Noches amorfas, noches bizarras, teñidas por la claridad de la destrucción y ocultas por la oscuridad del alba. Tiempo estancado en el vértigo de la nada, eternidad estampada en el seno de la voluntad aniquilada. Tales sensaciones absorbían mi espíritu, cegando mis pensamientos, que pugnaban en forma vana por hálitos de coherencia y calma. En tal averno hube de conocer la metafísica de los pobres, la verdadera filosofía inherente a la condición humana. Comentarios desgarradores, historias de horror, impregnadas de sufrimiento y espasmo. Menesterosos y parias que permanentemente hablaban de amores, traiciones y valores. Eximios docentes que daban cátedra acerca de la vida, de sus tragicómicas caras.
¿Tenemos lo que nos merecemos? Esa es la pregunta en torno a la que todo el mundo debate incesantemente a cada nuevo escándalo de corrupción, despropósito legislativo o declaración campanuda de algún dirigente político con escaso sentido del ridículo.
Siete mil recién nacidos mueren cada día en todo el mundo, según el último informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, que destaca que ese número de fallecimientos sigue siendo alarmantemente elevado, especialmente entre los países más pobres del mundo.
Sí existe un ariete, un pliegue, una perspectiva, que aún no ha sido trabajada, ni planteada por la clase dirigente provincial, para generar una nueva línea de conexión, un amalgamiento con la “gente”, “ciudadanía” o “pueblo” que bien podrían estar dentro del significante “correntinidad” y que en paralelo, plantee una demanda, seria, responsable y ecuánime en relación a las autoridades nacionales (sin que signifique incluso poner una mácula ante la alineación nación-provincia-municipio) es sin duda alguna la cuestión electoral, que desde la firma del pacto de Olivos, acendró, la perspectiva unitaria (bajo el engaño de que el voto directo siempre es a título de igualdad) determinando que en una presidencial quien ganara La Matanza y otros distritos del conurbano bonaerense tendría asegurada su victoria, generando con ello, la desigualdad política en pos de la igualdad y por sobre todo, razones falaces o argucias, para que los fondos coparticipables y el reparto de obras, siempre sea bajo un criterio, ni siquiera político, sino populoso-electoral, es decir los gobiernos nacionales de turno, difícilmente rompan la lógica de este sistema unitario, hasta tanto y en cuanto, no se le ofrezca al menos, otra perspectiva. El retorno, remozado, o mejorado, del colegio electoral como posibilidad.
Sea mediante la nave insignia o nodriza, el pejotismo del sello, o sus múltiples y diversos sucedáneos, mediante los que adquiere su condición movimientista, el peronista debe salirse del significante extenso y por ende vacío, en el que han transformado, su sentimiento político, sí es que algo quiere, pretende o busca, rescatar o resguardar del mismo. Ningún partido podría, en la actualidad, mantenerse vigente más de treinta años. De un gran tiempo a esta parte, las expresiones políticas, sólo se distinguen entre sí, por los colores que usan para pintar los cordones de la vereda, en el más interesante, o revolucionario, de los casos, por cambiar el sentido de una calle transitada o avenida. Las definiciones que otrora se podían dirimir mediante la reunión en la básica, en el comité o en el acto, se toman, en otros lugares y mucho tiempo antes. Discusión para nostálgicos o para teóricos, lo cierto es que las generales de la ley le corresponden a todos los partidos, el presente testimonio en relación al peronismo es a título de ejemplo, de referencia explícita y puntual.
Todo lo que no expresamos, se constituya, tal vez, en lo que nos incordia, en lo que nos compone sin que sepamos muy bien porqué, desde cuándo o desde donde. El giro, al articular palabras, que por lo general, rebaten, contrastan, reconvierten esos conceptos subyacentes, eso con lo que convivimos, como una suerte de herencia, un remolino de vocablos performativos, axiomáticos, peticiones de principios, harto condicionantes, se articulan en una actitud libertina o libertaria, en donde el regurgitar, el articularlo como lenguaje, nos sitúa en una especie de lugar, como de tiempo distinto, fácilmente caemos en la conclusión de que por dejar fluir, dejar correr, hacer pasar esta reacción, automática o automatizada, nos termina de transformar en seres que escogemos ejercitar una de las facultades mayores de la humanidad, ser libres, en tal habla, de esas estructuras que nos pretendían determinar. ¿Pero no existe nada más que esto? Es decir ¿nos conformaremos con este modo de ser, de ejercitar nuestra libertad de pensar en el mundo?
Científicos creen que es altamente probable que vivamos en una simulación. Reconocer esto podría ser la nueva revolución copernicana, según Rick Terrile.
¿Es mejor una democracia en la que todos participemos de las decisiones públicas o es preferible que solo lo hagan unas élites preparadas?
Entre el partido único de gobierno (la UCR) distancia kilométrica mediante, símil o referenciado con el Chavismo (casi la misma cantidad de años en el poder) excéntrico y bananero pero, arropado de lo anodino, como lo heroico, de lo correntino, tras el manto sobreprotector de la virgen morena y el justicialismo-peronista, anatematizado como una suerte de cartel mexicano, que dirime con anarquía y torpeza intelectual o democrática, las diferencias entre facciones que se disputan los barrios o las manzanas en donde pueden vender sus expectativas o sustancias (que nunca alcanzarán a toda la ciudad o provincia, dado que esto han negociado con el partido de gobierno, estar siempre en el negocio de la vereda opositora, del quiosco asentado en el barrio de mala muerte) asoman las hormigas de Eli, del liberalismo moderno, como las garantes, formales e institucionales de un sistema político que pese a contar con casi media centena de expresiones, son contadas con los dedos de una mano, las que orgánicamente conforman un espacio verdadero en donde fluya cierta libertad para que la política, construya o deconstruya, en el universo de lo suyo la posibilidad de construir una sociedad, partiendo de los individuos, mejor, más inclusiva para adentro e influyente para el afuera.
En su obra “La doctrina del fascismo”, Benito Mussolini decía “No hay individuos ni grupos (partidos políticos, asociaciones, sindicatos, clases) fuera del Estado. Porque el fascismo es contrario al socialismo, que inmoviliza el movimiento histórico en la lucha de clases e ignora la unidad del Estado, que funde las clases en una sola realidad económica y moral; y, análogamente, está en oposición al sindicalismo clasista. Pero en la órbita del Estado ordenador, las exigencias reales que fueron la causa del movimiento socialista y sindicalista, el fascismo quiere sean reconocidas y hacerlas valer en el sistema corporativo, donde aquellos intereses se concilian con la unidad del Estado… Los individuos constituyen las clases, según la categoría de intereses; se sindican según las diferentes actividades económicas co-interesadas; pero son, ante todo y sobre todo, el Estado”.
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