Entre las condenas del código de Hamurabi desde la arcaica Babilonia a las penalizaciones más sofisticadas - ejemplo inyección letal para pena de muerte en los Estados Unidos- existe solo un problema de “mise en escena” que separa el aparente acto de crueldad de la puesta en escena de muerte, minimizando lo que constituye la devolución de la reparación o condonación del acto de trasgresión social, (muerte, violación o robo) tras la apariencia de la ausencia del dolor físico y las torturas infligidas, de acuerdo a la perdida sufrida por el conjunto de la comunidad de acuerdo a la gravedad del daño cometido: sería imposible enumerar los actos de castigo y tortura ensayadas por la diversas culturas de acuerdo a la reparación exigida por el conjunto normativo de esta o aquella comunidad y la naturaleza de la penalización determinada por las mismas.
Culturalmente, los ciudadanos de Corrientes, hemos sido entronizados, entre tantas conceptos con el de la “Espera” que se confunde con esperanza, y de allí, que siempre, deleguemos nuestras responsabilidades (sea hasta incluso de protestas o de reclamo a nuestros políticos) para que todo pase mágicamente o que directamente no ocurra, como para organizarnos políticamente en instituciones, como los partidos, que se transformaron en factótums hereditarios, para los popes y su prole, a razón de la espera, de los tiempos del gran elector, para que defina, la forma y el contenido de las campañas (acuerdos posibles mediante, con el actual intendente de la capital que en caso de ser reelecto, actuaría, “de brazos caídos” para la elección a gobernador) con el uso estructural de la resignación, de la esperanza y del silencio, prudencial, y oficioso en los campos del poder, que sólo son para el libre albedrio de unos pocos entendidos. El delfìn y con ello, la campaña recién sería dada a conocer el lunes posterior a que la capital tenga jefe comunal electo por otro período.
Salíamos, tímidamente del verano del 2001, cuando estuvimos a un tris de repartir y dar de nuevo. Tal vez como rémora, como reacción, como resquicio o guarida, en la que subyacía un mínimo de racionalidad, la que no habíamos tenido, cuando gritábamos “que se vayan todos”, se nos ocurrió, el presentar en la cámara de diputados de la nación, el proyecto de cupo generacional, una iniciativa similar al cupo femenino, nada más que para menores de 40 años. Levanto polvareda, muchas voces, preguntas, predicciones, manos en el hombro, sonrisitas mordaces, deseos ocultos en supuestos sabios consejos. Muy pocos pudieron ver que se pretendía lo que se sigue pretendiendo, amalgamar, acicalar, galvanizar, enlazar más fuerte, la vinculación o la legitimidad de la misma entre los representantes y los representados. No estábamos haciendo ciencia, algunos se burlaban del proyecto reduciendo al absurdo de plantear que se necesitaría un cupo para trans, para mecánicos (a lo que encima, respondíamos no sin razón, que o existan cupos que discriminen positivamente por sexo, el femenino, o por edad, el generacional, el que planteábamos, o que no existiría ninguno de los mismos), otros los que azuzaron el sentido común referían que iba a ser utilizado para que los políticos pusieran a sus hijos y entenados, a lo que respondíamos que no teníamos la bola de cristal como para predecir los acontecimientos y que en tal caso, sería una responsabilidad de todos que una propuesta para renovar y reformar la política, se terminara distorsionando para favorecer precisamente aquello para lo que no había surgido.
A propuesta del oficialismo liderado por Erdogan, en un plebiscito cuestionado por la oposición (acudieron a la justicia) se planteo el cambio de sistema político de un parlamentarismo a un sistema presidencialista. Riesgos de autoritarismo electoral y de cambiar lo sustancial de lo democrático, por vía de elecciones, lo que sería que el sistema imperante, caiga por su propia alquimia.
Leandro N. Alem predijo: Esto es lo que pasará: El partido se romperá en mil pedazos, unos se harán anarquistas o socialistas, otros se harán conservadores con don Bernardo de Irigoyen, la turba multa que persigue al pérfido de mi sobrino se arreglará con Roque Sáenz Peña, y los intransigentes nos iremos a la mismísima mierda.
