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  • 20º

ANÁLISIS

9 de noviembre de 2015

Somalia precisa del apoyo de los intelectuales del mundo.

Sí bien la cuestión del poder, siempre ha resultado (tal vez tras el histórico planteo Platónico del gobierno de los mejores) para los intelectuales, manejable tan sólo desde lo teórico, existimos quiénes, consideramos que la acción es previa al conocimiento y que por más que este, nunca se traduzca en lo cierto, lo verdadero, por ende lo absoluto (como la democracia que por ello es y será siempre expectativa) cayendo en tal persecución en abstracto en una omisión de actos perpetrados contra la humanidad toda, creemos tener la obligación para con nosotros mismos y nuestros conciudadanos (a riesgo de error filosófico, entre otros riesgos) el poner lo que seamos, desde el campo intelectual, al servicio del Gobierno de Somalia (apoyado a nivel internacional por los organismos más reconocidos y legitimados del mundo) integrado, y de aquí una de las razones del porque apoyar a Somalia y no a otro país del globo, por hombres destacados de la cultura y de la intelectualidad.

El Presidente de Somalia, Hassan Sheikh Mohamud, es un intelectual local, Es uno de los fundadores de la nueva Universidad de Mogadiscio y procede del mundo de las ONG y asociaciones políticas del interior de Somalia. Pertenece al clan Hawiye, que se ha consolidado como el principal clan de la capital y de la región central (Banadir). El Presidente del Parlamento, Profesor Mohamed Osman Jawari, que proviene del clan Digil-Mirifle, fue uno de los redactores de la nueva constitución y es un abogado e intelectual reconocido. El nuevo Primer Ministro, Omar Abdirashid Ali Sharmarke, ocupó anteriormente el mismo cargo en 2010 bajo el Gobierno Federal de Transición. Formado en Somalia y Canada en Economía y Ciencias Políticas, antes de su reciente nombramiento era Embajador de Somalia en los Estados Unidos. Ha trabajado para Naciones Unidas en Darfur y en Sierra Leona  Datos propiciados por la embajada de España para Somalia). No es necesario el trazar una investigación de orden científico, para dar cuenta de las dificultades históricas, que aún no pueden ser subsanadas y que someten a diario al pueblo Somalí, a las calamidades más ruines que se puedan imaginar. 

El planteo concreto, puntual y específico, es que todos aquellos, que hemos organizado, propiciado o hemos sido parte de algún congreso internacional tanto de filosofía como de las ciencias humanas, podamos organizarnos para en una fecha a definir para poder llevar el volumen de nuestras consideraciones intelectuales al aeropuerto internacional de Mogadiscio  (el lugar en donde menos riesgo corre la integridad física de los visitantes) y tras la presentación o coloquio, poder intercambiar un diálogo en calidad de aporte, de suma constructiva, a las autoridades de gobierno, para que no sólo puedan considerar útil o no las perspectivas que les dejemos, sino y por sobre todo, que se sientan parte de lo que son, parte de un mundo, que los considera, y parte de un campo que nos hermana o al menos nos debería; el intelectual.

Desde ya que es toda una complejidad en sí misma, y probablemente el escribir sea lo más sencillo, o al menos, en lo que uno tiene más despuntado el hábito, de todas maneras, me veo en la obligación de al menos considerar mi punto teórico desde el que parto. Independientemente del que  nos podamos liar, con las discusiones intelectuales, la intención, en este caso sería, que lo narrado sea un punto de partida, que nos conduzca a la acción, ut supra, planteada (El congreso filosófico o intelectual en Somalia).

Antes de lo estrictamente razonado, a todos y cada uno de los que tomen contacto con esta propuesta, en caso de que la compartan o le despierte un interés, se aguarda y espera, la participación activa para que esto que puede ser tan sólo una idea, se transforme con la energía de todos en una acción que lleve  más humanidad a uno de los lugares del mundo donde menos humanidad se ejerce,  y que con ello, todos seamos, luego, un poco más humanos en los diferentes lugares en donde vivamos.

África es la puerta de ingreso, o las Columnas de Hércules, sin llave, de la humanidad.

Desde antes que la ciencia occidental, determinara que los primeros homínidos, con características humanas (los que de acuerdo al saber mencionado, los pondría en el eslabón perdido, en esa escala que determina que deja de ser animal y pasa a ser humano) habrían podido tener su origen en el continente Africano, este espacio en el mundo, ha sido, el reducto en donde depositamos todos nuestros temores, nuestras incertidumbres, inseguridades política, sanitarias, sociales y económicas, que como efecto secundario y letal, tiene como resultante, no sólo haber enajenado de su “africanidad” al habitante de este continente, sino haberlos sentenciado a siglos de sometimiento, de esclavitud, de marginalidad, hambruna y de señalamientos peyorativos, desde el ámbito mismo del saber occidental. 

