ANÁLISIS
3 de noviembre de 2015
Intrigas palaciegas
Ante tanta efervescencia electoral (que determinará como condición necesaria y suficiente una reforma constitucional y ¿alguna cláusula temporaria tal vez?) es al menos extraño, a razón de verdad lo predijo Confucio vernáculo, que la selección del defensor del pueblo, se dilate peligrosamente, entrando en tiempo y forma en un cono de sombras. Primero, porque los nombres que sonaron en varios medios locales, no pudieron imprimirse en la realidad, conculcando una colosal falta de respeto, de ética y hasta de legalidad (en las versiones periodísticas se mencionaban a ciertos candidatos con más chances por ser parte de espacios políticos de legisladores parte de la comisión electora, lo que se da de bruces con la normativa) y segundo, porque en caso de que esto sólo sea una dilación muestra una fenomenal voracidad del oficialismo provincial (que más luego querrá una reforma) y una debilidad al no imponer su discutible criterio y mayoría más temprano que tarde.
Sí la estrategia política, es seguida de cerca por el jefe político del partido principal, seguramente pondrá las barbas en remojo de su alfil o de su mariscal legislativo a cargo de la táctica. Es que pocas batallas, han sido tan mal planteadas de un tiempo a esta parte. Se estableció un criterio técnico, que venía cumplimentándose más que bien, hasta el último tramo, en donde el supuesto hermetismo en donde se debatía el “perfil” del que iban a ungir, volcó en la atrocidad de tinta que publicaron ciertos medios de comunicación. Con la desfachatez de dar nombres y apellidos, de candidatos dimensionados por ser tropa de (legisladores oficialistas también señalados con nombre y apellido), se cometió una violación explícita, atroz y burda, perpetrada en una calle céntrica en horario pico, a la ley, la ética y el sentido común.
Ni la ansiedad o el deseo de varios correligionarios en pugna, pueden justificar tamaño desmanejo. Ricardo, posiblemente asimile, lo que predica su amigo-enemigo, que le venía alertando de esto “ganando se pierde y perdiendo se gana”, tendría que abortar la misión de radicalizar la defensoría. Tiene tantos lugares, más ante la cada vez más probable victoria de Macri, de ubicar a sus dignos y leales, repartidores de bolsa y vales de supermercado, que bien podría hacerle un favor a la institucionalidad de la provincia, que debería ser uno de sus principios básicos de acción gubernamental, como le señalan los libros a un buen radical. Es hora, es momento, más a semanas o meses de enviar una declaratoria, a esa misma legislatura, de necesidad de reforma, que precisará de operaciones y operadores, más inteligentes y astutos, entre otras cosas. Nada le costaría menos, que darle la orden a sus cancerberos, para que dejen fluir bajo el aspecto técnico para que se defina quien deba estar al frente, sería además, de cumplir con la ley, un mensaje para la sociedad.
Cuando uno recurre a literatos o filósofos para intentar dar cuenta de la realidad política o social de una provincia, no lo hace porque le interese demostrar nada a nadie, o porque pretenda darle utilidad a lo supuestamente inútil, simplemente es un ejercicio asociativo que refleja que lo acontecido o lo que pueda acontecer, ya ha sido pensado, imaginado, vivenciado o padecido por nuestros predecesores en la vida.
Aquello que ha quedado en los anales de la humanidad, como teorías, dogmas o libros, es porque aún pueden ser marcos referenciales para saber dónde estamos parados en cualquier ámbito de la vida.
Es imposible determinar que vota un ciudadano en una elección, sí se pueden arriesgar hipótesis o citar reflexiones de quiénes se consagraron a nivel internacional en el mundo del pensamiento (en el fondo tratar de discernir qué y porque elige, quién elige, es pretender abrevar en los misterios más profundos del universo).
Milán Kundera, un novelista y pensador político en su texto “La Ignorancia” revela: “La época no hizo más que brindar a la gente la ocasión de poder satisfacer sus más diversas necesidades psicológicas: la necesidad de mostrarse no conformista; o la necesidad de obedecer; o la necesidad de castigar a los malos; o la necesidad de mostrarse útil; o la necesidad de avanzar con los jóvenes hacia el porvenir; o la necesidad de formar una gran familia”. Después de tanto pensador y pensamiento, uno dirá para concluir en una obviedad como la de exclamar que todo pasa por formar una familia, precisamente la clave pasa por vivenciar el proceso, no los finales, el quid de la cuestión es el mientras tanto, no la llegada, el sentido de la vida está en el momento en que no se lo sacamos y cuando no lo preguntamos, no es ganar o perder, es simplemente competir.
No serviría de nada que simplemente recordemos lo que Enrique VIII hubo de decir a sus cortesanos; Cuídenme de mis amigos, que yo me encargo de mis enemigos, sin siquiera dejar al menos una intención, un consejo, una gestualidad hacia quiénes continuarán o serán nuestros gobernantes.
Lo dejamos en manos, articuladas para la gestión o la monumental obra de una de nuestras prosas más grandes de nuestra Latinoamérica:
“Tú eres un hombre con debilidades e inseguridades. Te miras en los espejos y no ves lo que los demás dicen ver en ti. Vas a morir este mismo año, pero tus espejos reflejan a un joven de dieciocho años, perfectamente peinado y rizado, depilado y perfumado, que todas las mañanas se acaricia el cuello para no hallar, ni siquiera al despertar, la más mínima cerda allí. Te has propuesto ser perfecto las veinticuatro horas del día. Tu cuerpo, sin embargo, no es sino una metáfora de tu espíritu. De niño te ha inquietado, a veces hasta el límite de la pesadilla, la separación del alma y del cuerpo. Vives con esa división, no la concilias cabalmente, te adormeces a ti mismo para creer que ambos son uno solo; más te basta mirarte en un espejo, a sabiendas de que refleja una mentira, para saber que no es cierto. Ese reflejo es otro. Y ese otro también está dividido, sino entre carne y espíritu, sí entre pasado y presente, apariencia y realidad. Vas a cumplir cincuenta y siete años. En el espejo ves a un muchacho de dieciocho (El Naranjo, de Carlos Fuentes) .
PD: En la antigua y poderosa Roma, cuando los generales volvían victoriosos de una campaña, solían celebrar sus triunfos con una marcha por las vías principales de la ciudad. Montados en una cuadriga, recibían las aclamaciones del pueblo hasta la llegada al Senado.
Si además de generales eran emperadores, un esclavo los acompañaba en el vehículo donde, sosteniendo la corona de laurel, cada cierto tiempo recitaba junto al oído la frase ¡Oh, César, recuerda que eres mortal!
Era la manera de recordarles que sus éxitos militares no debían inducirles a creerse dioses.
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