ANÁLISIS
26 de agosto de 2015
Comunicación, esoterismo y política.
El exceso de información o los metamensajes que algunos medios de comunicación lanzan sobre todos como misiles convierte las cosas al estado de cosas que pretenden comunicar. Pasan de describir la realidad a construirla en las penumbras de sus redacciones. Por Carlos A. Coria García.
Mientras tanto la realidad del llano, del vecino, del pariente o de aquellos que viven lejos del centro poder se tienen que tragar sus penurias. El arte del discurso baja subrepticiamente entre las líneas editoriales de los principales diarios y programas televisivos esquivando el ahora y el después de los que no tienen voz y menos voto a la hora de tomar las decisiones trascendentales si es que las hay.
Y resulta que delegamos la soberanía por medio de un pacto o contrato pero algo ocurrió o se fue desvirtuando para no decir corrompiendo y fue que estos representantes para llamarlo de un modo elegante se fueron emancipando del soberano a tal punto que, la autonomía que lograron los lleva al permiso de hacer exactamente lo que se les venga en gana.
La capacidad con la que pueden mudar del eje del debate si es que existe, o de los meros monólogos repetidos hasta el hartazgo concluye la jornada con la “campaña sucia” y los problemas estructurales continúan erguidos como un edificio de treinta pisos sin mosquearse. ¿Por qué hay que hablar sólo de los temas que propones los amos arquitectos del discurso?
Vérité y variété no son sinónimos en la lengua francesa, cual es el motivo o intención para que determinados temas sean la verdad discursiva o significativa si se quiere, que imponen los supuestos formadores de opinión. Vérité es que el puerto de Buenos Aires sigue decidiendo como siempre todo y cada cosa que deba ocurrir en los cuatro puntos cardinales del territorio argentino. ¿Acaso los marginados estructurales del norte son menos “importantes” que los marginados de la Provincia de Buenos Aires?
Cuando la política y el chamanismo o esoterismo bien venga al caso coinciden y se alinean, las profecías que escupen no cabe otro término, son calamidades que azotaran siempre a los de abajo, el chaman oeconomicus nunca evidencia catástrofes para los grandes tenedores de la mayor parte de la torta, siquiera para los “políticos” que viven succionando la ubre estatal, pues lo último que se dejaría de pagar son las dietas.
Esa enfermiza idea de llamar “fiesta democrática” o “triunfo de la democracia” al domingo cada dos años cuando se acude a las urnas como si todo empieza o termina en ese solo acto nos lleva al desquicio de aceptación de las cosas, fiesta democrática seria en todo caso, cuando las inquietudes o mejor dicho los gritos desesperados de los hambrientos, friolentos, enfermos, desnutridos, analfabetos pesen más que las inquietudes de los que al menos duermen entre cuatro paredes de ladrillo cubiertos por un techo de chapa en una cómoda cama.
Y en todo caso y por si acaso hay suerte y alguien se entera, y a ver si hay un poco más de suerte y el que se entera se indigna, y a ver si hay otro poco más de suerte y el que se indigna hace algo.
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