No podemos abrir ninguna variante de análisis sin antes reparar en la razón de las primeras y de las últimas causas. Esto que se nos ha transmitido como filosofía occidental, tiene que ver con el modo de entender y entendernos en el mundo. Desde este inquietud metafísica, inherente a nuestra condición, es que sin pretender arribar a ninguna conclusión cierta (y esta es una de las grandes diferencias con la ciencia) discurrimos por senderos harto explorados como inexplorados, y estos últimos son precisamente los catalogados como no oficiales, no santificados por la academia occidental, que no es más que otra herramienta de dominio y sometimiento, y que necesariamente nos impele a pensar desde esta sabana in extenso, en donde nuestra fragilidad se torna más evidente, nuestro desamparo aún más determinante y lo único que tenemos por delante es nuestra valoración de que debemos sobreponernos a lo que tengamos que enfrentar. Esto es básicamente filosofar, insistimos desde la posible asepsia que le podríamos realizar de sus condicionamientos, ergo contaminación, de la que ha sido víctima durante miles de años, y que necesariamente nos conduce, en sentido figurado, a que el pensamiento, puro y duro, óntico o metafísico, es, ni más ni menos, que la “Africanización del ser”.

Este “estado puro”, al natural, despojado de la materialidad, que supuestamente nos garantizaría aquellas certezas a las que desesperadamente pretendemos asirnos, nos lleva como humanidad a la construcción de mundos, opuestos, disímiles, en paralelo, en donde en ciertos lugares llevamos a cabo, utilizando todos los recursos que tengamos a mano, acciones tendientes a que, quiénes allí estén, vivan rodeados de esas certezas, políticas, sociales y económicas.

Las mismas no sólo que son fictas, que se ajustan más por expectativa de cumplimiento, que por cumplimiento real, sino que además precisa de que exista aquel otro terruño, desde donde se obtiene tanto materia prima para consolidar el desarrollo que florece en el otro lugar, sino también su contrapartida figurada, su contraformato, su dimensión espejo, en donde las seguridades supuestas del  lugar atiborrado de civilización o de occidentalidad, se fortalecen, al ausentarse en grado exponencial, en donde la humanidad se desangra con las inseguridades que dejan al ser develado, destemplado y que para colmo de males, ni siquiera le autorizan la utilización del concepto del filosofar, haciendo uso de la herramienta ya señalada de sometimiento que pone en valor o bajo vara que es lo pensable o bajo qué condiciones y que no.

   Ninguna de las conflictividades que desde hace décadas enlutan África, y por las que ese occidente tutelador cada tanto muestra su sorpresa en algún medio de comunicación (es decir lo publicita y explicita), como para estar a resguardo de no ser acusado de ser tan culturalmente egocéntrico y dominante, podrían ser explicadas desde otro lugar que no sea el que, humildemente, pretendemos trazar.

Realizar una cronología de los acontecimientos luctuosos que son teñidos como barbaries perpetradas por falta de seguridad, o por la ausencia de civilización, no serían más que anecdóticos historicismos que no contribuirían en nada, ni a un entendimiento, y por ello, sin este paso previo, a una posible salida a las situaciones problemáticas y desgarradoras a las que a diario se vivencian, como condición necesaria y suficiente, en África.

Occidente ha pergeñado este sistema unívoco, en donde extensos latifundios, continentes enteros, no pueden, al no estar autorizados, al no contar con ese grado de civilidad que impusieron como eje rector de acuerdo al báculo imperialista con el que determinan que cosa significa y por sobre todo, cuánto vale que cosa en el mundo, navegan entonces en sus propias aguas borrascosas que no son ni más ni menos que las aguas más claras, prístinas y auténticas en donde puede observarse el espíritu de lo humano.

Debemos ir en búsqueda, al rescate de esta posibilidad, o de esta realidad, que estos continentes, no sólo están libres de aquellas seguridades impuestas por el orden enciclopédico y “ciencista”, sino que esto mismo, que a la luz los muestra tan profundamente inseguros para ellos mismos y para los otros, los transforma en los sitios en donde se acendran los aspectos más profundos y auténticos de la humanidad. Sí tuviésemos que construir una metáfora, a partir de esto mismo, diríamos que la humanidad posee en este continente, como la región latinoamericana que bien podrían conformar un solo bloque conceptual, histórico y filosófico, una puerta de ingreso, tan seguro de sí, que no necesita una llave de resguardo, que proteja, o ponga barreras o impedimentos, a todos aquellos que queramos ingresar a la misma, que es en definitiva el ingreso a la experiencia humana. Claro que una vez adentro, en determinados recintos, en donde se especifica la condición de la humanidad, en donde reina el occidentalismo en su sentido más peyorativo, aquella ausencia de llave, aquel ingreso libre y no cifrado, es como una sustancial falta de un “todo” que básicamente se define como ausencia de seguridad.

   No planteamos nada que siquiera no haya sido establecido por la mitología histórica de lo considerado como occidente (ya el historiador Herodoto, siglo VII A.C, hablaba de la existencia de esta puerta imaginaria situada en el estrecho de Gibraltar) tras el paso de los siglos, debemos reconfirmar que nunca ha dejado de ser tal la existencia simbólica de este pórtico para la humanidad.

