ACTUALIDAD
17 de enero de 2021
“Mientras el peronismo siga secuestrado por Cristina Kirchner jamás será poder en Corrientes.”
Coincidiendo con la metáfora utilizada por el ex Presidente Mauricio Macri, en una entrevista de meses atrás, concedida a Joaquín Morales Solá, el modelo político bajo el significante K, deifica o sacraliza el distrito único del conurbano bonaerense. El resto de las disputas de políticas, pasan a ser judiciales y sólo desde el instituto patria se brindarán apoyos logísticos o de campaña, en donde jueguen los amigos del heredero y sucesor, a quién preparan para tal epopeya dinástica llevándose por encima los pocos vestigios de republicanismo que no han cedido ante la calamidad de la pobreza y la marginalidad.
Ya no puede hablarse de distinciones por izquierda o por derecha (esas categorías tan eurocéntricas sólo válidas en comunidades postindustriales y no aún medievales como las nuestras en américa latina) de socialistas y liberales, si quiera de peronistas y no peronistas o antiperonistas. El secuestro del significante “peronismo” que le quedó como herencia a la actual vicepresidente, se encuentra en plena sucesión para su primogénito. En lo explícito de la pornográfica debilidad institucional, la subversión de lo público y lo privado, se brinda en continuidad cómo ejercicio delictual. La política nacional se convirtió en el bien jurídico mayor de una familia que no dudó un instante en perpetrar tal desquicio ético que bajo legitimidad del voto de un conurbano africanizado instauró una moral conceptual del pobrismo o la pobrecracia. El haber afianzado esta desigualdad genera incluso, ámbitos de desigualdad dentro mismo de tal significante, que en ningún caso será amo, o unívoco, dado que el único amo aceptado, tolerado y planteado con pretensión de legalidad es y será el apellido K. No es lo mismo el pobre del conurbano, que el pobre de Formosa, que el de Santa Cruz o el de Tucumán. No sólo por cuestiones de azar, sino por aspectos de la política discrecional, de esas decisiones tan arbitrarias y lejanas que se toman en los despachos del poder real, de ese poder edípico que mantiene en vilo a la argentinidad toda, sin hacer evidentes las tensiones, muchas de ellas vergonzantes, que nos surcan en medio de las desgracias estructurales como la pobreza y la marginalidad y las generales y coyunturales como los tiempos pandémicos. ¿Qué le podríamos pedir al dirigente que se siente peronista en Corrientes? ¿Al que está cobrando alguna migaja gracias a la dinastía o que cobró alguna vez? Que piense y que haga una autocrítica, ¿acaso?. ¿Qué no le ponga al hermano, a la mujer, al socio o al amigo, cobrando un buen conchabo sí se sienta en un espacio de poder?. ¿Qué agarré el cuadro de Perón y de Evita, y que los compare con la foto de la viuda y de su vástago, cantando la marcha el 17 y haciendo los dedos en V? Al menos que sepa, que parte de haber cobrado, es básicamente el tener la posibilidad de pensar, sin sentir hambre o pánico por tener la heladera vacía. El sistema monárquico, pseudo-democrático de los K, nunca pretendió ni pretenderá un gobierno que se diga o reconozca peronista en Corrientes, porque el sistema electoral de distrito único se asienta en el conurbano. De hecho, las mil y un agrupaciones políticas (como las organizaciones sociales, que son formas de socavar la legitimidad del sistema de partidos y por ende de la democracia en general) cómo la principal, no son más que órganos no democráticos, gobernados por amigos del poder, que imponen acciones políticas, a cambio de la membresía a sus terminales en la provincia, que reciben las banderas y el uso de tales nombres, junto a un conchabo de Nación en donde logran aumentar sus ingresos y hacer “libremente” política para adoctrinar a sus clientes, que llaman “compañeros” para no reconocerse como partes integrantes y fundamentales de los gerenciadores de la pobreza que son los cómplices de los monarcas que gobiernan en modo delegación y próximamente sucesión. No dudarán, en clave “machirula” el ceder el honor de la historia política de sus madres, el futuro laboral de sus esposas y la expectativa de sus hijas, a cambio de que el hijo del poder, logré el cometido de su madre (que ni siquiera se plantea si es el deseo de su vástago) de entronizarse como el heredero Máximo. Y tal como decía ese grafitti callejero “El carnaval pasa y el hambre queda”, en Corrientes ningún obsecuente de un poder monárquico, unitario y discrecional, podrá tener chance alguna de ser nada más que eso, un cortesano, o un bufón, porque las “luchas por el poder continúan pero el cobarde nunca las pelea”. Por Francisco Tomás González Cabañas.
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Comentarios
Nombre
Vilma
Comentario
Aca en Ctes , no queremos a los k ni a la campora aca volveremos a votar a Valdes, aca no tenemos los problema que hay en Buenos Aires.asi que ladrones no queremos los Correntinos.
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