Domingo 22 de Junio de 2025

Hoy es Domingo 22 de Junio de 2025 y son las 07:22 - De los "puteros" del PSOE de Sánchez y de cómo se nos corre la democracia. / Una Vicegobernación para el Futuro de Corrientes. Una nueva generación / Zdero firmó una reducción del 30% en los viáticos para empleados públicos: rige desde hoy / Caso Cecilia: tres imputados buscan un juicio abreviado y reconocen haber encubierto el femicidio / Cristina Kirchner reapareció con un mensaje desde su prisión domiciliaria y el kirchnerismo marchó a Plaza de Mayo / Gran Resistencia: la inflación fue del 2,5% en mayo y subió el costo de vida familiar / Ataque masivo de Irán a Israel: al menos 78 muertos y más de 300 heridos / Capitanich tras la cumbre del PJ: ?Tenemos una estrategia para defender a Cristina en todo el país? / Cristina Kirchner condenada: la Corte ratificó la pena y quedó inhabilitada para cargos públicos / Salud privada en conflicto: gremios activan asambleas por el freno a las paritarias y podrían ir al paro / Cae banda narco internacional y red de robo de criptomonedas: dos investigaciones clave de la Policía del Chaco / El PJ chaqueño se pronuncia ante el inminente fallo de la Corte sobre Cristina Fernández / Lo mal que estará la justicia para que CFK apalanque en ello su relanzamiento político. / Probemos con un filósofo. / Al sistema se lo socava desde adentro, cómo a los castillos de arena. / Hace tiempo lo advertimos "La comunicación en el judicial, falla". / El sorteo como principio democrático y la necesidad de su institucionalización. / Se presentó en sociedad "La causa Argentina" / Las nuevas dinámicas del saber y la reconfiguración de la autoridad. / La motosierra no funciona para el poder judicial. /

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21 de junio de 2025

De los "puteros" del PSOE de Sánchez y de cómo se nos corre la democracia.

Mientras el mundo se debate en la encrucijada de volver a dirimir sus diferencias mediante el horror de la guerra, en Argentina la discusión trasunta por el metro cuadrado de un balcón, cómo sí en tal dimensión se pudiese sopesar la posibilidad incierta e improbable, de que un poder del estado, sea independiente de los otros, y que su preeminencia, siquiera resulte observada, en España, asistimos al escándalo polìtico de proporciones que pone en jaque al Gobierno de Pedro Sánchez, por la conexión, indisimulable entre pornografìa y polìtica, y que la expresamos años atrás, en el siguiente artìculo que recordamos:

En los tiempos “foucaultianos” la mayoría de los países occidentales, salían de las experiencias bélicas, por intermedio de procesos políticos, con ingentes dosis totalitarias y la idea de libertad, asociado a una suerte de “revival” de lo democrático clásico, se imponía como una suerte de imposible a alcanzar o consumar. De hecho, en la definición de manual, la básica, la tradicional, la de a grandes rasgos, podríamos citar las siguientes líneas como las más representativas del pensamiento nodal de Michael Foucault que entre tantos conceptos referenciales entronizo la de Sociedad disciplinaria: “Es aquella sociedad en la cual el comando social se construye a través de una difusa red de dispositivos o aparatos que producen y regulan costumbres, hábitos y prácticas productivas. La puesta en marcha de esta sociedad, asegurando la obediencia a sus reglas y a sus mecanismos de inclusión y / o exclusión, es lograda por medio de instituciones disciplinarias (la prisión, la fábrica, el asilo, el hospital, la universidad, la escuela, etc.) que estructuran el terreno social y presentan lógicas adecuadas a la razón de la disciplina. El poder disciplinario gobierna, en efecto, estructurando los parámetros y límites del pensamiento y la práctica, sancionando y prescribiendo los comportamientos normales y / o desviados”.

