Jueves 28 de Marzo de 2024

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  • 20º

ANÁLISIS

13 de diciembre de 2015

El arte del acuerdo, ¿Como base de una democracia consensual?

Tras el primer discurso oficial del Presidente Macri, en lo que podría constituirse como su frase conceptual más fuerte, la “convocatoria a todos a aprender del arte del acuerdo” causal o casualmente, refieren en forma directa a una propuesta integral, filosófica y política, delineada por uno de los hombres pertenecientes al Latinoamericanismo, más destacados, Luis Villoro, quién, en su abordaje teórico “Sobre la democracia consensual” se explaya sobre este, como un modelo, prehispánico, ejercido por comunidades indígenas y en regiones de África, que a contracorriente de las democracias representativas occidentales que estimulan, fomentan y precisan de la imposición por las mayorías, de la conflictividad dirimida por la arrogancia del número y que se sostienen en el bastión de la exclusión para funcionar, se nutren del “énfasis en procedimientos que aseguraran la participación en las decisiones que les conciernen de todas las personas situadas en una sociedad y su control sobre quienes las representen. No se basaría en la competencia partidista sino en el principio del acuerdo. Su idea regulativa sería evitar la exclusión” (Villoro, Luis, Sobre la Democracia Consensual, p. 7).

Que el actual Presidente Argentino, no provenga, como sus predecesores de los dos partidos nacionales que gobernaron el país, fue disruptivo para dejar de lado los análisis partidocráticos, si bien estos vienen de una crisis de años, tanto de legitimidad interna como externa, nunca antes habían dejado de poner un Presidente que se recostara en sus estructuras, en su historia, ideología o mística. La categorización en la que incurren, medios de comunicación, como referentes políticos e intelectuales, para definir los procesos políticos en Latinoamérica de un tiempo a esta parte, se ha corrido, a la vara, exponencialmente Eurocéntrica, de derechas e izquierdas. Este muro conceptual es el que se debe terminar de derribar, debemos redefinir estas categorías de la política, para que nuestros diagnósticos, dejen de ser meros relatos de hechos que no suceden en lo profundo de nuestro latinoamericanismo. No paradojalmente, sino al contrario, acendrado en la condición contradictoria del hombre, todos aquellos que en política se definen como defensores de la Patria Grande Latinoamericana, han apostado, a esos categoriales eurocéntricos, como sí aún se tratase la cosa pública, de nuestras tierras conquistadas, de lo que dirimían entre Girondinos y Jacobinos por el lugar en el que estaban sentados. Lamentablemente no se han quedado en la superficie, avanzaron en la profundización, de la confusión, o mejor dicho de leer las realidades de una parte del mundo, con los libros que se aplican, allende el océano. Acudiendo a los conceptos de lo agonal, de la política agonística, otro matrimonio, en este caso intelectual, le daba, en el caso puntual argentino, bagaje filosófico, al matrimonio gobernante de los últimos 12 años. Mouffe y Laclau, la primera Belga y el segundo Argentino, continuadores o nuevos exponentes del neomarxismo (¿habrá algo tan o más eurocéntrico que Marx o el Marxismo?) inyectaron de esta novedosa posición teórica, que relegitimaba, la confrontación, la lógica adversarial, escrita desde sus escritorios europeos y transmitidos por la televisión pública argentina. A Laclau lo sorprendió la muerte en Europa, como no podía ser de otra manera, porque vivía más allá que acá, y esto no es simplemente un dato de color, en toda su obra, o en gran parte de la misma, las referencias o consignaciones, acerca de lo que se da en llamar la filosofía latinoamericana, han sido más testimoniales, accesorias, secundarias y escasas. Fue sin duda un gran intelectual, un izquierdista moderno de Europa, que sólo nació en Argentina y por su condición de tal, sedujo, encantó y convenció a muchos Argentinos, como latinoamericanos, que se creen Europeos en sus terrenos de ultramar, en las tierras lejanas, que posiblemente sus ancestros conquistaron a fuerza de sable y arcabuz.      

El nuevo Presidente Argentino, en lo poco que dice, reitera su prioridad de unir a los Argentinos, en sus escasas horas de gobierno, se movió en tal sentido, convocó a sus otrora rivales a la presidencia y a todos y cada uno de los gobernadores, casi todos que no comulgan o no forman parte ni de su alianza, menos de su partido político.

Probablemente, no conozca en profundidad, ni al autor, ni al texto sobre la democracia consensual, lo grave sería que las personas que lo asesoren lo desconozcan, de todas maneras, sería un problema, muy fácil e inmediato de resolver. La Argentinidad y su unión, también  dependerán de los pensadores e intelectuales que tengan la voluntad y la convicción intelectual de que esto es posible, sólo precisan ser citados y enaltecidos para aportar con sus construcciones teóricas a la realidad de un país, que no sólo ha tenido su origen en la hispánico, sino que tiene una historia, tan o más enriquecedora, en lo que sucedió antes, y que probablemente, tenga mucho más que ver con acuerdos, con consensos, con no confrontaciones ni exclusiones, leamos sino, a quiénes han trabajado e investigado esto:

 

“Como señala acertadamente Wiredu, la democracia consensual supone que todos los miembros de la comunidad pueden llegar, por el diálogo, a descubrir un bien común sustantivo. »Los seres humanos tienen la capacidad de abrirse paso entre sus diferencias hasta tocar fondo en la identidad de intereses.«  En efecto, en las comunidades premodernas, el pueblo puede coincidir en los fines y valores superiores, aceptados por la tradición, que presentan unidad a la comunidad. En cambio, las sociedades democráticas modernas y complejas no comparten necesariamente ese supuesto. La concepción liberal de la democracia se levanta sobre el supuesto contrario; es una manera de responder a la multiplicidad de concepciones del bien común que responden a intereses divergentes. Si el Estado aceptara una concepción sustantiva del bien común, sería por la imposición de un sector de la sociedad sobre los demás. De hecho, eso es lo que puede suceder, en la realidad, si se sigue con rigidez el principio del gobierno de la mayoría” (Villoro, Luis, Sobre la democracia consensual, p.12)

Bibliografía.

Villoro, L. (2000), Sobre la democracia consensual. 

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