorias, es decir hubo una decisión política de orientar a un estado, despojado de su territorialidad, de sus nombres,  a tener desde leyes (Constitución, Códigos) religión ( la conquista) y costumbres (animales, alimentos) Europeas. 
Generación tras generación, esta supresión de nuestra esencia cultural de pueblo, nos socavó al punto, de tan sólo aspirar a convertirnos en seguidores obedientes y aplicados de políticas económicas y sociales llevadas desde los centros de conquista, es decir no sabíamos ni que fuimos ni lo que esencialmente éramos, sino que inercialmente, desde aquel genocida punto de vista de la conquista, debíamos contentarnos con ser los hermanos menores de un mundo del que siempre teníamos como referentes a quiénes, se escudriñaran en nombre de la civilización, en nuevos genocidios como los de los ambas guerras, el nazismo, bombas atómicas y demás matanzas a lontananza defendidas por ideologías, provenientes de luminarias extraídas de alguna universidad Europea. 

 Pero la esencia, es inmodificable, la genética, marcada a fuego, o quizá la intervención de Tupá, para no decir Dios que sería lo mismo, tal como esos nietos recuperados, que pese a ser criados por represores, con cultura represora, modo de ser en el mundo represor, tras saber de su verdad, hoy son fervientes defensores de un modelo nacional y popular, tal como seguramente lo hubieran sido sí vivían su vida con sus padres desaparecidos. 
Esa naturaleza que sale, pese a la educación, que no tiene que ver ni con sistemas ni con programas, sino con lo estructural, pese a la alimentación (la introducción de bebidas, de cadena de comidas rápidas, un ejemplo sería que en Brasil, “el combo” o menú es el pescado y la bebida la guaraná), pese a la vestimenta (aún hoy, las grandes marcas de la moda, son de Nueva York, Paris, etc), pese a la política (nuestro sistema electoral de “balottage” es de origén Francés), pese al sistema de valores y tradiciones instaurado, es la esencia que aflora, desde nuestro interior y que ha resistido y lo seguirá haciendo, a la supresión de los sistemas culturales, educativos, políticos y sociales impuestos. 
Por algo, en nuestra Provincia de Corrientes, tres fenómenos que se dan en Enero, tiempo según el calendario Gregoriano (hace falta aclarar que el calendario que nos regimos proviene de ese afuera señalado, Napoleón uno de los últimos que pretendió modificar esto) de descanso, de no productividad, son quizá los que desnudan y hablan a las claras de que es lo que sentimos, como religiosidad, el Gaucho Gil, que música es la síntesis de lo que somos, festival del Chamamé y como exteriorizamos nuestra alegría, los Carnavales. 
No se trata de fortalecer, una construcción conceptual, como la esgrimida por partidos políticos provinciales, la famosa “Corrientes República aparte”, se trata de que nos entendamos un poco más, sobre todo, aquellos y me incluyo, que pretendemos de nuestra Corrientes, de nuestro pueblo, algo distinto de lo que tenemos. 
No debe ser casualidad que quién estos suscribe fue educado en un Colegio que llevaba el nombre de un psicólogo Suizo y que fue a un jardín y una universidad en Buenos Aires, esas estructuras educativas extranjerizantes instalan conceptos inaplicables en nuestro pueblo, en nuestra idiosincrasia, probablemente en un Mitaí Roga, en una Escuela EFA, se enseñe mejor, a ser Correntino, a ser Latinoamericano, a entender el Guaraní, escuchar el Chamamé, fiarse al santo pagano y a hacer un payé. Tampoco sirve que idealicemos este modo de ser en el mundo y nos conformemos  con mostrar este exotismo para reventar estadísticas turísticas y generar negocios para algunos. Tenemos que tener en claro que esta forma de ser en el mundo, establece también que sólo sean esos algunos los que caminan el sendero señalado por Tupá, es decir los que tienen y tendrán la magnificencia de conducirnos, la clase dirigente que nos señale el horizonte y el camino seguirá siendo un círculo de pocos, sus amigos y familiares, y todo lo que digamos en cuanta institucionalidad Europeizante y civilidad no dejará de ser un lindo cuento inaplicable proveniente de las escuelas. Necesitamos tan poco esfuerzo, ese sacrificio del trabajo arduo, no es para nuestras tierras plagadas de fertilidad, del agua dulce circundante, de los esteros, de un clima que nos obliga a permanecer a la sombra de un lapacho, esperando una oportunidad, que Tupá mediante su casta de elegidos, nos convoque, nos llame, y en caso de que no suceda, disfrutar de este paraíso en la tierra, a la que le cantan nuestros poetas, surgen nuestros santos, le bailan nuestras guaynas para disfrutar de la vida, tratando de no ceder al imperialismo de las redes sociales, de los 140 caracteres, de la pantalla táctil, del consumismo desenfrenado, de esa democracia incierta, plagada de indignados, de gente que pretende lo que nunca le será dado, como ha dicho uno de nuestros próceres, por causalidad, Correntino y Libertador, “Serás lo que debas ser o no serás nada”.        