Desde la propia muerte del citado, que alcanzaba de tal manera la consecución de hacer de su propia vida, como la propondría para todos, una obra de arte, la enfermedad que lo devastó, tomó un significado bajo los propios términos que también utilizó para definir y describir la sociedad en la que había sido arrojado a la existencia. La estructura de su sistema inmunológico no encontraba mecanismo para combatir, y en tal tiempo la ciencia tampoco llegaba a una respuesta que otorgara ayuda cierta, a lo que se empezaba a conocer como el HIV, que, culturalmente, se replicaba, confusa como maquinalmente, como una suerte de castigo pecaminoso a quiénes no tuvieran comportamientos sexuales, permitidos por las estructuras no solo dominantes, sino reinantes o existentes.

El duelo de los padecientes de tal sociedad disciplinaria (es decir el tiempo que necesariamente les debe llevar el asimilar los dolores que les han sido propinados por vivir bajo tales términos), como las generaciones herederas de la misma, no debe obliterar, ocluir o imposibilitar que vislumbremos, todos juntos, como de esta forma, de este tipo, de esta escenografía compleja en donde fluctúan las latencias del poder, las manifestaciones individuales que pretenden confluir en un colectivo, comprendamos que estamos forjando, casi como un sucedáneo, como una relación de causa-consecuencia, un nuevo estadio, el pase de tal sociedad disciplinaria a una sociedad prostibularia.

Como elemento teórico sostendremos que la sociedad disciplinaria, tenía como elemento ontológico, espiritual o subyacente, el deseo arquetípico humano de controlar la anarquía del azar, a partir de tal axioma, se constituyó, como bien lo describió Foucault, en un andamiaje, a decir de Bentham en un panóptico, que, de un tiempo a esta parte, nos regula, de otra forma, bajo otros mecanismos, tras la máscara de lo prostibulario y que posee como principio activo, no ya una suerte de deseo de control de lo incierto, dado que esto  mismo se logró mediante la conquista de lo democrático, la victoria de lo libertario por sobre lo azaroso, sino la multiplicación, ad infinitum, del intercambio, de la traducibilidad de la traducción, la subdivisión en partículas elementales de la individualidad y la individuación.

Esto es lo prostibulario. La mercantilización no sólo del tiempo y del espacio, sino, la ilimitación del intercambio, la anarquía que difumina la escisión de bienes de uso y de cambio, el raleo que como interdicto, hace estrechar el derecho con la libertad, y en donde el concepto, no ya el lenguaje, está articulado, como inscripto en otro lugar de lo político.

La democracia, funge, en lo prostibulario, como la fachada libertaria, que hace funcionar en perspectiva prostitucional a la dimensión de lo colectivo. La democracia como sistema prostituido y prostituyente, se sostiene en el recuerdo que lo anterior (las dictaduras o guerras en los tiempos de la sociedad disciplinaria) será siempre peor, como si la situación tuviese un obligado regreso en el tiempo (es decir como la falsa opción que bien podría tener una prostituta o un prostituto de expresar que se prostituye no sólo en uso de su libertad, sino porque su anterior trabajo era peor y que en el caso de no prostituirse, deberá regresar a aquello pasado oprobioso).

“La suerte es la divinidad propiamente democrática; vale decir la divinidad de los iguales o más precisamente de los pobres-si entendemos democracia en sentido griego, esto es como dominio de los pobres sobre los ricos. Divinidad que preside el régimen que resulta del arrebato del poder a los ricos por los pobres-pues la institución democrática es por lo general de procedencia revolucionaria: surge de las armas y, cuando no, del miedo-, una vez que ese arrebato ha logrado prosperar encomienda su organización al imperio de la suerte. (Tatián, D. “La conjura de los justos”.  Editorial Las Cuarenta. 2009. Buenos Aires. Pág. 108.)

