ANÁLISIS
25 de junio de 2015
Sexualmente inconveniente
Los excesos que desnaturalizan el género humano, cuando en una relación filial, intercede el factor de poder, para encima condicionar sexualmente, a quién le debería corresponder el derecho de ser criado y educado, como le ocurrió a la joven goyana quién denuncio a su madre como “entregadora” nos impele a una lectura social más integral (más allá de que en este caso en particular, hasta se habla de personalidades de la política involucrados como “clientes” de la explotada) que como siempre nos conduce a la misma reflexión de que los grandes temas públicos no se abordan, ni se resuelven, con programas gubernamentales, campañas publicitarias o efectos demagógicos, se requiere de una perspectiva que comience precisamente desde lo comunicacional, y sí algo, o en algo, extrañamente los medios “serios” no nos involucramos, por un supuesto tabú, es en lo sexual. Intentaremos derribar este nuevo mito anquilosado en una estructura social, prostituyente, generado y apoyado desde lo intrafamiliar, muchas veces.
¿ Y vos como lo haces?. Bien podría plantearse también, como garchas, como cojes o una marejada de epítetos que intenten jugar en el límite de lo guarango con lo provocativo.
Es innegable que uno busca provocar, ni siquiera una respuesta, menos aún una reacción, tan simplemente un testimonio de vida, un cosquilleo que produzca al menos felicidad al sistema victimario; que propone en el mejor de los casos la violencia del silencio, vendría a ser como lanzar una piedra o cascote, una intifada ante el régimen que condiciona e impone sus conservadoras reglas y formas a cada rato, en cada esquina.
La propuesta en este sentido es indagarnos sobre nuestra intimidad sexual, el cómo lo hacemos habla mucho de lo que somos y pensamos como cuerpo social.
Obviamente que no se trata de nada pseudo científico, ni siquiera exhaustivo, para ello precisaríamos datos estadísticos, provenientes de estudios de campo, a los efectos de validar o refutar una hipótesis que lancemos como tesitura.
Meterla sin sacarla hasta acabar, desde una perspectiva masculina, habla a las claras de cosificación de la mujer, de saciar solamente el impulso eyaculatorio, fuerte y decisivo pero tan solo instintivo, primario, casi animalesco. Si bien no nos han ensenado, pero el hacer el amor, es un poco más que practicar sexo o lisa y llanamente coger( este mismo término para definir el acto sexual está relacionado con el sometimiento del uno con el otro, agarrar, pillarlo, tenerlo).
También se definen ejes conceptuales, con lo que sucede en las alcobas, precisamente el eje nodal del acabar, del instante placentero tras la salida del semen, es un icono de nuestro mundo occidental, tiene mucho que ver con el apretar un botón y que algo suceda, cambiar un canal de televisión, comunicarte con alguien a través de la computadora, hacer funcionar una maquina industrial, inocularte un remedio para una enfermedad, nada tan diferente a lograr esas cosquillas en el pene que nos llevan a expulsar esa sustancia gomosa que nos hace un poco feliz, al menos por ese instante.
Claro que nuestro mundo occidentalizado funciona así, y por ello apretando un poco más el pedal nos estrellamos contra algo, nos jugamos todo por sentir esa emoción, que también dura lo mismo que el polvo, a más de tantos kilómetros por hora, esa adrenalina que nos lleva al límite de invertir todo lo que tenemos y lo que podríamos tener por segundos de heroicidad inmortal. Como esos segundos tras una sobredosis de diferentes sustancias o esos pocos minutos de felicidad pura que sentimos al pasarnos con el alcohol hasta antes que nos termine controlando, todo se resuelve con un botón, en un hazmerreír, todo es tan solo un instante efímero y profundo, pero a la vez insustancial.
Lástima que la vida dura bastante más que ese desperdigado manojo de segundos por los cuales somos enteramente felices sin cuestionarnos nada.
Como la relación sexual, que es más que el acabar eyaculatorio, sin necesidad de caer en el concepto oriental de que el arte amatorio, es un poco más que un modus vivendi (probablemente lo sea pero impracticable en nuestro aquí y ahora occidental) lo cierto es que es bastante más que intercambio de fluidos y desde ese lugar nos habla, del cómo somos no desde nuestra individualidad sino desde nuestro yo social.
Arriesgando bastante, pienso en voz alta, soltándome hasta de fundamentos, deberíamos hablar mucho más de cómo lo hacemos, quizás hasta nos descubramos más solidarios. Precisamente el serlo no tiene que ver con donar órganos, solo o necesariamente, de hecho somos una de las provincias más donantes pero también existen denuncias de tráfico de los mismos, otro tanto ocurre con nuestra noción amatoria. Porque amemos, devotamente, una iglesia de dios, sus fiestas y liturgia no implica que seamos un pueblo que derroche amor.
