ANÁLISIS
27 de diciembre de 2015
Elogio de la equivocación.
El año calendario avanza en su culminación (a contrario sensu del tiempo ontológico, que en verdad siempre es el mismo, sólo somos nosotros los que transitamos en él, o como lo enseña la mitología Griega, es el entre, Cronos que separó a Urano y Gea que estaban unidos sin que permitiera que suceda el tiempo) y los balances acechan las redacciones como las mentes de quiénes lo hacen. Asumir o asimilar equívocos amerita una desiderata a modo de confesión pública, sea para redimir errores o para continuar haciendo las cosas de la buena voluntad, sin que eso implique estar exento de equívocos.
He pretendido vencer el tiempo, en la vanidad de que tal lucha sería recompensada en un plazo razonable, a expensas de entregar minutos, horas y días, solapados por la angustia, el descrédito y la descalificación de quiénes sentados en las sillas de las decisiones, se encargan de enrostrarte que la política o la comunicación sólo se construye con el silencio cautivo de decir a todo que sí, hasta que la diosa fortuna se encargue de ungirte o de pagarte como corresponde.
He fantaseado, con la revolución inspirada en minorías ilustradas, que cautivados con los escritos y con las palabras aguijonen a las masas adormecidas, para que el milagro de las masas y su reivindicaciones, vuelva a ganar las calles, esta vez en Corrientes.
He soñado, que las cosas se logran con esfuerzo, con capacidad y con tenacidad, no así con oportunismo, con amiguismo o con estar en el momento justo y en el tiempo indicado.
He sufrido tantas veces por ver que las cosas no son como una las desea, como te enseñan los libros, o como dicen los profesores, docentes, músicos y poetas.
He militado por la abenegación y el sacrificio, creyendo sin entender, apostando sin recibir, comprometiéndome hasta el tuétano, escudado en quiénes detentaban las banderas de los representantes de lo democrático.
He rechazado con énfasis los consejos de quiénes me alertaban que abandonara la tesitura platónica, romántica y hasta adolescente, de seguir los impulsos de mi corazón, las inspiraciones de mi mente y el brillo de mis ojos.
He descartado subirme al tren de la trayectoria, de otro cercano, familiar, para acumular lo que se me podría haberme cedido desde ese lugar y desde allí, y pese a la espera solapada, erigir mi camino.
He intentado ser auténtico, fiel a mis principios, a mi pasión, dejar de lado el facilismo y el travestismo de mostrarme tal cuál no soy.
He caminado acompañado de la sensación de que en algún momento todo sería posible y que nada evitaría el cambio.
He amado la adversidad, los obstáculos, entendiendo a quiénes consideraba que aún no entendían de que se trataba, pero que en tiempo menos, serían parte de la mayoría que formáramos el todo para iniciar el despegue.
He decidido equivocarme, o quizá dejar de hacerlo, y plantear, que así no es cómo se debe ser en el mundo, en la Argentina o al menos, en Corrientes.
He decidido tomar la pastilla imaginaria que borre las fibras más íntimas de mi ser.
He decidido dejar de ser, y confundirme, o fundirme en esas masas escabrosas que antes me parecían lúgubres.
He decidido equivocarme.
Sólo una cosa no sé, y te pido que me ayudes a dilucidar, a clarificar, a entender.
¿O hasta ahora viví equivocado y me he logrado recomponer, pidiendo las disculpas del caso, o es en este instante que me estoy equivocando al tratar de ser lo que no soy, pero parece que es? A horas del día del Inocente, creo seguir siéndolo desde este lugar.
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