Lo único cierto e ineluctable en nuestra condición de seres humanos es que vamos a morir. El aceptar terrible condicionamiento, ha sido función de la filosofía, que en una suerte de psicoanálisis de lo primigenio se encargó de esto mismo, es decir de pretender otras verdades, tras la única verdad. Los diversos planteos que emanaban de estas elucubraciones, permitieron al poder, o a quiénes se disputaban el mismo, no morir en la primera definición, o no matarse en la primera de cambio. La política nacía como una posverdad de la posverdad. La religión sin embargo se encargó de lo otro, de aquello que había dejado de lado el pensamiento mítico. Es decir se encargó, magistralmente de la no verdad (que no necesariamente es la mentira) de allí que creer en mundos que estén más allá de este, tal como lo establecen los monoteísmos, sea solamente una cuestión de fe, un dogma, al que la verdad o la no verdad no bastan o alcanzan.
Los movimientos en diferentes frentes políticos, las declaraciones subidas de tono y los conciliábulos varios, obedecen a una sola razón de peso, un puñado de dirigentes políticos se disputan la bendición, para sí mismos, que realizará el Gobernador, ungiendo a su hombre en la provincia, que lo suceda capaz de administrar nuestro terruño, y sin que tropiece con la misma piedra de elegir, a quién lo desconozca una vez en la poltrona del poder.
“El perverso asume la posición del objeto-instrumento de una voluntad-de-goce que no es suya sino del gran Otro. Encuentra goce precisamente en esta instrumentación, en trabajar para el goce del Otro…Mientras que la neurosis se caracteriza por una pregunta, la característica de la perversión es la falta de pregunta; por eso es muy raro que un sujeto perverso pida ser analizado… Lacan dirá que el perverso se dedica a tapar el agujero en el Otro si se quiere, se ocupa de que el Otro recupere goce. Es por ello que dice que el perverso es “partidario de que el Otro existe. Es un defensor de la fe…es decir… un singular auxiliar de dios. Un creyente, del Otro y sobre todo del goce del Otro, un cruzado dirá Lacan. El perverso es partidario de que el Otro existe pensando a este Otro sin barra, en la medida en que él en calidad de objeto le restaura goce lo deja en ese lugar de Otro completo; es por eso que Lacan dice que el perverso es un singular auxiliar de dios, siempre lo restituye, no en vano los casos de perversión más escuchados a lo largo de la historia están relacionados con la educación y con la religión: ellos saben del goce”. (Carmen Aura Rebellón Ruiz. “El sujeto perverso, instrumento de goce del otro”). Lacan no conocía de arrabales sudamericanos donde brotan realidades vernáculas, como las que padecemos, en pos de instituciones democráticas supuestamente destinadas “a que todos seamos felices o nos realicemos”, un patrón característico de los perversos, preocuparse por ese goce genérico, por ese otro colectivo, en donde los políticos y sobre todo los que ejercen tutelas o paternalismos profundizamos, entran de lleno en la caracterización lacaniana del perverso. El garante de nuestra “Correntinidad” de que los sueldos se cobren, de que no ingresen la droga y la prostitución, dilatará hasta el límite con la ley (lo hizo con la reforma de la constitución) el consenso que tiene nombres y apellidos de una fórmula que debería salirse de este eje, para mimetizarse con la sociedad que la deberá votar, inmediatamente después de la pascua.
Harto sabido es que, las democracias liberales, o las instituciones políticas occidentales, se ratifican, formal y prioritariamente, por intermedio del acto electoral, al que revisten de aspectos y condiciones sacras y totémicas, extendiendo el significante del día del comicio, del acto del sufragar, a límites insospechados, en donde se incluyen frases conceptuales cómo; fiesta de la democracia, momento máximo de la libertad política, y una serie disparada de galimatías a tiro de los consultores de turno, siempre prestos a seguir azotando a una democracia cosificada.
Hace poco tiempo alguien me preguntó ¿Qué es justicia? Supongo que por la sola razón de ser abogada se suponía que tenía que responder casi al instante. Pero contrariamente a lo esperado me quedé en silencio, sin saber que responder. Busqué en mi memoria desesperadamente, tal vez para dar alguna respuesta acorde a la doctrina. Esa no era la respuesta que pretendía mi interlocutor. Y fue en ese instante cuando me di cuenta que pocas veces en el ejercicio de la profesión pienso en hacer justicia. Ni siquiera me acerco al concepto de justicia, sólo intento desesperadamente combatir contra un sistema que se obstina en ponerme trabas y me veo en ese laberinto de irrealidad.
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