Lo bueno de lo democrático, es lo excelsamente narrado por Tatián. Lo prostibulario, a diferencia de lo disciplinario, nos permite cierta reconciliación con lo azaroso, con nuestra naturaleza incierta. La democracia nos aleja por definición a regímenes en donde se establezcan mandatos específicos y puntuales, por más que estos, tengan como fin, por ejemplo, vencer o reducir la pobreza. La esencia de lo prostibulario es precisamente, que prefiere entregarlo todo, a cambio de esa supuesta sensación de libertad, que como si fuese poco, al final de la relación, obtiene un premio, o un resultante. Un producto, un número, un intercambio. Cualquiera entonces, puede tener la suerte, de encontrar un “cliente” que le dé mucho más que lo qué uno, en condición de prostituta/o supone que le ha brindado. La perspectiva es que la suerte podría estar de nuestro lado y no necesariamente en contra.

La complexión tanto teórica como práctica de lo democrático se define por lo prostibulario. Lo que habla, como lo que calla, lo que cuenta como lo que oculta la democracia, está inscripto en un intercambio de intercambio, en donde lo único que vale es el interés, material que se cree tener, ilusamente, por la traducibilidad de las traducciones de las diversas relaciones, en donde sólo impera la perversidad de intercambiar, sin ton ni son, aviesa como sobre todo, acumulativamente.

El banco en donde finalmente se depositan las ganancias de todos y cada uno de los intercambios, no es ni más ni menos, el sistema económico-financiero, que vuelve a traducir en contante y sonante, aquello que en un comienzo fue el fluido del trabajador transpirado, el flujo del amante, la saliva del profesional de la palabra, y todo lo que salga del cuerpo, biopolítico, del humano, que no escapara sino hasta después de su olvido (un paso más allá de la muerte física) a la atracción generada por el magnetismo irredento, de la vulva prostibularia de la que ha salido y a la que volverá el humano.

El problema de lo democrático, en  todo caso, la no resolución, o la no satisfacción que le genera al humano que el azar puede estar siempre de su lado (un imposible por otro lado), implica finalmente al azar, en su maridaje, en su complicidad con lo democrático. Lo observamos en la siguiente cita, del texto de Ranciére, J. El odio a la democracia: “La Democracia es, ante todo, esa condición paradójica de la política, ese punto en el que toda legitimidad se confronta con su ausencia de legitimidad última, con la contingencia igualitaria que sostiene a la contingencia desigualitaria misma”, (o.c. pag.134).

La democracia no puede mantener lealtad con lo azaroso, o se somete a sus dictados, o busca arroparlo bajo sus consideraciones. Sin embargo, en la condición prostibularia la democracia, sustentada en el capitalismo-liberal, articula, en cada circunstancia propicia, una suerte de negociación de partes, las relaciones que quiere librar, mantener, y el precio se regula en ese libre juego de oferta y demanda, en donde los que pierden perpetuamente, no creen que siempre y sempiternamente tal situación seguirá así y los que ganan no temen que las cosas se modifiquen en nombre de la libertad o consagrando tal conservadurismo bajo el manto protector del libre albedrío.

Sí existe alguna dinámica, es decir algún impulso consuetudinario que se escape de lo cultural y que se exprese desde lo innato de la condición humana, es la sexualidad. Sin embargo la sexualidad ha sido el primer bastión que el humano entregó para representar su vida más allá de sí mismo. De hecho el resultante, posible, como probable de una de las formas de sexualidad (el intercambio de fluidos entre un hombre y una mujer en período fértil) acaba, o concluye, con la continuidad de la especie, o con la perpetración de la contradicción manifiesta en que la experiencia humana no acabe, acabando. El acto sexual no se lleva comúnmente en la plaza o el escenario público, no sólo por las cuestiones sabidas y brillantemente narradas por otros, sino por sobre todo, porque la sexualidad es la instancia en donde todos y cada uno de nosotros nos despojamos de nuestra individualidad para coger el traje de seres sociales, padecientes y obedientes a las cláusulas sociales que nos vamos imponiendo al ritmo de la práctica sexual.

