Tal como en todos los ámbitos de una sociedad desigual (que se precia, normativa como culturalmente de lo contrario), en la clase política o en el campo político, en la arena de la política, en el recinto simbólico perteneciente al cetro de los legisladores nacionales, hemos sido testigos de una doble vara, o doble estándar o mejor expresado un mismo suceso que circulaba en dos planos en paralelo, asintóticos. De tal performance, lo único que se percibe con claridad meridiana es la representatividad difusa que dimana de instituciones ancestrales que a golpe de esperpentos públicos nos anotician del estado de situación en que devino uno de los poderes del estado. Una imagen vale más que mil palabras (en verdad sería al revés, dado que ahora abundan las imágenes y lo que falta son palabras que las acompañen) y más allá de los roles que a cada uno le competa en la dinámica legislativa (desde el presidente del cuerpo, las presidencias de las comisiones, de los bloques, miembros informantes e integrantes mediáticos que informalmente se suman a la lista de notables) la gran mayoría de los legisladores, nada río arriba, para aprehender, para tomar la representatividad que le ha sido conferida y que muchas veces, pareciera que está sobre-representada, al menos en el hemiciclo o en el legislativo nacional a razón de que en el afuera, en ese afuera bullicioso, violento, se compensa o se regurgita lo que ese adentro devuelve, ese exceso en demasía (de la mayoría de los legisladores que plantean cuestiones dando por sentado lo que a más de un tercio de la población les falta, la posibilidad de comer o de dejar de ser pobres) y que se traduce en una piedra, en una cacerola, o en el peor de los casos en la indiferencia más abyecta.
Volvió a producirse el síntoma. Tal vez en el mejor momento, cuando el paciente, creyéndose sano, amenazó con extraviarse en jornadas dionisíacas de exceso, abotagado de circunstancial sanidad, se sintió envalentonado por la soberbia de haber creído que, sintiéndose vencedor de la enfermedad que lo aqueja, le daría derecho y sobre todo, posibilidad, para parársele a la muerte misma. La fiebre le volvió a subir, el escozor regreso y las remembranzas no sólo que son obvias, sino conducentes. La cuestión de fondo, la enfermedad de base, no sólo que sigue presente, sino que nunca fue tratada ni diagnosticada. A ningún médico le podría alegrar la descomposición de un paciente, sin embargo, muy dentro suyo, a esté, no le convenció nunca la supuesta recuperación, mágica y sin precedentes, del enfermo que creyó que se curaba por tan sólo cambiar de médico, o en el mejor de los casos de tratamiento o medicamentos, sin el debido diagnóstico previo y exacto.
Futuro: Conferencias que Potencian.
Una nueva etapa se abre en la Ciudad de Esquina en torno a la cultura educativa, el Siglo XXI nos atrapó en un cosmos de nuevos métodos de conocimiento e interacción social, la tecnología se nos presenta como el tabique que reorganiza toda la esfera social. ⚡Futuro: Conferencias que potencian, pretende incorporar a los esquinenses al fabuloso mundo del conocimiento que el nuevo milenio nos pone a disposición, mediante una clara política pública. El futuro es una construcción permanente en el presente.
Hablamos del poder, no utilizaremos para ello, los subterfugios o excusas semánticas con el nombre; pueblo, gente, ciudadanos, patria, otro, institucionalidad, democracia, etc. La llamada “reforma previsional” que cambió el clima político del país funge como el dispositivo que alerta acerca de la ausencia del puente, la intersección, la vinculación que exige el poder para que entre sus tensiones se logre la tan deseable como expectable armonía o consenso. Las rispideces, urticarias, escaramuzas, confrontaciones que agolpan las redacciones de los medios de comunicación, transforman no sólo lo político en policial-militar, sino que por sobre todo, desnudan la inoperatividad de un sistema al que le falta una oposición, dado que a esta le falta un proyecto (antecedida por un deseo) que la constituya en tal. Daremos el ejemplo de cómo, sí un grupo político desease ocupar tal espacio (el vacío del mismo es el que se llena a los palazos y mediante violencia y agresiones) lo haría por intermedio de proponer una reforma de la constitución nacional que contemple entre algunos aspectos nodales, la reducción al mínimo de las fuerzas armadas, y la reestructuración de los poderes legislativo y judicial.
Al hablar de la esencia como punto final de las diferentes características que conforman la sustancia final o el ente en cuanto a ente, uno se introduce en un campo óntico pero si consideramos esta definición con respecto a una acción o interacción social y si a esta le sumamos una peculiar actividad como es en este caso el espectáculo teatral nos encontramos ante una realidad social autoconsustanciada.