Por estas y tantas cosas es indispensable que hablemos de sexo, el silencio o la indiferencia alimentan los preconceptos, los prejuicios, hasta las leyendas sexuales.
En el barrio, en la periferia las guaynas o pibas, son más permeables a nuestros pedidos más oscuros o recónditos, la chupan mejor, se la tragan, te dan besos negros, el culo, lo que le pidas, sin reciprocidad, menos amor, la libertad sexual al parecer surge merced a la precarización de patrimonio, es decir menos tenes, menos te educas, más cerca de lo instintivo estas y eso gusta, eso defina el supuesto deseo de plenitud de estar sexualmente con la más puta, la más guarra, la más atrevida, la que más hace y menos pide, sobre todo, compromiso.
El hacerte cargo de lo que ocurre después del sexo, es lo que nos civiliza, después del goce, del clímax, es como la culpa, que sentimos tras el acto sucio, pecaminoso, eso dice nuestra cultura. El deber ser de la alcoba es eso, hacer el amor, para conservar la especie, es una tarea que nos honra socialmente, por eso hacerlo con la esposa o mujer, después de tener hijos, es no solo aburrido, sino también insípido, a parte difícilmente desatemos nuestra lujuria ante la doña, no son como las otras mujeres, esas bocas están para besar a los niños, no para el pete, en el mejor de los casos esos culos están para vestir buenos jean no para entrarle por colectora y sacarla embarrada.
Y si de culos hablamos, los carentes de celulitis, los parados son lo de los travestis, que cada vez son más los que se visibilizan ejerciendo la prostitución, y que según afirman usan mas el pene que la boca y la cola, para con, en su mayoría, clientes casados, desesperados por ser penetrados por tipos con tetas.
Sería bueno hablar para erradicar estos preconceptos, como tantos otros, para que nuestros hijos amen sexualmente y también puedan gozar, cuando así lo decidan, o traer otros seres al mundo cuando lo deseen, descubrir o aproximarnos a entender si el hombre está más inclinado a la bisexualidad de lo que pensamos, comprobar por ellos mismos la existencia de los supuestos puntos g, acabar más allá de un lechazo, de un orgasmo, o de una emoción sexual, encontrarse con un otro y descubrir entre ambos esa reciprocidad sin pruritos ni sociales, ni religiosos ni de ninguna naturaleza.
Si la pulsión sexual, se reprime y queda en el confesionario, en el baúl de los pensamientos oscuros, derivara en el menor de los males en adulterio, cuando no en pedofilia, en sexo de mala calidad, en el acabar adentro de algo sin que nos interese lo que pase con el otro, una suerte de bolsa recipendiaria, una falta total y absoluta de humanidad, una acabada muestra de desamor, el fin de los días.
Muchos dicen "hay que tener más sexo" no creo que pase por cantidad, volviendo a arriesgar hasta creería que se coge mucho más de lo que pensamos, lo que se necesita es hablar sobre ello, hablar con quién lo tengamos que hablar claro está, no con la abuelita nonagenaria o con el sacerdote ultraconservador, con nuestras respectivas parejas, intercambiar información entre amigos, socializar vía redes sociales ( o acaso no están plagadas las cuentas de fotos exhibicionistas) hablar de cómo cogemos, de cómo tenemos sexo, de cómo hacemos el amor, nos va a liberar de ciertas ataduras, de la hipocresía de cuando nos trincamos a la prima, a la chinita del barrio, al putito peluquero, de lo mal que nos chupa la patrona o del porque no se la queremos chupar, tantas cosas que nos determinan en el aquí y en el ahora.
Que la sexualidad, totémica, sacra y oscurantista vista como pecaminosa es tan solo un sistema cultural que nos quiere infelices, obedientes y procreadores, tal como si fuéramos conejos.
Que independientemente de la edad que tengas, de tu condición, de tu género, de tu genitalidad, de con quién o con quienes lo hagas, de que te impulse el amor, la procreación o la sexualidad o combinación de las tres o de dos, puedas aumentar tu calidad de vida sexual, compartir la experiencia vivida, para que más sepamos de ello, sin pruritos, sin oscurantismos, ni tampoco perversión.
Extrañamente lo que tiene un origen natural y por ende libertario, es permanentemente perseguido e incluso obligado a permanecer encerrado, el sexo bien entendido, y ese es el camino que tenemos que transitar, deber ser maravilloso seguramente, sin condicionamientos terminara en amor y luego en procreación. Pero el orden está invertido y nos exigen disfrutar, nos obligan a, toda una contradicción en sí misma, por ello necesitamos este primer paso de una larga zaga, como el encuentro con un otro, no se inicia con la genitalidad, si con algo sugerido, una mirada, un gesto, una insinuación, un beso, o en definitiva como vos lo digas, lo sientas y lo vivencies, que es en definitiva lo fundante y lo más importante.
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