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ACTUALIDAD

12 de julio de 2019

Las elecciones debieran ser fiscalizadas por el Poder Judicial.

No estamos redactando una iniciativa para pretender modificar instancias electorales del código o las reglas de juego de cómo validamos la democracia (es decir la manera en qué votamos y cómo se cuentan los votos) lo que planteamos, es la defensa irrestricta de la institucionalidad que performativamente se nos avino como divida en tres poderes, que interdependientes, se balancean entre sí para que seamos ciudadanos republicanos y democráticos. Sostendremos que en todas y cada una de las aldeas, que se precien de democráticas, el poder judicial, debe ser quién más allá que lo estipule o no lo, la ley, y de efectivamente cómo se haga para la implementación expresa (es decir podría ser, verbigracia la presentación de un amparo colectivo de ciudadanos independientes, al poder judicial de la jurisdicción que corresponda, en nombre de la salvaguarda de esa institucionalidad de la que forma parte de que los miembros del judicial lleven el control desde el inicio al final del acto electoral ) el resultante de lo democrático se determine mediante el menos democrático de los poderes, pero el que formalmente más se atiene y por ende, hace atener a los otros poderes, a lo taxativo de lo normativo.

Sí a fin de cuentas, creemos aquello de que el judicial es un poder independiente del poder político y no se constituye políticamente (es decir mediante el juego de lo electoral) no debiera tener ningún tipo de reparos la institucionalidad toda, en la orbe que fuese que se precie de democrática y republicana que no conceda en los hechos el control total y absoluto de la jornada electoral a todos y cada uno de los miembros del poder judicial, con la participación sí como peritos de parte a los distintos partidos políticos que lo pretendan, pero nunca invirtiendo el eje prioritario, que desde el poder judicial hacia el resto de los poderes políticos, que se constituyen como tales se debe generar la fiscalización de los procesos electorales o sobre todo la jornada electoral y lo que ella determine.

En una de las tantas lúcidas observaciones que realiza el Psicoanalista Gustavo Dessal en su cuenta de red social, redacta: “Peter Wehner, en su ensayo “The Death of Politics” (“La muerte de la política”) muestra que la más grave contaminación del presente no es la que infecta la tierra, las aguas y los cielos, sino la polución de las palabras. Esa polución se puede analizar en sus dos tiempos, que no son cronológicos sino que obedecen a una secuencia lógica. En primer lugar, la perversión del mensaje. …Ya no es preciso callar más, porque la libertad del líder se contagia hacia abajo. Ahora todos podemos decir lo que pensamos porque es lo que él piensa, y lo que él piensa es lo que todos pensamos. En segundo lugar, se trata de intervenir sobre el código. Para ello, el truco consiste en vaciar el mensaje de todo significado mediante la reducción al absurdo…En esta segunda fase lo importante no es el mensaje, sino atreverse a expresar cualquier cosa, por más inaudita, fraudulenta o contraria a los hechos. Hacerlo todo el tiempo, sin cesar, y lograr así tal aturdimiento significativo que la debilidad mental del ser hablante domine la vida cotidiana. Cuando eso se obtiene, se alcanza el verdadero poder. El poder de desconectar todo enunciado de la verdad fáctica, lo que significa que a nadie le importe nada aunque sepa muy bien que lo que está escuchando es una falacia o una mentira descarada. El poder de normalizar lo aberrante, que es superior al poder de Dios, solo se consigue mediante la apropiación del lenguaje. Cuando se dispone de ese poder -y no existe ninguno que lo supere, porque a los pueblos no se los puede someter solo mediante la amenaza física, como lo demostró Hannah Arendt- entonces se tienen todos los demás. Es por esa razón que el primer asalto debe llevarse a cabo sobre el campo de las palabras. Hasta Stalin, que era un campesino iletrado, comprendió eso con su instinto político. El odio y la agresividad se han vuelto indispensables en la política, al punto de que amenazar, insultar y burlarse de los valores femeninos tales como la compasión y la solidaridad es un recurso que aumenta la popularidad. El psicoanálisis y el decir poético tienen la enorme responsabilidad de organizar la Resistencia contra la toma del lenguaje, porque esa tarea ya no podemos esperarla de ningún partido”.

 

En un mismo sentido, primero este decir razonado, pensado como sentido, ofrecido u ofertado al espacio público, para que el hecho público es decir político, se avenga después y de la manera que fuese, por tanto en sus manos este poder sideral, de saber que hacer con estas palabras que ya son suyas y que dependerá de qué haga usted con las mismas es de como nos irá a todos y cada uno de los que formamos parte de una supuesta comunidad democrática, más allá de que votemos, de por quiénes lo hagamos y de los que controlen o cómo, los distintos resultados de las diferentes elecciones, de las cuáles ninguna será tan determinante cómo lo que esté por hacer con este manojo de vocablos que le piden su acción o reacción pertinente. 

 

Por Francisco Tomás González Cabañas.

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