ANÁLISIS
5 de abril de 2017
Síndrome del chofer ansioso.
La Ciudad de Corrientes padece esta enfermedad que muestra como síntomas evidentes la imposibilidad de mitigar la pobreza, la insuficiencia para generar algo más que meras y formales tramitaciones administrativas y la indigestión en grado exponencial de vómitos y deposiciones de asfalto que no hacen más que agravar un cuadro que hasta ahora no ha sido diagnosticado.
La ansiedad al volante, hace que el chofer o conductor lo único que pretenda hacer es llegar, lo único que puede hacer es arribar a un lugar que ni él sabe cuál es. Bajo este síndrome el afectado, discurre, a tientas y a locas, por la colitis de asfalto que previamente generó, tal vez con empresas en connivencia con su peculio, para seguir haciendo el derrotero, triste, lamentable y oprobioso que primero se llamó renovador, luego liberador, de la victoria y ahora es simplemente, haciendo Corrientes, desde esta noción viciada y enfermiza de la política.
Tal como dicen las sagradas escrituras, primero fue el verbo, así lo suscribieron los griegos, como padres de la civilización occidental, con respecto al logos, a la palabra como concepto, es lo que nos diferencia de nuestra instintividad, la posibilidad de razonar, de comunicar nuestros razonamientos y a partir de tal mancomuniòn de la experiencia humana, en tal caso, hacer, rever o seguir haciendo.
El síndrome del chofer no permite que uno haga este razonamiento. El afectado, sigue, con el pie en el acelerador, más allá de que cumpla con las reglas viales que para ello están y no sólo para permitir multas con el fin recaudatorio o para hacer caja para pagar o rentar a la patota política, continua haciendo, porque nunca se detuvo, ni se detendrá a pensar, cumple a rajatabla la orden que le dieron, de llegar, tal vez como reza el dicho popular, este mal te puede hacer derivar en que termines como pito, o que nunca llegues a ser corneta, que es lo mismo.
Otro de los graves males que concomitantemente se producen a partir del síndrome del chofer ansioso, es que pone en riesgo, no sólo su propia vida, sino la de los que circunstancialmente conduce, con ese manejar, con ese transitar, que es enjundiosamente un hacer desequilibrante que no tiene ni tendrá más finalidad que el derrape, que la banquina, que la ciénaga en donde no habrá mucho más por hacer.
Dicen los galenos que para todo paciente, es clave su historia clínica. Sí hablamos de choferes ansiosos que no pretenden ver su mal, tenemos que observar que seguramente habrán pasado por varios frentes, denominaciones, por varios costados, siempre en ese mismo y ruin lugar, de cumplir órdenes sin pensar y de tener la suya, su vuelto, su partecita muy pequeña, que es en definitiva el único lugar a donde le interesa llegar y para ello necesita seguir haciendo.
Hacer, hicieron los nacionalsocialistas, que por obra y gracias de hombres destacables que razonaron y antepusieron el pensar, dejaron de seguir haciendo.
Finalmente y para no ir muy lejos, hacer y con mucho asfalto, también fue el leitmotiv del Brigadier Osvaldo Cacciatore, Intendente de facto de la Ciudad de Buenos Aires, que con su plan de Autopistas urbanas, hizo parte de la capital, además de hacer cosas reservadas para procesistas, para hombres de acción, para hombres de la praxis, para enfermos de este síndrome de chofer ansioso, que requiere, necesariamente, por el bien de la Ciudad, que está siendo conducida, que le digamos, como el mundo le dijo a los hacedores por el hacer mismo, de hasta campos de concentración, basta, como la argentina a estos hacedores, por el hacer mismo, que denostaron, persiguieron y pretendieron encarcelar el pensar que queríamos votar, en la Ciudad de Corrientes, es hora que le digamos basta a los que quieren seguir haciendo, sin pensar, sin razonar y por el sólo hecho de seguir manejando algo que ni siquiera saben ni les interesa a donde nos conducirá-
Por el Movimiento: Peronismo Moderno.
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