La intimidad sexual, o que esta no sea expuesta como lo es cualquier otra acción humana, es la muestra fehaciente y cabal de que constituimos a partir del mismo la socialización, la construcción del hecho cultural, así fuese incluso sí estamos practicando sexo con nosotros mismos (es decir sin la intervención de otro, pues simbólicamente el acabar, el goce de la culminación sexual es una kénosis, un vaciamiento, de allí la sensación placentera, para que interceda el otro y se genere la posibilidad de la continuidad de la especie, o en última instancia la sensación gozosa que nos dice que vale la pena que continuemos en el mundo hasta cuando podamos).

Para graficarlo en forma fehaciente. Lo hacemos adentro (practicamos sexo en espacios no públicos o no visibilizados como tales) porque estamos construyendo el afuera (es decir lo social). A contrario sensu, todo lo que hacemos afuera (por ejemplo política) no es más que la intención de obtener resultados para adentros (personales o facciosos).

Lo extensivo de lo humano, es decir la intención de salirse de sí mismo (representarse) de correr los límites de su contexto (reproducirse) no permite que permanezcamos en el adentro (nunca saldríamos del útero) en tal arrojo, tal destemplanza el afuera que se nos presenta temerario e incierto, tiene que estar dotado por ciertas reglas, por un orden, por un sentido, que nos tranquilice, que mengue la angustia de aquello y que nos refiera, al placer íntimo que sentimos cuando practicamos sexo (esta es la verdadera tranquilidad que deseamos, añoramos, este es el estado ideal, al que tozudamente sabemos que no podemos perpetrar, como tampoco, congelar o detener, el instante del clímax, pero al que no nos negamos a perseguir).

El trabajo sobreviene entonces como todo lo que explica lo sexual (es decir por qué no nos alcanza, o mejor dicho no podemos perpetrarlo en el tiempo) el que le da sentido al afuera y al adentro que construimos, ya como sujetos sociales y obviamente contradictorios.

El trabajo opera como el dispositivo que creamos por fuera de nosotros, para que el deseo (anatematizado en lo sexual) no nos haga demasiado daño, sea porque se cumple, no se cumple, o se postergue. El trabajo junto a construcciones en el plano de lo imaginario (las que luego intentamos traducir a lo real) como la religión nos posibilitan los intercambios indispensables para que entremos y salgamos de los adentros y afueras que construimos para soportarnos en nuestras ambigüedades y vacilaciones.

El trabajo como vector ordenador, nos podrá decir las razones (cómo si existiesen, pero eso necesitamos creer, a veces) por las que hemos tenido más o menos sexo, con quién deseábamos más o menos, explicándonos que no podemos vivir en el estadio de la sexualidad, que el fuera en donde fija sus reglas el trabajo, nos precisa allí en donde, no casualmente, no se practica sexo.

En última instancia, el trabajo entendido como lo que hacemos o dejamos de hacer, más luego se traduce en dinero, en materialidades y en poder.

No es casual que desde las tierras que esto se escribe el trabajo, tal como lo tenemos entendido hoy (un sistema de producción con resultantes y resultados) lo hayan impuesto desde lo imaginario de la religión, una orden, precisamente religiosa, por intermedio de hombres que por imposición de esa religiosidad no podían tener o practicar sexo.

Con la presencia europea no solo el coger se transformó o se connoto sexualmente (cojer, es decir practicar sexo deviene de aquello de ser agarrado que era ni más ni menos que ser tomado como elemento sexual) sino que la compañía de Jesús, estableció una forma, para regir los destinos de ese afuera y adentro que jamás se preocupó en entender o comprender en 

La producción asexuada de seres humanos, que hasta no hace mucho, sólo podía ser posible en series o películas de entretenimiento, ya es posible no sólo en estrellas del cine o del arte, sino cada vez más accesible al común de los ingresos de un sistema que, pese a estar reconfigurándose, permite que algunos seres humanos construyan otros humanos, sin intermediar sexualmente, para que vean impávidos como tantos otros, producidos “al natural” mueren prácticamente de inanición.

