ANÁLISIS
12 de octubre de 2016
La estatua de Hernán González Moreno.
Pasaron siete años. Probablemente, no hubiese llegado a ver la imposibilidad de ser reelecto de su último rival, pese a su juventud, el polvo y el humo, blancos, lo seducían al extremo. Como las jóvenes carnestolendas, como los que se decían sus amigos y colegas y habían hecho unas buenas monedas, copiando y pegando notas de medios nacionales para decir que inauguraban un portal. En diferentes culturas y religiones el siete es un número nodal en los asuntos de la cábala. Sin embargo, el mismo mes de su misteriosa (por ponerle tal eufemismo) muerte, es el mismo clave y central para la reforma, esa que será central en la política correntina, como lo fue en aquel entonces, la o las, sugerentes balas que terminaron con su vida. Como también el mes de la lealtad o el mes del crimen de Ramoncito, como para continuar con las casualidades no tan casuales.
En la provincia donde el hijo del último gobernador peronista, tiene un monumento en su calidad de “haber vivido entre los pobres, pudiendo vivir entre los ricos” como dice la placa alusiva a su figura, empotrada en la costanera nueva, más no así su padre, votado por el pueblo y arrancado de cuajo por el poder bestial y de facto de los militares.
En la provincia en donde el estado ausente, justifica su ausencia, haciéndose presente, en caso de que no se reclame, ni señale la flagrancia de su ausencia. Sea reconociendo el testimonio de vida de altruistas que ponen lo mejor de sí para verle el lado positivo de la vida, cuando sufrieron las roturas del alma, producto de las faltas de controles o de regulaciones en actividades artísticas o educativas, o en el peor de los casos, siendo parte de los ejércitos de partidos políticos, a los efectos de consolidar la legitimidad de la carestía, de la prebenda y con ello de todo un sistema democrático que en verdad no lo es, o es precisamente todo lo contrario.
En la provincia en donde, por la enajenación de quiénes no tienen ni la más pálida idea de los conceptos políticos, no nos hemos arrodillado ante la Nación, durante doce años, para hacerlo ahora, por una cuestión cromática, de colores, ni siquiera, ética o moral, dado que los bolsos, los giros o los depósitos, hubieran estado, de todas maneras, en pocas manos, por no decir, casi en las mismas manos, que cambian de discursos, de camisetas, y de caballos, para estar siempre al galope, por sobre la llanura de pobres y miserables en los que nos hemos constituidos el millón de correntinos que la vemos pasar, como el otro millón que se nos ha ido por no seguir soportándolo.
En la provincia, en donde los pocos que viajan de seguido a Miami, lograron y consiguieron, que esa continuidad de costanera, se le parezca tanto, con sus luces y palmeras, sin reparar en las sombras que oscurecen el mirar, las villas del otro lado del río que no terminaron de erradicar o los de a pie, que se sigue tirando del puente, por no tolerar seguir pagando el costo de vivir como viven en medio del lodazal.
En la provincia que rinde culto tanto al conquistador como al conquistado, que le reza, a pie juntillas, al jesuita sometedor, como al tupa de la tierra sin mal, donde el macho corajudo, murió en Malvinas y es valiente y cuchillero, al punto de vivir de su mujer, y es perdonado, cuando come el cuerpo de cristo, por más que en un rapto de borrachera se convierta en feminicida.
En la provincia en donde el conocimiento también ha sido alambrado, por los mismos que denunciaban que la política eran circuitos áulicos y cerrados, donde los medios que parecen abundar y dar cabida a todos quienes piensan y dicen lo que se les ocurre, en verdad no sólo que están en las mismas y pocas manos, sino que emplean y publican, solo a quiénes no ventilan las prerrogativas de la patronal.
En la provincia en donde vos podes vivir tu vida, seguramente dentro de las cuatro avenidas, se la geográfica de corrientes capital, las cuatro avenidas de tu sueldo, las cuatro avenidas de tu presidio mental, en esa misma provincia, suceden muchas otras cosas, de las que alguna vez te podrás enterar, mientras tanto, que esto sirva para recordar, que esas cuatro avenidas que son tu provincia, tu seguridad, tu haber, necesita de chivos expiatorios, de mártires, de conjuros, para que el dueño sigua siendo tal, por más que cada cierta cantidad de años, cambie hasta de nombre y apellido.
Mientras a vos no te toque un buen día, pasar a ser sacrificado para que las cuatro avenidas se mantengan, no te vas a preocupar. De todas manera si te pasa, tampoco vas a tener nada que hacer, como le paso a Hernán, y olvídate que tu familia tenga justicia por lo que te haya sucedido, y esos que se dicen jugársela hoy por vos, en ese entonces no estarán, así te maten o te ultrajen del modo más terrible, luego de unos años, preferirán enterrarte en el olvido. En el buennombre de las ondas positivas, del dios bondadoso y de verdad, y de la tierra sin mal, claro está.
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