Estableceremos tres pasos metodológicos para dar como verosímil lo que sostenemos. Partiremos desde la posibilidad, ocluida (demostraremos está clara y contundente oclusión) de que África, trabajado como un mismo eje conceptual e histórico que la región latinoamericana, no puede “pensar” o ejercer filosofía en términos occidentales, o académicos o cientificistas, que es lo mismo. Continuamente, extenderemos ese concepto de “sabana” de lo incierto o indeterminado, desde donde la africanización del ser, se encuentra catalogada, como peligrosa para sí y para los demás o derredor, como para entender o comprender sí finalmente, esa incertidumbre se constituye como como eje de lo maligno, de lo perjudicial. Finalmente interpretar la necesidad, que la Africanización de parte de la humanidad, la misma en donde sigue oculto el ser, es condición necesaria, para que “esos otros” puedan constituirse como rectores de lo normal, de lo admirable, de lo referencial, de lo beneficioso, de lo seguro, por más que así no lo sea ni por asomo, pero que por esto mismo, precisan de la recreación de esta suerte de espejos contrapuestos, o estas ideas proyectadas de lo real, tal como hace más de 2500 años atrás lo planteaba por ejemplo Platón en sus diálogos filosóficos.

Consideramos que la vinculación, o más convenientemente expresado, el sincretismo, de ambos conceptos (Filosofía y Latinoamérica o cualquier otro patronímico o gentilicio, filosofía y África) para elucubrar en claustros educativos, la categoría de Filosofía Latinoamericana o Africana, no es más que un ejercicio literario, poesía académica, material exquisito, en ciertos casos exótico y en otros necesario para reafirmar, contra fácticamente, el dominio conceptual de lo occidental, o de su desprendimiento, el eurocentrismo, o el lationamericanismo o africanismo como mera reacción, que justifica aquello. Claro que no caprichosamente, hemos vinculado dos espacios geográficos, que a consideración política, no tendrían una entidad común, cuando en verdad desde el proceso que dio inicio a la tierra misma (Pangea) África como América Latina, no eran más que un mismo bloque, una unidad territorial, que más allá de los procesos geofísicos, que la dividieron, océano mediante, forjaron miles de años después, una historia común, en donde ya los espacios territoriales, con sus habitantes y con ello su cultura propia, fueron masacrados, física y culturalmente, por una “conquista” que no tuvo reparos en arrasar todo lo que considerase no apropiado para sus categorías de comprensión del fenómeno humano.

Desde la “inmemorialidad” (que no debe ser entendida como inmoralidad, porque quizá ese término de moral plantea otro tipo de cuestiones que aquí no se ponen en juego) de la conquista que venimos peleando guerras que no son nuestras,  ese famoso apotegma de “ser hablados o ser pensados” ha avanzado, o mejor dicho se materializo, en que seguimos siendo el cuerpo irresoluto, los jirones piltrafosos, que se comercian en transacciones, muchas veces de metálico, como de productos o miles de nosotros que le pusimos y le seguimos poniendo el cuerpo a guerras que se han librado por esos conceptos, por esos intereses, por esas categorías que, nada o muy poco tienen que ver con nosotros. Y en caso de que tengan que ver por el imperio de la praxis y por el peso de la historia, con los millones de litros de sangre, de nuestros ancestros, derramada, deberíamos al menos, tener el derecho, o la posibilidad, de preguntarnos, que es lo que compartimos, en que es en lo que estamos de acuerdo, que tomamos, de eso que nos impusieron allá lejos y hace tiempo.

Que nuestro “sistema” funcione, desde hace cientos de años, con millones de pobres, excluidos, marginados, un tercio cuando no, casi la mitad de la población, en vastos de nuestros terrenos, no puede ser consuelo o perspectiva que nos incite a tener una mirada positiva. Y ya que estamos con ese término, tantas cosas bajaron de esos barcos, como ese concepto de positividad, que le debe resultar de tal forma, a nuestros tuteladores, a los imperialistas, a los que sí les cierra la ciencia, desde la medicina hasta la industrial, para que nosotros sigamos poniendo los cobayos humanos, las dolencias más aberrantes, y ellos se lleven sus curas circunstanciales y sus dividendos suculentos. Las usinas en las que se viene enseñando a nuestros niños que el mundo debe ser habitado, y vivido, tal como su entendimiento o sus talentos así lo han indicado, nunca nos dieron resultados del que podamos estar mínimamente satisfechos. Ni la política, ni la juridicidad, ni la comunicación, tal como nos vienen “enseñando” desde esas perspectivas eurocéntricas, nos ofrecen respuestas a las demandas de nuestras poblaciones, que no casualmente además de las hambrunas y la desigualdad, también padece, sus democracias inacabadas, sus sistemas punitivos que no redimen, ni expían, sino que exacerban las diferencias, las recrudecen en grado sumo. Tampoco sus técnicas, ni de riego, de cultivo, o de producción de elementos, puede ser vista como un “avance” (ese es otro de los engaños, como sí la vida fuese una escalera o un dispositivo que tenga una bandera al final de llegada) dado que desde esa positividad de la técnica, no hacen más que enfermar el cuerpo de quiénes manipulan esos elementos como de los que los consumen, lo mismo que esos avanzados sistemas de detección temprana de problemas de salud, para que concluyan siempre en ese otro invento del stress que no puede ser visto, ni medido, por ninguna de sus máquinas que se preciaban de medirlo y observarlo todo.