El trabajo, el que usted tiene o deja de tener, posee esta encriptación desde lo sexual. Aquel que practique sexo con usted (aún sea usted mismo o por más que lo haga con interfaces o virtualidades) necesita de una compensación, o para plantearlo de un modo más amable, necesita la traducción por la acción realizada, llevar a cabo un intercambio que es la lógica del sistema.

Esta es la razón, porque desde la corrección política y en nombre de combatir a la trata de personas, existe una tendencia cada vez más insidiosa de penalizar el sexo pago, sea normativa o socialmente. Una práctica que en España, se utilizó desde jerarcas del estado, para aceitar, mediante prostitutas, pagadas por el erario público, la connivencia pornográfica de cometer ilícitos en la contratación de obras y demás ofensas a la legalidad y a los supuestos valores polìticos con los que históricamente se identifica el Partido Socialista Obrero Español. 
  Pornosofía: Sincretismo entre Filosofía y sexualidad, ejercicio que evita ser follados por la política.

Sí coincidiéramos con el Marqués de Sade en su obra La filosofía en el tocador, de que la definición de prostitutas corresponde al significado de las únicas filósofas auténticas, debiéramos ir en su búsqueda, dado que desde hace un tiempo no las encontramos más en los burdeles ni en las calles, porque continúan siendo perseguidas en su ejercicio desde tiempos inmemoriales y ahora confundidas con quiénes son capturadas como esclavas sexuales. Que atesoren el filosofar, puede ser incluso más cuestionable, pero sí intentamos definir que es el filosofar, probablemente el camino se nos allane. El amor a la sabiduría, tal como lo indicaría la definición etimológica, nos puede dar una pista. Las prostitutas, insistimos, las auténticas, trabajan con la esencia, la materia prima del amor, que es lo sexual y para muchos, como para nosotros, con lo único verdadero en lo que se atiene esa contrato entre privados, tan inasible como las abstracciones metafísicas, que tan buena prensa ha tenido y tiene y llaman amor. La insensatez, sobre todo política, de amar a la sabiduría, sirve en un espacio acotado de tiempo, al comienzo, tal como ocurre con personas que se dicen amar y por ello firman un contrato de hecho (matrimonio) y se someten a convivir como si esa sensación (la mayoría de las veces acendrada en lo sexual) vaya a perdurar mucho más tiempo, de lo que en verdad podría perdurar. Los que se decían amar a la sabiduría, le sirvieron políticamente a sus respectivas sociedades, en ese mismo comienzo, en ese trecho inicial, les paso a Sócrates, como a Platón, luego, esa imposibilidad de seguir amando (es decir al principio legitimaron las bases de lo político y ese amor era reluciente y real, como útil) generaba que cuestionaran aquello que habían ayudado a construir, de allí que uno terminó condenado a suicidarse y el otro evadido y vendido como esclavo, no podían continuar amando, lo que se había modificado, o mejor dicho, lo que se había cumplimentado, y tampoco, en su calidad de filósofos, podían dejar de amar esa búsqueda del saber. Aquel que contrae un contrato, o realiza un connubio, con quién se dice amar, siente en un determinado momento que esa sensación primigenia se ha modificado (otro de los aspectos constitutivos de lo sexual en relación a lo amoroso, es la idea de perpetrar sempiternamente los pocos segundos que dura un orgasmo) y que por tanto, debe romper el contrato, o tergiversar lo que en un momento sintió y dio en llamar amor y continuar bajo ese contrato y un amor que ya no es o ha pasado a ser otra cosa. Por ello es que las prostitutas, profesionales de la sexualidad, son las que conocen mejor que nadie, el momento exacto en que la verdad se transforma en mentira (tras terminar lo pactado, el pago convenido) para no derrapar en el matrimonio y fijar límite cuando lo necesario y conveniente se vuelve peligroso (lo que le ocurre a los filósofos).