Sí existe alguna dinámica, es decir algún impulso consuetudinario que se escape de lo cultural y que se exprese desde lo innato de la condición humana, es la sexualidad. Sin embargo la sexualidad ha sido el primer bastión que el humano entregó para representar su vida más allá de sí mismo. De hecho el resultante, posible, como probable de una de las formas de sexualidad (el intercambio de fluidos entre un hombre y una mujer en período fértil) acaba, o concluye, con la continuidad de la especie, o con la perpetración de la contradicción manifiesta en que la experiencia humana no acabe, acabando. El acto sexual no se lleva comúnmente en la plaza o el escenario público, no sólo por las cuestiones sabidas y brillantemente narradas por otros, sino por sobre todo, porque la sexualidad es la instancia en donde todos y cada uno de nosotros nos despojamos de nuestra individualidad para coger el traje de seres sociales, padecientes y obedientes a las cláusulas sociales que nos vamos imponiendo al ritmo de la práctica sexual.
Debe estar cansado usted y con lógica razón y pureza en el corazón. Varios de los intendentes recién asumidos, y sobre todo, aquellos que suceden a los del otro signo partidario (tenemos 40 partidos, pero en verdad dos expresiones el oficialismo y la oposición, en donde los sellos en los que suelen acabar los partidos se amuchan o aglutinan para hacer masa crítica) declaran emergencias, estados financieros contables (flotantes, nebulosos, pretéritos y toda la semántica que la ciencia económica le ofrece) en donde reciben municipios destruidos, incendiados, acabados y a punto de disolver el principio sagrado de la continuidad jurídica del estado. No importa el color partidario, nunca ha importado, sino el rol, el nuevo oficialista, sí sucede a un opositor hará las denuncias de “vaciamiento” en las que transformará la comedia de diciembre, cargando de angustias en un mes simbólicamente complejo, a empleados y proveedores del estado municipal. En el gran verso de lo privado (nada lo es, todo es público, quiénes más expoliaron lo público instituyeron las quintas privadas para que nadie les reclame, legalmente, lo que les corresponde al resto, o en su defecto que también tengan todas sus respectivas quintas y se disuelva lo público) lo único que debería tener la lapicera de los nuevos intendentes, es la tinta para designar funcionarios que le implementen ideas como las propuestas, que prevalecen en distintas partes del mundo, entonces las transiciones, los traspasos y las sucesiones, en vez de ser complejidades públicas y conveniencias privadas (así en vez de poner a gente capaz, los de siempre, ponen a los amigos, a los compinches, a los cebadores, etc.) pasarían a ser situaciones comunes que consoliden la democracia mediante, prácticas democráticas como la auditoría ciudadana.
Haber leído demasiado en una contemporaneidad que se propuso, exitosamente, dejar de leer, es un problema. Problema que se agrava, sí además de esto, uno se dedica a escribir sobre la base de las lecturas, que a su vez, son lecturas de lecturas, como capas geológicas que se superponen y que constituyen una intertextualidad al mejor estilo mamushkas rusas, cuya última y más pequeña muñeca es la que detenta un signo de pregunta. El hombre en cuestión, sin embargo, ha sido una nave insigne del gobierno argentino anterior (detentaba un conchabo jerarquizado de nomenclatura Leninista, siguiendo con lo ruso) cuyo proceso, en la nota divulgada por lo que otrora eran las madrigueras de los intelectuales orgánicos, devenidos en reductos de la supuesta resistencia a lo presente, lo define como la contracara de la opresión libertina-liberal, situándolo como un estadio histórico, emancipatorio, por ende revolucionario y romanticón (a la luz de la estética de los barbados de buen vestir y afrancesado hablar que defendieron a latigazos y billetazos un proceso político-filosófico que jamás otearon en escritos académicos o informales previo) predestinado a la liberación de las mentes, las almas y del concepto mismo de libertad.
En clara alusión al artículo constitucional (Argentino) numerado como 38 ( “Los partidos políticos son instituciones fundamentales del sistema democrático…”) en defensa irrestricta del orden democrático, y tal como la institución del índice democrático por nosotros antes planteado, constituimos el siguiente test, de cinco preguntas que remitiremos a todo y cada uno de los presidentes de partidos políticos que orbitan en nuestra geografía, a los efectos de determinar el grado de “democraticidad” de los mismos y consecuentemente el cumplimiento que hacen los mismos de su razón constitucional determinada por el artículo 38 de marras.
"Kénosis (vaciamiento) utilizado en la antigüedad por San Pablo en alguna de sus Epístolas, que fue retomado posteriormente por los luteranos para referirse a la renuncia de Jesucristo a su divinidad, en el momento de su encarnación como simple ser humano”. En términos de la política actual una de las tantas funciones, imprescindibles (dentro de la definición tácita dispuesta por el artículo 38 de la Constitución Nacional) que debieran tener las instituciones fundamentales del sistema democrático, es la de, mediante documento escrito, avalado por convenciones u organicidad partidaria que corresponda de acuerdo a cada carta orgánica, poder sugerir, recomendar, apadrinar (en su connotación positiva ) a quiénes pudieran ser ungidos, más luego, por los gerenciadores de la cosa pública, los mandantes en los ejecutivos, como secretarios o ministros, sería tal vez un mero formalismo, como el de izar la bandera, el de pararse para cantar el himno, o tantos otros hitos simbólicos, que son ni más ni menos que la traducibilidad de los deseos y sus consecuciones.
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