Su mundo y su sistema, para no extendernos en cada uno de los campos en donde se aprecia que es un terreno fértil para que ellos se lleven la cosecha, producto del esfuerzo de nuestras siembra en nuestras tierras, no ha modificado en nada, la profundidad de nuestra humanidad, es decir, no es que mediante sus “lecciones” su civilización, vivimos muchos años más, o la calidad de los mismos, puede considerarse como sustancialmente mejor, no somos más felices, que antes cuando no nos cuestionábamos acerca de si lo éramos. 

Partiendo de una de las aporías más decisivas de la historia de la humanidad, del discernimiento entre lo uno y lo múltiple, para el develamiento, interpretación, invención, deconstrucción, o cualquier término, por el cual hayan surgido las más diversas corrientes de pensamiento (que no dejan de ser conversaciones, concatenadas con el fin, de dialogar de manera intergeneracional y corriendo lo sucedáneo del tiempo) nos encomendamos a la encomiable empresa, jactancia intelectual mediante, de invalidar la categoría de Filosofía Latinoamericana o Africana, no sólo desde la perspectiva etimológica, histórica y en definitiva discursiva, sino demostrando, bajo la lógica del razonamiento, arriba señalado como uno de los puntos neurálgicos del juego de conceptos de las primeras y las últimas causas, validando por ello, las infinitas filosofías que existirían, dentro de esa delimitación Latinoamericana o Africana, como decena de casos puntuales de que supuestas subcategorías, o no, existen en cuanto tales, es decir como formando parte de un categorial que los englobe, que los enmarque (no podría nadie determinar, su lazo de vinculación o pertenencia, nadie que no se pretenda dominante, como por contraposición o reacción, ante ese predominio de la filosofía occidental, o filosofía a secas, que per se, refiere a todas las filosofías, desde ese imperialismo intelectual, paradójicamente del que nacerían esos grandes concepto de filosofía latinoamericana o africana) o existen en forma múltiple, en todas las manifestaciones que así se pretendan y que mediante el uso de la semántica así lo señalen.

La multiplicidad de filosofías dentro de lo que geográficamente se considera Latinoamérica, o África (aquí es donde podríamos entender que bien podrían haber sido tratado antes como una misma unidad conceptual, acaso no fueron un mismo lugar, como lo expresamos ¿en el proceso de la pangea? Esta es una de las razones por las que lo consideramos un solo bloque inescindible a lo Latinoamericana con lo Africano) no podría ser validada en una unidad (como todas las delimitaciones categoriales, surgidas desde los preceptos de la conquista, como más luego del sincretismo, violencia mediante) y aquí hacemos hincapié en este espacio geográfico concreto, pues es donde la tradición eurocéntrica, más permeable o flexible se muestra como para aceptar la posibilidad de una filosofía que hable en sus mismos términos; huelga destacar que para nosotros no conlleva ningún interés particular, más allá del observable y destacable para corroborar nuestras hipótesis.  Invalidada la posibilidad de la unidad pretendida por el alma académica, que obviamente, actúa por instituciones y usinas de poder, que son generadas desde aquel imperialismo intelectual, que se pretende, con la arrogancia del que plantea las reglas de la discursividad, como los únicos aptos para determinar cuáles son los límites del pensamiento, en el caso de que este tenga límites, claro está.

Advertir que en verdad estamos en presencia, de un fenómeno de perspectiva, de pensamiento, o de como queramos llamar, que pese a ser conquistado, en otros sentidos, no ha dejado de pensar, bajo sus propios términos, tan interesantes, que alguna vez, podríamos caer en cuenta, que nuestro occidente en crisis lo precisa, como maná del cielo, pero que para esto debemos prescindir de sus formulismos, y por sobre todo de sus métodos y rigores, viciados de una significación que obliga al ocultamiento de lo pensable o filosofable que podríamos encontrar muros afuero de lo europeo u occidental.

 

“La filosofía latinoamericana no debe circunscribirse a aquellas reflexiones que solamente tienen como objeto el mundo cultural, ético, político, religioso, socioeconómico, etc., de los países de esta parte de América, aunque algunos autores con argumentos válidos también así la conciben. Por supuesto que de algún modo tienen que aflorar tales problemas en el ideario de cualquier filósofo de esta región con suficiente dosis de autenticidad. Pero el hecho de que aborde estos temas no le otorga ya licencia de conducción para las vías de la universalidad”. (Guadarrama González, Pablo, 2008, p.3)

 

Consideramos que más allá de la necesidad “Latinoamericana, Africana o Asiática” de reafirmar sus procesos de pensamiento, sus prioridades y por qué no con ello, la revisión de su historia con los elementos condicionares y por sobre todo vejatorios, bajo la auto-asignación o el bautismo de sus corrientes, es una necesidad eurocéntrica que exista otro que prenda emular, tomar de suyo, o ser parte, sin el estigma de víctima, de la que siempre, por otro lado ese occidente intrusor, se ha adueñado bajo el término del universalismo.

Superado el obstáculo terminológico o metodológico, para asumir o no, una denominación acerca de una filosofía “patronímica”, para que la misma sea aceptada en los reductos o claustros del saber, descontamos de la necesidad de la misma, en un sentido estrictamente político, sobre todo en los supra organismos internacionales, que regulan el derecho internacional público y privado, el contratismo social a escala universal por llamarlo de alguna manera. 

