ANÁLISIS
26 de noviembre de 2016
Salvemos la política antes que condenar a las chicas del San José.
Por más que no estemos de acuerdo, o que incluso trabajemos como para lo contrario, lo cierto es que la gran mayoría (que es en definitiva lo que sostiene la legitimidad de lo político) aún se maneja con una lógica binaria, con un blanco o negro, substrato explicativo de lo que se dio en llamar la grieta (posiciones políticas agonales que surgieron como táctica de gobiernos de sesgos populistas o progresistas) que muchas veces nos condena al diagnóstico de ser una sociedad bifronte o bipolar. En nuestra pequeña aldea, en la comarca, en la estancia chica, en las cuatro avenidas indelebles en nuestras cabezas , un ritual típicamente adolescente, llevado a cabo por hijas de quiénes creen tener títulos nobiliarios (al punto que hasta poseen casi una ley educativa propia, habiendo retardado como en ningún otro lugar, salvo Córdoba, la posibilidad de que estudien hombres y mujeres, la implementación sin castigo, culpa ni oscurantismo de la ley de educación sexual y no dejando en claro nunca el sistema de inscripción, que como mínimo debería ser transparente y requerir una cuota especial para los padres, que sean altos funcionarios del estado, y que abonen en proporcionen a lo que ganan o enajenan del propio estado, al que además le exigen que le enseñen gratis a sus niñas) desato tal malestar en la alcurnia, que la misma se esparció en los medios de comunicación.
Los que tuvieron que dar espacio a la noticia, al ceño fruncido de los señores de la sociedad que necesitaban el reflejo del escándalo en los matutinos locales, como para que la reprimenda en casa, tenga mayor dramatismo. Igual las chicas se casarán con quiénes sigan garantizando que las castas se mantengan y que los muchos (esos que llenan las misas, que caminan las procesiones, que aportan, crean o no, por imposición constitucional, y que nunca podrán mandar a sus vástagos al colegio eclesial, porque el ingreso es en verdad una clara muestra, del cerco como para pertenecer al círculo rojo social, a la familia política, judicial o estatal) que se sacrifican para que esos pocos vivan muy bien, crean en la justicia de la vida eterna y se ganen el paraíso etéreo, a cambio del valle de lágrimas, de la crotera, contante y sonante, en nombre de dios y las buenas costumbres, que aquellos pocos no respetan, ni respetarán. Y es esto, lo que en plena ebullición hormonal, nos están diciendo estas pobres cristianas, que en un acto de humanismo, reaccionan, natural y sanamente, ante tanto dogma, ante tanta imposición, ante el crucifijo usado como cinturón de castidad. Están vomitando años de conceptos que les fueron inoculados. Las caretas que usaron para disfrazarse, la usarán con purpurina y lentejuelas en carnaval. Se gastarán, autos y casas en trajes, que las pibas de barrio, las que están fuera de la avenida, compartirán sólo en fotos de red social, serán reinas y bastoneras, en concursos, réplicas de las inscripciones oscurantistas del colegio del que provienen, de los ingresos al judicial en donde podrán terminar trabajando, manidos, turbios, sospechados, calibrados en la camándula. El paseo por el punto neurálgico de la Ciudad, el pleno de las cuatro avenidas, más luego la repercusión mediática de la travesura, les da la razón. Son las dueñas de corrientes, o sus padres, por ende lo serán en un futuro próximo, o al menos de la correntinidad. Usan caretas más por una cuestión conceptual, carnavalesca, que por temor a una supuesta infracción o a ser descubiertas. Son lo que han mamado, lo que siguen mamando y lo serán en la continuidad de una mamada que es mucho más que una metáfora de índole sexual. Están más allá del género, de la clase, son la condición. Son las mujeres deseadas, las profesionales exitosas, las esposas ejemplares y que estoicamente, están preparadas a sostener las formas de una sociedad de las que son amas y señoras. Sí salpicar con algo de orina, al otro con quién se compartieron años, de una disputa de estudiantina, termina siendo una agresión, casi punible por algún código de convivencias y replicado severamente por medios de comunicación que escriben decisión la primera con s en sus tapas (alguien alguna vez me señalo, como queriéndome adoctrinarme que mis párrafos eran muy largos y mis puntuaciones muy escasas. Claro, que sí, no creo que escribir sea transmitir un mensaje, si creyera eso, me comunicaría en morse. Para mi escribir es pensar en otro plano, es ir y venir, al compás de una musicalidad, a la que no me gusta ni corregirla, ni tampoco cercenarla con puntos y comas, en pos de una supuesta economía del lenguaje, o de clarificar algo, como la humanidad misma que de claridad no tienen, por suerte, una coma) estamos más que perdidos.