Etimológicamente el Porno, o la pornografía, es lo que se escribe sobre las prostitutas y el vocablo conceptual de pornosofía, sería la sabiduría que podría estar detrás de quiénes atesoran esa actitud ante la vida de vérselas con lo que creen o sienten como lo cierto. Este último término, para no decir lo verídico, tiene un pasado, hipostasiado en la historia del pensamiento, nos inclinaremos por el término, auténtico, utilizado por el Marqués de Sade. La raíz griega de este término, implica lo absoluto y aquí encontramos un nuevo hermanamiento entre filosofía y pornografía, detrás de nuestra construcción conceptual de la Pornosofía.

El pornosófo debe ir detrás de lo auténtico, de ese absoluto que cree o pretende o por lo que se guía en su yo en el mundo, tal escándalo, tal afrenta para la filosofía, que en verdad, ¿es su opuesto?, debe escandalizar tanto, como lo pornográfico en sí, es decir, las imágenes de las genitalitades humanas entrecruzándose.

Pornosofar, es ser auténtico, también en el pensamiento, reconocer que siempre pretendemos que pase algo con lo que pensamos, que convenzamos, que conquistemos, que nos den dinero o nos rindan pleitesía con ello o tener más sexo, a partir de ello.

La pornosofía, como todo lo disruptivo no estará tabicada en las esclusas de antaño que sostienen lo académico y difícilmente tengan una prensa acorde a lo que propone, probablemente se la emparente o categorice dentro de todo aquello que no pertenece a lo común o a lo normal.

Lo singular es que tanto a la filosofía como a la pornografía, padre y madre de la pornosofía, les está ocurriendo esto mismo, ambas no terminan de morir y vegetan en la inanición de haber sido en sus momentos, interesantes disruptoras del orden establecido.

La filosofía ha dejado, posiblemente desde hace siglos, de dejar de ser una amenaza para las mentes más acomodadas, en lo mejor de los casos, devino en un pasatiempo, en los domingos de la vida de personas ricas o en las aventuras oníricas de jóvenes pseudo-revolucionarios, en esa flexibilidad, en esa laxitud, que en los tiempos y ante las situaciones actuales, sería connivencia, con millones de personas, que en nombre de otras pocas, continúan siendo subhumanas, filosofar es una jactancia literaria, pornosofar, sin embargo, una obligación para quiénes tienen la posibilidad de hacer sinapsis neuronal.

La pornografía, le ha dejado paso al sexo plástico, que se viraliza en redes sociales y que impone como regla, la cosificación no de un género, sino de una condición, la del pobre o del menos pudiente, es decir, la mujer acaudalada entrada en años con el joven exótico y de color, como el empresario obeso y adinerado con la modelo de turno; el reinado de la estética que impuso operaciones y resultantes de quirófano, entronizados previamente en comerciales y más media, que nos dicen que cuerpos son los más sanamente deseables. La pornografía perdió su capacidad de escandalizar, de disponer de otra discursividad, le han enajenado su posibilidad de impactar con la crudeza de las imágenes y con lo simple y sencillo de lo que ocultábamos bajo nuestras sábanas.

Pornosofar, también incorpora esta naturalidad, que escenografiada o convertida en película, puede posibilitar, pensar desde otro lugar.

Finalmente la pornosofía, llega como todo hijo, no para la superación de sus padres, sino para el rescate de sus memorias, de aquello, que como reliquia conocemos como filosofía y pornografía.        

Pornosofar la política, follarla, como actitud defensiva (quitándole toda lógica de placer al acto sexual y considerándolo solamente una cuestión de poder) para que ella no nos folle, quitándonos la dignidad, evitando el virus que con su miembro, la clase política, lasciva, nos intenta inocular para que nos quedemos en el paro, laboral como existencial   
 

Por Francisco Tomás González Cabañas.

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