Neologismos, contradictorios en sí mismos, que surgen para acendrar la necesidad de la existencia de organismos internacionales que planteen la generalidad de lo humano, a través de la fundamentación del logos, como razón (valga la redundancia) fundante de lo jurídico y lo ético, que dan razón de ser a tales instituciones que se pronuncian cada tanto en documentos ceñidos, como expresiones de deseo, bajo términos categoriales provenientes de las academias que determinan la razón en sí en que deberíamos entendernos todos los seres humanos, la necesidad por tanto que la explicación o aseveración de las primeras y últimas causas, es decir la filosofía como concepto y en su ulterioridad, como piedra basal de imposiciones dialécticas que luego se transforman en imperativos de poder fáctico, existan en lugares, como Latinoamérica y África, como condición necesaria para la imposición de modelos de organización social (colectivos, por ende políticos) como de formas de vida (individuales, por ende, existenciales) cuando en verdad en la manifestación, sincretismo violento mediante, sus expresiones filosóficas (en caso de que las hubiere entendida desde el categorial de la filosofía del logos “occidentecentrista”) surgen desde manifestaciones poéticas o artísticas-danzantes. Organismos internacionales que regulan lo político, lo económico-comercial, lo vivencial (salud, expresión-comunicación, etc) amparados en la declaración de los derechos universales del hombre, acotados en sus maniobras fácticas o prácticas, por tanto que solamente condicionan desde lo teórico o teorético, por la autodeterminación de los pueblos, encuentran en el logos occidental, dialógico o que dialoga, de un tiempo a esta parte, con el oriente, adormecido o aletargado por el opio de la razón instrumental impuesta por aquel occidente en los periodos de conquista, no han resuelto este dilema trascendental que vincula dos continentes, dos expresiones de ser ante el mundo; la latinoamericana y la africana. Si bien, son dos procesos disimiles y en estadios diferentes, a través del relato filosófico, de la filosofía como discurso validante o validador para que se dispongan, supuestos derechos universales que en verdad, jerarquizan la relación entre clases distintas de hombres, que no son como las corrientes europeas de pensamiento nos quisieron hacer entender (dominantes y dominados, opresores y oprimidos) sino más que bien, son los que vivencian la existencia, desde los límites del lenguaje, de esa construcción iniciada con los primeros filósofos griegos, a diferencia de quienes lo vivencian desde la expresión poética, fundante de las aseveraciones estipuladas más luego en esos “logos” fundante, imperantes y condicionadores.

La noción de universalidad aplicada a lo estricta o particularmente filosófico, se lo debemos a Hegel (1970), uno de los alemanes eminentes, que sí nos permite la digresión, no pueden eludir el haber conformado esa “conciencia alemana” que convalidaría con los votos, años luego, el horror plasmado con el régimen social y político más siniestro de la historia moderna. Su consideración acerca de esa universalidad la anatematiza, escindiendo, apartando, colocando en una cámara de gas, a regiones enteras del globo, precisamente a todo un continente:

“Lo que por África propiamente entendemos es la carencia de historia y…lo que todavía se halla del todo confundido con el espíritu natural, y lo que aquí debería ser mostrado como propio tan solo del umbral de la historia universal… Al sabernos ya desembarazados, de eso nos hallamos en el escenario auténtico de la historia universal”. (Hegel, Georg, 1970, p.62)

 

Podríamos extendernos en otros pasajes de la obra mencionada, en donde se realizan apreciaciones antropológicas, que orillan claramente lo proverbialmente discriminador y xenófobo, de todas maneras, es más interesante, detenernos en esta construcción teórica de lo universal (desde ya que esta consideración, proviene de la herencia inoculado por el poder del claustro, que dispuso que la primera historia de la “ciencia de la verdad” sea el Libro I de la Metafísica de Aristóteles, como sabemos se podrían seguir escribiendo obras completa del Aristotelismo en Hegel, desde la continuidad que hizo el teutón de los principios de tesis y antítesis propuesto por el estagirita como corolario simbólico de la síntesis, complementada por aquel, por ejemplo, que profundiza nuestra autor citado, desterrando de las fronteras de lo filosófico también a América:

 

“El nombre de nuevo mundo proviene del hecho de que América y Australia no han sido conocidas hasta hace poco por los europeos…este mundo es nuevo no solamente relativamente, sino absolutamente… Los americanos viven como niños, que se limitan a existir, lejos de todo lo que signifique `pensamiento y fines elevados. Las debilidades del carácter americano han sido la causa de que se hayan llevado a América negros, para trabajos duros. (Hegel, Georg, 1997, p. 170)

 

Finalmente y como si le cupiese algún tipo de duda a como consideraba la universalidad filosófica, nuestro autor lo deja expresamente narrado:

 

“En Occidente estamos en el verdadero suelo de la filosofía; allí tenemos que someter a consideración dos grandes formas, distinguir dos grandes períodos, a saber: 1) la filosofía griega, y 2) la filosofía germánica” (Hegel, Georg, 1984, p.211).

