Más traiciones se cometen por debilidad que por un propósito firme de hacer traición. François de La Rochefoucauld.
La institucionalidad democrática nos emplaza, mecanismo normativo y educacional mediante un sistema el cuál la letra muerta de una disposición crea una estructura limitante para el hombre, quién finalmente es el que activa el mismo sistema desde el que no puede ser medida de todas las cosas. Desde lo teórico funciona para los que pretenden un título de grado en una carrera jurídica o a fines, desde lo práctico y más en sistemas culturales conservadores y elitistas, la realidad es que el hombre, con nombre y apellido, sea líder carismático, heredero de un poder familiar u exitoso en una esfera económica, deportiva o del espectáculo, es quién indiscutidamente ejerce un poder por encima de las instituciones de la que es parte y sólo compulsa su continuidad en el poder, con aquellos con los que comparte el selecto club de la clase dirigente, dueña y señora de un poder que solo pretende un barniz de popularidad cada dos años para legitimarse mediante elecciones.
Podría constituirse en la prueba irrefutable que de la democracia lo único que realmente les importa es su semántica. El simbolismo, marcado a fuego, el totemismo que lo democrático, es la última playa en donde desembarca la razonabilidad humana. Una suerte de epifenómeno, que demostraría que existe un avance cierto e indiscutible de lo humano. La justificación de nuestras existencias errabundas, del arrojo sin ton ni son al que hemos sido sometidos, y que por no tolerar tal orfandad, creamos a partir de esta sublimación de lo negativo, el sentido, en política, la complementariedad, de que prevalecimos por sobre poderes dinásticos, eclesiásticos y militaristas. Somos derechos y humanos, porque nos decimos democráticos. En la reverberación de la semántica (de aquí que en los últimos tiempos lo democrático se juega en los medios de comunicación, porque sólo es un reflejo de una idea, de un concepto, cuya traducibilidad es un imposible) más allá de que seamos obligados, invitados, condicionados, a optar, nunca a elegir (sí así fuera deberían aceptarse las candidaturas más allá de lo partidocrático, o que el azar elija una cámara de representantes en donde todos tengan, realmente, las mismas posibilidades de ser electos) en un acuerdo tácito con la dirigencia que se nos ha instituido como el padre regulador, normativo, el amo disciplinante, nos prometen, consabidamente todo aquello que no nos van a cumplir, pero no lo peor, lo más significativo, o lo más evidente de ante quiénes estamos, es que no nos dicen, con quienes nos van a gobernar, bajo que parámetros, metodologías elegirán a sus equipos técnicos, a sus grupos de colaboradores, o como quieran llamar a sus asesores, colaboradores o quiénes sean que les ayuden en la tarea para lo que propusieron. La firma de tal cheque en blanco, para que a partir de la ratificatoria de mayoría, hagan y deshagan a sus respectivos antojos, se avala, se respalda, cuando, en la previa electoral, desarrollan todo tipo de promesas, para los diferentes segmentos en los que se divide una comunidad y arman y desarman, proyectos para cada compartimento, con la misma facilidad, que los niños construyen y destruyen castillos de arena.
Como si fuesen adolescentes que se disputan el favoritismo de la empresa de turismo para realizar el viaje de fin de curso, los políticos locales, en actos públicos como en sus redes sociales, se tiran con acusaciones cruzadas de cheques voladores, casas con sobreprecios y demás vejaciones hacia la rúbrica moral que debería tener el contrato de los políticos para con sus ciudadanos. Tal como lo afirmaba el actual Presidente cuando no lo era, la ausencia democrática, es hoy denunciada como emergencia democrática, por parte de la actual ex presidente, y dimensionada por el pretendiente a Presidente, que quedó afuera del ballotage pasado, expresando que en los años que llevamos de democracia los índices sociales empeoraron. No lo hacen ellos, debemos hacerlo nosotros, construir democracia, o salvaguardarla en cuanto lo poco en que la han reducido.
“¿Por qué no, mejor, aprovechas tu breve vida y la ofreces llena de placidez a ti y los demás? ¿Por qué no mejor, te vuelves amable para todos mientras vivas, añorable cuando mueras? ¿Por qué deseas echar abajo al que trata contigo desde demasiada altura? ¿Por qué intentas aplastar con tu poder al que te ladra, hombre humilde y despreciable, pero acre y molesto para los superiores? Contente un poco: he aquí viene la muerte para haceros iguales. Hacemos lo mismo, hostigamos a alguien ligado a nosotros, siendo así que amenaza el fin, y por cierto cercano, al vencido y vencedor. Es preferible que, en calma y paz, pasemos lo que nos queda por poco que sea. Que nuestro cadáver no sea a nadie odioso en su tumba…¿Acaso desear algo más que la muerte de aquél con el que te encolerizas? Aun manteniéndote en calma, morirá. Pierdes tus esfuerzos si pretendes lograr lo que va a suceder…Mientras estamos entre los hombres, respetemos a la humanidad, no constituyamos un temor o un peligro para nadie, despreciemos los daños, las injurias, los insultos, las puntadas, y soportemos con generosidad los inconvenientes: mientras miramos hacia atrás, según se dice, y nos damos la vuelta, la muerte está ante nosotros”. (Séneca. “Diálogos”. Ediciones Altaya. 1997. Barcelona. Pág. 175)
“El azar es la única tarjeta de crédito para encontrar un punto de apoyo en lo abismal de un precipicio labrado sobre una certeza que enloquece. La certidumbre, insistía Nietzsche, y no las dudas son las que vuelven loco a Hamlet. La tarjeta de crédito ha quedado vencida… sobre las elecciones afortunadas o no, nada tenemos que decir nosotros… suponiendo que las elecciones (libres) fueren posibles… Porque lo que nos toca siempre en suerte, es aquello que siempre estuvo destinado al otro”. (Portela, O. La Filosofía de la catástrofe).