Prueba cabal de que estamos perdidos, es que esos mismos medios de comunicación, mientras compartían la indignación social por las chicas del Sanjo, daban prensa a la reforma política que caía en el Senado e informaba, que uno de sus protagonistas, el Ministro del Interior, visitaría la ciudad tomada por asalto por las gurisas.
Menos mal que cayó la cosmética propuesta de cambiemos en la cámara alta. No tanto porque tal cosa signifique un triunfo para los senadores de la provincia gobernada por Gildo Insfrán hace 24 años, o el resto de sus pares que la frenaron. Sino más que nada, que los cambios de forma, terminan sedimentando el fondo, que es en verdad lo que debería ser cambiado. Combatir el principio de Lampedusa, que maquiavélicamente planteaba cambiar todo para que nada cambie.
Lo que debería ser trabajado, o lo que deberíamos rescatar, es el artículo 38 de la constitución nacional. Todos sabemos que de la gran mayoría de artículos que no se cumplen (extrañamente el artículo 2, por ejemplo, se sostiene a rajatabla) este al menos, desde el funcionariado, es decir por todos los irresponsables que son parte del problema, reconocen como injustificadamente incumplible; casi en un sincericidio masivo, afirman que los partidos políticos, están muertos, en vías de extinción o son sellos de goma, carentes de legitimidad real y hasta simbólica. La propuesta, o lo que pensamos, antes que perseguir con el puntero, o con la biblia a jovenzuelas en ebullición hormonal, para luego hacerles bullyng mediático, es precisamente trabajar sobre esto mismo. Por ende que las fuerzas vivas de la comunidad, también lo hagan es al menos una exclamación de deseo, una cuestión de fe.
Sería más que necesario, claro como lo decimos nosotros desde el barrio (como teorizamos con el cupo generacional, con el voto compensatorio, como planteamos la reforma por plebiscito y declaramos, en idea y letra, el Vera como patrimonio histórico entre tantas travesuras) nos pasa lo del adagio de “que va a cantar bien, sí vive acá a la vuelta” y tenemos que tolerar (es decir pagarle de nuestros impuestos, mediante las convocatorias de cultura o de escuelas de gobierno), que cada vivo que viene desde las ciudades con más luces, a repetirnos consignas perimidas y que se sacan de google, también salga en los medios que replican las chicas tirando orina y los orinados por Rimbaud que acabamos de señalar, pagados por nuestro gobierno que va para adelante.
El estado, debería, realizar una afiliación masiva a todos los habitantes que se transforman en ciudadanos. Es decir a medida que ingresan al padrón electoral, mediante un algoritmo, la totalidad de los ingresantes, debe ser divida por la cantidad de partidos existentes. Es decir si ingresan en las próximas elecciones, 30.000 nuevos votantes, deberían ser divididos por la cantidad de partidos, supongamos 100. La afiliación compulsiva, debe ser una carga pública, para salvar a los partidos. Para generarles afiliados automatizados, que podrán salirse de tal condición a los seis meses. En ese tiempo los partidos podrán convencer a sus afiliados obligados por el azar a permanecer en ellos o convencer a otros. De esta manera se terminaría el cerco cerrado, el gueto, la pyme en las que se transformaros los partidos. Caería el festival de afiliaciones truchas en la que hemos caído, de acuerdo a lo que confiesan los propios encumbrados hombres de la justicia electoral.
Por supuesto que esta propuesta, está fundamentada con tantas citas, como razones. Por supuesto que esta propuesta no conseguirá la traducibilidad de ser ley, porque no buscamos esa finalidad, dado que aún estamos más prestos a pensar en cómo festejan el término de año nuestros adolescentes.
La política se la dejamos a sus padres, que a su vez, se la dejan a los que sacian sus intereses personales. La política está condenada a ser el presidio mediante el cual una gran minoría vive muy bien, correcta, moral y culturalmente, mientras usted, hace lo que puede, son su vida, con su economía, con su diversión; y ojo con reaccionar y mal, terminará preso, en el mejor de los casos, sin empleo, se lo dijimos no es una cuestión de clase, sino de condición, hasta que usted no sé libere de sus cadenas de esclavo, de sus cuatro avenidas inscriptas a fuego en su mente, ellos seguirán mando, como dios quiere y manda, o en verdad, como le dicen ellos y usted, les cree. ¿Hasta cuando?.
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