ANÁLISIS
29 de junio de 2015
¿Extenderá la política, este domingo de elecciones, certificado de defunción para algunos?
La fría e impersonal crónica periodística señalará hasta el cansancio de la obligación de votar, confundiéndonos ex profeso desde el poder para informar que se vota (afiches con el gobernador y el intendente capitalino, que nada tendrían que hacer en los mismos), algunos podrán ponerle cierta pimienta, con algún informe, que destaque, ciertas curiosidades (alguna que supere que en más de 30 años de elecciones ininterrumpidas nos gobernaron, casi con exclusividad dos apellidos) pero la gran incógnita no es, que nos da la elección (supuestamente lo sabemos, lo sentimos, al menos eso se nos dice por doquier), sino que y a quién o quiénes le saca una elección o el resultado de la misma. Algunos pesimistas, nos excluimos de ese grupo de pertenencia, dirán que las elecciones le sacan las esperanzas al pueblo, pero debemos forzarnos a salir de lo abstracto o lo generalísimo, la pregunta puntual sería, ¿podrá esta elección (resultado) matar políticamente a alguno?...
Te escribo pensando que aquellas parcas políticas, las que te sepultan con el voto negativo o dándote la espalda, esas parecidas, a las parcas de la muerte real, a las que odas, pensamientos y ausencias le dedican los poetas, pueden cometer el acto de justicia de llevarte con ellas, para que muchos evitemos tener que continuar soportándote. O incluso más, pensando que hasta puedan arribar a mi puerta, y caerme encima, para dar fin, a esto tan efímero y atractivo a la vez, a lo que tan mañosa y puerilmente intentamos aferrarnos para cambiar la realidad, esa que vos travestido decís que también querés cambiar, pero como buen gatopardista, en realidad es sólo cuento para que nada de tu vida cambie, ni de los pocos a quiénes beneficias, a costa de las mayorías.
Sí a vos te hablo, que el poder hoy te hace ver la realidad desde una cima, que infantilmente pensas que acunará tus sueños megalómanos por siempre.
Incluso a vos, que te encanta hacerte el pobrecito, la víctima, el zaherido por la cruel y espantosa sociedad que te golpea o por el egoísmo de los que más tienen y te dejan afuera de todo.
Y porque no a vos, que ni siquiera tenes idea de quién soy, pero que te detenes, por alguna razón en este texto.
La muerte, es un instante más, por más que nos provoque revulsión pensar que ya no estaremos, que sólo seremos un vano recuerdo entre tantos otros, una nimia coma en la enciclopedia de la humanidad, más allá de nuestros familiares, de nuestras acciones sociales, políticas e intelectuales, de tanta energía, de tanto voluntarismo, de tanto amor, o incluso de tanta nada.
No es negativo pensar así, al contrario es sumamente positivo, pensar en lo que no es, cuando se es, es decir, cuando muchos se sienten inmortales y dueños de la vida de los demás, creyendo vanamente que quedarán en el bronce, mientras sólo son una anécdota, en muchos casos, símil a una pesadilla para las mayorías.
Sí te dedicas a la política, sabrás que la muerte en la actividad, es que te den la espalda, que incluso colgado a la pollera o la bombacha de una mujer coraje, miles a vos te digan chanta, separándote, desechándote, diciéndote “andate”.
Pretendo nada más que te pongas a pensar, en como discurrís tu tiempo, haciéndote el importante, dejando de lado lo que sentís, no animándote a enfrentar lo que a diario te envenena, escondiéndote en esa pose de intelectual que no confronta con nadie, en ese atril de poderoso que sólo recibe a sus pares, en esa falsa conciencia de clase que te lleva al ridículo de hacer cosas que no van con tus deseos.
Y no importa sí este domingo se libra el certificado de defunción política, o quedas perplejamente herido, o haces como si nada, estas muerto políticamente, porque en tu conciencia sabes perfectamente que utilizas conceptos, ideas, convicciones, energía, palabras y militancia de tantos, para que tu rostro, rozagante y regordete, sea el estandarte de otros tantos, vacíos, huecos, y endebles de espíritu, por más que tengan aún, y defiendan con uñas y dientes, la gordura de los sueldos, de las panzas de vino bueno y asado caro.
Será en esta o en la otra, será, porque nada que no se inicie torcido, sin la salvia de la convicción y sólo sostenido por la espuma de la suerte y del oportunismo, está destinado a que dure demasiado.
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