 

El mundo Americano que fuera descubierto, en virtud más por la intervención del azar como necesidad y de los caprichos de la aventura, que de los progresos de una ciencia, supuestamente siempre en ciernes y brindando la posibilidad de extender la fronteras de lo humano (Podríamos afirmar que un maridaje indisoluble, lo constituyen occidente y la técnica que van a la postre, en una suerte de carrera, alocada, hacia una finalidad que no presenta metas precisas, ni mucho menos naturales, sino que se impostan como espejismos que sostienen aquella unión ficta) funda la nueva territorialidad bajo el imperativo categórico de lo educativo y lo político. Debemos, nuevamente desandar, lo que nos deja la herencia, la tradición o los cánones academicistas y a su vez, no por ello, caer en ese exotismo que esa misma academia lo tolera o acepta como excepción a la regla y que definen como multiculturalismo. Es decir, no podemos, no debemos, poner o citar a un hermano originario, autóctono o primitivo, que por tradición oral, haya recibido de sus ancestros, el ritual que de acuerdo a sus concepciones del mundo lo acercaban al hombre con la eternidad, esto sólo sería un apartado menor, en un curso en una facultad europea de filosofía o antropología, la verdad correría por lo que quedó asentado, muchas veces por manos barbáricas (precisamente este término, es una muestra cabal de cómo ha entendido siempre lo europeo lo ajeno y lo propio, bárbaros eran considerados los que habitaban fuera de la Roma imperial, el correrse de ese límite ya los hacia pertenecer a un submundo peyorativo) casi siempre manchadas de sangre, contaminadas por el hedor de lo peor de la condición humana, o lo que simplemente se entiende, o se trata como historial formal u occidentalmente aceptada.    

No podemos apartar la mirada de los procesos de conquista, llevados a cabo siglos atrás, en nombre de la razón iluminada por la esperanza de la religiosidad e impulsada por la avidez de recursos, de extensión y expansión en ese mismo sentido “occidental” o de ese logos occidental, sin embargo, no queremos que la circunscripción de la temática, nos haga, salirnos de eje, de lo que planteamos, más allá de esta cuestión que bien podría ser entendida como meramente historicista.

Independientemente de los millones de litros de sangre derramadas, para que desde la pluma, podamos expresar esto mismo, como una nimiedad en el presente capítulo de lo humano, lo cierto es que deberán ser otros, más allá de los que ya han sido, quienes consignen estos actos despreciables con la vida y con la humanidad, entendida, precisa y paradojalmente, bajo categoriales, pura y exclusivamente occidentales, dada que nuestra intencionalidad discurre por dejar en claro que pese tamaños actos de sujeción, esa misma conquista entronizada en cuerpo y alma mediante la violencia, ha hecho, que dos continentes, conquistados, puedan ser sometidos filosóficamente, es decir desde la esencia  misma de la identidad de sus respectivos pueblos que forman unidades políticas en donde habitan y habitaron millones de personas a lo largo de siglos.

Para dejar aún más claro el planteo, referimos que pese a la imposición, a la ocupación y a la dominación en todos los órdenes y durante siglos, no se ha podido obtener por parte de ese occidente dominador, el alma, el espíritu, la esencia, o en el más griego y por ende occidental de los conceptos, la ousía de, los pueblos latinoamericanos y africanos.

En un segundo paso, consignamos que si bien ambos procesos, se encuentran ante un mismo cuadro  de situación, es decir el referido, no obstante ello, vivencian, desde un inicio, reacciones o modos de ser ante el mundo, ante esa imposición que los modifica desde el encuentro entre las civilizaciones, sus respuestas o manifestaciones, de formas muy diferentes, muy disimiles que son el origen de que hasta el momento muy pocos hayan reparado que en verdad se trata de situaciones que nacen y perecerán de forma igual o muy parecida.

Encontraremos finalmente que por intermedio de lo considerado desde ese occidente centrista, conquistador o modelador o impulsor de referencias obligadas, lo filosófico anida en ambos continentes en expresiones sensoriales o más vinculados a lo emocional, que lo tradicional u originario del logos racional (valga la redundancia) tanto en lo poético como en lo festivo-musical, asimismo encontraremos vinculaciones desde lo mitológico, como en lo religioso.

Es imperioso afirmar que el proceso de coloniaje, dependencia o el férreo establecimiento del imperativo categórico de pensar como condición “sine qua non”, bajo la égida o la férula de conceptos eurocentristas, se da por intermedio de los supra-categoriales, dentro del campo disciplinar y académico de lo filosófico, de “Dios y Marx”. Ambas acepciones actúan como inicio o fin y por ende inmiscuidas en el desarrollo, de los pensamientos o tratamientos del logos o filosofía, sobre todo en Latinoamérica. Sin pecar de historicistas, la mitad del ágora latinoamericanista, obedece, cual dogma libre de raciocinio, a la existencia-presencia, del dios, establecido, conceptualmente, y bajo rigor espartano, por la compañía de Jesús, más conocida como los jesuitas, que extendieron la existencia del todopoderoso, más allá de la divinidad, sedimentándolo a lo largo de los siglos de la historia del pensamiento, como fuente de toda razón, entronizándolo como motor inmóvil o punto de partida inexcusable para quién se preciara, no ya de católico o cristiano, si no de partícipe de la historia de occidente, un occidente, proverbialmente europeo, que explicara por el apropiamiento de ese logos o de esa razón, lo que necesariamente debería ser creído, por la necesidad ínsita de asirse a  algo que fuera, al menos un poco más que la orfandad, inexplicable y nauseosa (previamente temblorosa) que precisamente, resurge o renace como reacción, histórica-política-dialéctica, por intermedio de un proyecto filosófico-materialista, ateo, por sobre todas las cosas. En relación a la obra de la compañía de Jesús, analizada desde una perspectiva de poder, refirió Napoleón Bonaparte:

 

“Los Jesuitas son una organización Militar, no una orden religiosa. Su jefe es el general de un ejército, no el mero abad de un monasterio. Y el objetivo de esta organización es Poder - Poder en su más despótico ejercicio - Poder absoluto, universal, Poder para controlar al mundo bajo la voluntad de un sólo hombre (El Papa Negro, Superior General de los Jesuitas) El Jesuitismo es el más absoluto de los despotismo - y, a la vez, es la más grandioso y enorme de los abusos” (“Recuperado de Infonom.com”)

 

Esta batalla, esta disputa que bien pudo haberse desatado no ya en una facultad, sino en un aula determinada de la misma (conviniendo o recordando en verdad, que la “universitas” o el concepto educativo fue instalado también merced de la compañía de los jesuitas), se libra en los extensos terrenos de continentes, en donde lo occidental o europeo, ya hizo mella a través del eufemismo del “sincretismo” que en verdad ha sido conquista a sangre y fuego, imposición categórica, que necesariamente repelió cualquier tipo de manifestación dialógica.

Queremos subrayar o no dejar de mencionar un caso específico que bien podría iluminar lo que estamos señalando, en cuanto a cómo sigue operando esa clausura occidental, como ese sometimiento arquetípico (la mayoría de los habitantes del nuevo mundo, son descendientes directos de mestizos, son productos genéticos del entrecruzamiento entre conquistadores y conquistados) continúa socavando la posibilidad de enfocar lo que ha ocurrido, desde otra óptica o perspectiva. 

Para aquellos que con toda lógica y razón, eurocentrista, puedan esgrimir que la vinculación África-Latinoamérica (desconociendo los millones de litros de sangre derramada y el sistema esclavista que sustentó el modelo económico-político-social de la conquista) es más que forzada, le brindaremos una muestra clara, que se produjo en una cultura precolombina, que fue arropada por el poder jesuita y esa interpretación que algunos, como Leopoldo Lugones, en su obra “El imperio Jesuita”, caracterizo como “comunismo teocrático”.

Los Guaraníes, fueron una cultura (quedan vestigios o reductos de las mismas muy apocados en todo sentido) que habitaron el Litoral Argentino y la actual República del Paraguay, el sentido del mal, antes de la llegada de los conquistadores, no estaba vinculado a un interpretación religiosa, tal como lo implementaron luego los Europeos.

 

“Los guaraníes forman una comunidad de iguales donde principia el altruismo y la distribución de los productos de subsistencia, de acuerdo a las necesidades de cada cual. Así es como se reparten lo producido en las cosechas y lo que obtienen de la caza, de la pesca y de los frutos recolectados” (García, Rubén 2014, p. 19)

 

Escribía el Padre Andrés en sus apuntes y agregaba:

 

“Para ellos no existe la propiedad de la tierra, se la considera un bien común al cual todos tienen la obligación de cultivar y la equidad de repartir los bienes producidos; diferencia fundamental con el sistema de los conquistadores españoles que reclamaban el derecho de la propiedad privada para apropiarse de los espacios que les apetecen y, como no cultivan la tierra con sus propias manos, necesitan de vasallos para que lo hagan; nada mejor-entonces-que utilizar a los indígenas domesticados para estos menesteres” (García, R, 2014, p. 19)

 

 Existe una figura clave, en esta cosmovisión, una suerte de personaje mitológico o legendario, llamado “El Pombero”, una especie de duende, de conformación física, extraña (con pies con dos talones, exageradamente bajo y con un miembro viril desproporcionado) al que le atribuían embarazos no deseados y actuaba u oficiaba como temor simbólico ante los niños, o a los que quisieran infligir la ley (es decir usando esa imagen de niños o de irresponsables a los irreverentes) de por ejemplo, no salir al espacio de fuera de las aldeas, en horarios no aceptados (luego del mediodía y antes de la tarde, en la siesta, espacio que actualmente en donde habitaron los Guaraníes, se corta aún hoy, la actividad laboral y comercial y se duerme) lo sorprendente, es que esa voz, tal como expresan estudiosos a continuación, posee una base Africanista.

Para Marily Morales Segovia se originaría en la voz africana “Pomba” que identifica a:

                “Un demonio femenino propio de la cultura que trajeron a estas tierras los negros esclavos de África hacia principios del siglo XVIII” (Poder Ejecutivo de la Provincia de Corrientes, 1988, p. 25).