Posiblemente la sacralización, el haber totemizado lo democrático, haberlo trasladado a un ámbito puramente simbólico, etéreo e impracticable, tras las tragedias mediante de toda una generación que pensó, en su momento acertadamente, en forma agonal que era la dictadura, la opresión, el totalitarismo, contra la democracia, la libertad y las posibilidades de ser humanos, sea gran parte del grave y acuciante problema político, que estructuralmente nos socava en nuestra condición de hombres de bien. Ya es tiempo que nos convenzamos, que no sería descabellado pensar que todo el sistema mediante el cual hemos edificado nuestras promesas, expectativas, como aciertos y fracasos, no ha dejado de ser un castillo de arena, incapaz de sortear el desgaste natural, del ir y venir de un mar embravecido como de una ventisca, siempre amenazante, conculcante y socavante de aquello que vanamente prometió sin cumplir, siquiera parcialmente. La pobreza y la marginalidad que seguimos arrastrando, desde tiempos en donde la democracia prometía alimentar, curar y educar, no es más que una gangrena que amenaza con un día hacernos levantar en la peor de las anarquías, cuando el hombre desnudo en sus más bajos instintos, instale, ipso-facto, la ley del más fuerte, la última ratio, que es la violencia, como devolución o vomito ante tanta crueldad, indiferencia y promesa perversamente sostenida.
El Centro de estudios "Desiderio Sosa" brindó el proyecto para intervenir tanto el departamento ejecutivo como el legislativo del Municipio de San Cosme, fundamentando la iniciativa en principios jurídicos-políticos y filosóficos varios. San Cosme, vive un conflicto familiar-político, que alcanzó ribetes tragicómicos y está en foco de los medios como de las instituciones nacionales. Acceda al documento.
Terminar con las palabras es terminar con el lenguaje, que es el milagro que nos mantiene unidos en comunidad.
El axioma antediluviano de “La realidad supera a la ficción”, se cumple también ante la presente tribuna de expresión en que se constituyó esta humilde plataforma. Sí hubiera leído usted que nosotros poníamos como ejemplo de la degradación democrática (por parte de muchos quiénes usufructúan de la misma a más no poder, sin contribuir a su sostenimiento o mejoramiento) que un padre, en funciones legislativas, denunciara a su propia hija, a cargo del ejecutivo del mismo pueblo, a la que sucedió a su madre, ex esposa del denunciante, usted, con toda sinrazón, como seguramente lo habrá hecho en más de una oportunidad, habrá esbozado una crítica, solapada o una expresión de desagrado antes nuestras palabras, haciendo hincapié, tal vez en cierta devoción nuestra por las malas noticias, ondas o posicionamientos. Sin embargo, estimado, es tiempo que vaya reviendo, su posición para con nosotros, nuestra posible obsesión democrática, no tiene más que ver, con esto mismo, que la realidad acompaña y ratifica, los mismos que están en el vértice del sistema político instituido son los que más la dañan, la denostan, la menoscaban y la llevan a su golpe de gracia, por tanto o dejan de estar en la cúspide o se produce un vórtice que reparta y de nuevamente, antes que todos perdamos en el marasmo de una implosión moral que nos sepultará en la ordinariez de su nefasto lodo.
A modo de introducción: La obra de Yampey, es sin duda alguna la sesudez puesta al servicio de la reflexión madura, la contracción a la precisión cuasi científica y el talento natural que reposan de tanto en tanto en ciertos hombres que da a luz la madre tierra. Sin ánimos de ofensa, para ningún otro talento que pueda andar dando vuelta, lo cierto es que Yampey, se constituye en un hijo dilecto, para evitar el predilecto, que nos narra son su sapiencia y por sobre todo, con su don de gente, la cosmovisión Guaraní, en el concepto central o trascendental de; La Tierra Sin Mal. El autor bien podría ser el antropólogo cultural, al modo que para Francia fue Foucault, sin embargo las comparaciones con el viejo mundo, desnudan un complejo de Edipo colectivo mal resuelto o un flagrante eurocentrismo. Sin ánimo de exagerar, o asumiendo el riesgo, dentro de no mucho, cátedras enteras de distintas universidades y por sobre, coloquios en plazas y varas, llevarán la impronta de los que nos cuenta, nos susurra, nos alecciona, sin que nos demos cuenta, el gran Girala Yampey. Bienvenidos a uno de los ejes centrales de su proverbial obra. (Por Francisco Tomás González Cabañas)
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