En verdad que es un despropósito hablar de la posible filosofía provinciana de un país que no pertenezca a la fundación de occidente , sí incluso sabemos que no está académicamente aceptada la categoría de filosofía latinoamericana, es una afrenta el anatematizar con “la filosofía correntina”, sin embargo, no estamos en el claustro, ni ante la autoridad rectora, estamos en el ágora de la opinión, en el espacio donde lo pensable solo es posible, si lo verbalizamos, porque no disparar entonces con munición gruesa e ir en búsqueda de una perspectiva filosófica para nuestro lenguaje, por antonomasia, que tiene su fiesta, su foro, su origen, su pasión, calor y color, pero aún le falta que la conceptualicemos para estar dentro del estableshiment político-cultural del mundo o del universo.
“Frente al concepto de "filosofía latinoamericana”, incurrimos en disolución cuando afirmamos que el filosofar es coextensivo a toda experiencia humana; de donde decir homo sapiens sapiens es decir filosofía. De ese modo, todo lo que a lo largo de la historia han hecho los hombres como individuos y como pueblos puede considerarse que posee una eminente dimensión filosófica. No obstante, si el filosofar está inscrito en todo actuar humano, el problema se disuelve, porque la expresión "filosofía latinoamericana" sería equivalente a las expresiones "filosofía empresarial" o "filosofía personal" o "filosofía vallenata" o cualquier otra que se nos pueda ocurrir. Si reivindicamos la existencia de la filosofía latinoamericana con el argumento de que todo lo humano es filosofía, en realidad no estamos planteando nada, pues se trataría apenas de constatar  la existencia de "otro gato pardo en medio de la oscuridad", de una noción por completo indeterminada de filosofía. En el otro extremo, caemos en consunción cuando estipulamos que la filosofía, en el sentido propio de la palabra, se limita a la tradición de pensamiento fundada en la razón, que inauguraron los griegos hacia el siglo VI a.C., de donde por definición no se puede hablar de la filosofía al margen de dicha herencia. "Filosofía griega", "filosofía alemana" y "filosofía francesa" serían apenas expresiones dedicadas a especificar momentos de una y la misma filosofía; y el término "filosofía latinoamericana", si posee algún sentido, correspondería a "filosofía en América Latina", sustrayendo por definición toda pretensión de peculiaridad latinoamericana. No obstante, de este modo el problema se anula antes de formularse, porque la delimitación tan estricta, "filosofía no hay sino una", amenaza incluso con dejar fuera variantes históricas del filosofar que se aparten del modelo logo céntrico de ascendencia helénica (piénsese en qué sentido Nietzsche es filósofo)”. Leonardo Tovar González.
Tras la iluminada cita y por más que en otras oportunidades, hayamos expresado que la categoría literatura correntina no existe “Imposible que desde estos ámbitos incompatibles surja una unidad de concepción que se de en llamar “Literatura Correntina”, los señores de las letras y los obreros de las letras no defenderán nunca los mismos intereses, pues representan contrapuestos y contrarios, por más que en cierto punto puedan englobarse dentro de la cultura o la literaturidad” la única forma de dotar de existencia a algo, es precisamente creando o generando la misma. 
De eso se trata, pues sí estamos de acuerdo con Deleuze y Guattari, cuando afirman que sí de algo se trata la filosofía es de crear conceptos, conceptos siempre nuevos (¿Qué es la filosofía), debería ser precisamente este norte, un horizonte en donde todo el sistema cultura-educativo-gubernamental de la provincia se vuelque, para que la universalidad chamamecera tenga un fundamento de fuste, una razón de ser ante el mundo. 
Hablamos de dotar a nuestro lenguaje cantado, su arqueología, su subyacencia, su sustento, una perspectiva que este en consonancia con lo  musical y lo folklórico, pero que a su vez, brinde, aporte, ese talismán que nos dé el salto cualitativo que no se conseguirán ni con más artistas en escena, ni con más lunas chamameceras. 
El mundo (recordar la valía conceptual de nuestro sincretismo cultural, culposo, aterrador, peregrino, sacrificial, del cual la música es la poesía que irradia su verdad transcendente más allá delas formas) podría estar prestos a escucharnos, sería necesario que nos debemos cuenta que podemos estar consustanciándonos en algo que verdaderamente nos lleve en un más allá del tiempo y del lugar, en verdad,  recuperar esa voz primigenia de nuestros antepasados, que quizá la expresó  nuestro literato correntino Martín Alvarenga, con ese principio de que Latinoamérica empieza en Corrientes, somos la profecía y el origen…”   

 

 

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