ANÁLISIS
12 de noviembre de 2015
En el campo de refugiados que administrará Macri o Scioli.
Estas palabras podrán llegar por vía de excepción, sí creyésemos en deidades, diríamos milagrosamente, apelando al sentido humanitario que tal vez indique que algo tenemos en común, podrías incorporarlo como parte de tu subjetividad, o tal vez, compartirlo en tu muro de red social, como se comparten las solicitudes indulgentes para que no se extingan las hormigas californianas. Del otro lado de las rejas, no tan imaginarias, sí no del envoltorio de plástico fino en donde mueren nuestros pensamientos, dudas, sensaciones y expresiones, está el mundo por vos conocido, el mediático, el virtual, el de la encuesta, el del debate, el del balotaje. Probablemente ya sepas todo acerca del mismo y, seguramente, ante tanta racionalidad, categorización, venalidad dialéctica, confrontación de modelos, disputa política o simplemente todo lo que puede despertar la opción entre dos, en una elección, en un país, creas que es todo lo existente. Esta es la excepción que te confirmara tal regla.
Los cancerberos que travisten sus ladridos cercenatorios y amenazantes para querer presentarlos como acordes de una música libertaria, llamada democracia, tienen la pechera azul o naranja, multicolor o amarilla, a tal punto ha llegado el desquicio por controlar este archipiélago de excepción, que cayeron también en una confusión cromática. Es que nunca tuvieron, ningún tipo de claridad conceptual, por ende tampoco podrían tener nitidez política, de la que se ufanan, por intermedio de conceptos enajenantes, que hablan por intermedio de sus voces autómatas y refractarias.
Es que son victimarios, porque han sido víctimas, están mutilados espiritualmente, han cedido a un par de comodidades materiales y encontraron en la vacuidad en la que perdieron su ser, el fundamentalismo para sostener su rol de presidiarios, y no existe pretensión alguna para que tengan remordimiento, culpa o arrepentimiento, ante estas palabras, es sólo la oportunidad, para sus hijos o nietos, de que puedan escapar a la esclavitud inercial en la que están condenados a priori, por haber sido arrojados a la existencia en tales límites.
En este margen invisibilizado, en donde nuestras voces y reclamos, son ex profeso, confundidas con la furia del viento o el derrapar del mar, no existe nada de aquello, que se dirimirá en la elección, por las que doblan las campanas.
Poder tomar una decisión, implicaría que tengamos las condiciones mínimas, para al menos anhelarlo. Ni siquiera eso, por más que los presidiarios te atosiguen con lo contrario, nos los culpes, sólo cumplen órdenes, quizá sean responsables, porque eligieron ser autómatas, soldaditos de guerras de otras conflictividades, pero probablemente hayan estado muy condicionados como para ejercer, con plena facultad el acto libertario de pensamiento y con ello de libertad plena como para trascenderse en el propio ser.
Argentina no resolverá nada significativo en la próxima elección presidencial venidera. Los acólitos y facinerosos que tensan una cuerda en donde supuestamente se dirimirán aspectos de trascendencia política, económica, social, son tan solo eso, ególatras embebidos en sus pedanterías sectarias, imposibilitados de ver, que es lo que ocurre fronteras adentro de un país que nunca se pregunto acerca de sus orígenes, sus expectativas y sus conflictividades más profundas que determinaran que es lo que podríamos ser, a razón y costo de que.
Ni aquellos, que buscan prolongar sus prerrogativas, cuasi nobiliarias, enmascaradas en una beca, en un conchabo, en una circunstancia económica puntual o los que se arrogan el derecho a tener la expectativa del cambio, por las razones que esgriman o por el cambio mismo, tienen que tener la univocidad de criterio, o la arrogancia de establecer, como descarada y violentamente lo hacen, que algo está por definirse en la próxima elección presidencial.
Caer en el juego que proponen, bajo sus reglas arbitrarias, sería el detallar en el océano de berretines, en el que podríamos divertirnos hasta el cansancio, para refutar todas y cada una de las falacias en las que nos pretenden subsumir en esta falsa opción, amparada en la segunda vuelta de una elección, como símbolo de lo democrático.
No estamos eligiendo la marca del vino, con la que enfrentaremos la aporía de sí hacemos uso o no de una libertad condicionada, sí luego de embebernos con la botella, decidimos tener sexo ocasional, quedar encinta y luego reclamarle al estado hacer uso del derecho humano para decidir un aborto.
Estamos en estos márgenes de excepción, en donde nuestros gobernantes, se apoderan del poder, como siglos atrás se nos apoderaron de nuestras tierras, aduciendo que lo hacen por un bien mayor, tal como la espada cercenaba la cabeza de nuestros ancestros en nombre del mismo dios, repartiendo las migajas de sus sobras, a cambio del ultraje a nuestras mujeres, a nuestros niños, a nuestro tiempo y a nuestra visión del mundo. El único resquicio libertario, en esta fantochada en continuo, es no ser despedidos de la planta pública, por haber balbuceado algo que ellos o sus adláteres, pueden considerar ominoso. No tenemos voz, no tenemos voto, no tenemos esperanza, tan sólo un vano recuerdo, de la mutilación sempiterna, a la que oprobiosamente, la transforman en un sistema político, con sus consabidas instituciones y rituales sacrosantos.
Esta latencia del horror en la que vibran nuestras fibras de lo que han hecho con nuestras vidas, algún día, como nos ha llegado que ocurrió en otras latitudes, hará ebullición, en lo que para algunos será una insurgencia, una asonada, una convocatoria a una desobediencia civil, o un planteo secesionista, para que toda esta energía manifieste, la magnitud y dimensión de lo que desde hace tiempo bulle, silenciosamente, y es permanente y sistemáticamente, acallado, ocluido no ya en su razón de ser, sino en su mera expresión, en su sola existencia.
El o los que entiendan esta situación, serán los que ganen la elección, en este turno, o en los venideros, quién sume más votos el domingo puntual del balotaje, y crea haber ganado algo por el entusiasmo irracional de sus facciosos, podría estar cayendo en las más grandes de las derrotas, ante quienes ya no tenemos nada más por perder, y tan solo nos resta, empezar a recuperar.
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