 

Tampoco queremos sobreabundar de argumentación, pero existen religiones o cultos enteros que reflejan este sincretismo forzado, este sincretismo del dolor, o del sometimiento, entre África y Latinoamérica, un ejemplo claro, es el “Umbanda” y sus ramificaciones,  por obviedad no extenderemos su más que obvia vinculación entre lo señalado, como condición necesaria y suficiente para lo expresado.

Todos los hijos de aquella circunstancia, generaciones posteriores al latrocinio, ven y sienten correr en sus venas, la sangre en copula de la sinrazón que no ha dejado víctimas ni victimarios, pero que sin embargo ha dejado un modelo claro de cómo pensar el mundo y desde que lugar incluso.

“Si la historia la escriben los vencedores”, frase atribuida a George Orwell,  la frase conceptual se completa con “existe otra historia de los vencidos”, tal como si fuese un estandarte de un ejército de vencedores morales, de melancólicos o románticos revisionistas, que mediante un gran esfuerzo investigativo e intelectual, se empeñan en relatar modificaciones a esa gran historia oficial, a la que suelen torcer, mediante modificaciones menores, logrando gestas apocadas que reinan en el ámbito simbólico.

Simplemente para cerrar la mención de lo Guaraní, lo canónico siempre dio por sentado o lo transmitió como verdad inexpugnable, que el proceso vivido por esta cultura, fue de alguna manera una salvación, una gracia en sus vidas, un hecho fortuito que obedecía en realidad a los indescifrables designios de un dios que lo así lo quiso.

“Entre 1537 y 1616 se registraron veinticinco rebeliones de los indios Guaraní contra la invasión de la dominación española. No querer trabajar para los españoles y al mismo tiempo reafirmar sus tradiciones religiosas amenazadas, fueron las dos principales causas. El levantamiento del cacique Oberá en la región de Guarambaré, por el año de 1579 es un caso paradigmático de lo que fueron muchos de los movimientos de liberación Guaraní” (Bartomeu Meliá, 1986, p. 30-40).

 

Como podremos ver en la siguiente cita, vamos cumplimentando uno de los preceptos de lo que se da en llamar la filosofía de la Liberación, sin que hayamos optado o no por pertenecer o coincidir con la misma, pero de esto se trata precisamente el pensar desde los lugares arquetípicos, despresurizándonos de elementos que podrían desnaturalizar nuestro razonamiento, desde el lugar en el mundo, en donde si se quiere fuimos arrojados.

 

“La filosofía de la liberación, ya iniciada por Mariátegui en sus reflexiones sobre el indigenismo, debe desarrollar un discurso filosófico sobre la naturaleza del amerindio, sobre su pensamiento mítico-racional, sobre su lugar en la historia posterior a la conquista. Como hecho ético debería propugnar por un desagravio histórico del indio americano en 1992: cinco siglos de dominación, genocidio y muerte. Sin embargo allí están y reclaman sus tierras, su dignidad, su libertad, su autonomía política y cultural.  ¿No sería esta una ocasión propicia para avanzar filosóficamente estos temas de la filosofía de la historia americana” (Enrique, Dussel, s.f.).

 

Claro que la espada y el crucifijo solo podían hacer una parte, la razón instrumental, debía seguir sirviéndose del pupitre, del sistema de control que disponía lo educativo para luego, generar trabajadores en serie, dándole un sentido técnico, de progreso, de interpretación del mundo, de finalidad burda y absurda, que  no es ni más ni menos que la occidentalidad, brutal y empequeñecedora de la cuestión humana, dinamitadora del alma, amputadora del espíritu y ocultadora del ser.

El circulo hermético por donde hacían transitar ese conocimiento, esa piedra filosofal, entendida como tesoro escondido o a esconderse o a develar (esto es muy medieval, y se puede observar claramente en textos, llevados al séptimo arte como película,  hablamos de “En el nombre de la rosa” de Umberto Eco, fue necesariamente el ámbito de esos claustros, que desde la definición misma establecía que el ingreso no era para solamente el que deseara, sino que se constituía en un riguroso círculo cerrado, en donde la circulación de ese conocimiento, o de ese logos occidental, estaba al alcance de muy pocos, que cumplieran las prerrogativas, disciplinares de obediencia debida y rigor metodológico. Esta trampa en donde cayeron los buscadores de la verdad, de asirse más en lo cómo debía ser buscado, lo que nunca estuvo oculto, salvo para estos que siempre lo observaron como una cosa, como un instrumento o como un medio y no como lo que es, siendo, estando allí, desocultándose en el ocultamiento de la tozudez de pretenderlo asequible. Daremos un ejemplo de como la tradición que surge de Aristóteles.

 

“El tema que desde hace mucho tiempo, ahora y siempre, se ha buscado y ha planteado renovadas dificultades, ¿Qué es el ente?, viene a ser, ¿Qué es la ousía?” (Aristóteles, 1986, p. 285)

 

Generará luego un “rigor mortis” en cuanto a la posibilidad de entender de lo que se trata, sin que se pueda salir de un camino, enfatizado y determinado casi fanáticamente, por un conjunto de reglas, o un corset o molde que impide el poder generarse perspectivas más allá de lo estipulado por quiénes se creyeron de un momento a otro los único capaces de establecer las reglas de juego del conocimiento, como sí el abordar él mismo, los debiera tener, más aún en forma expresa y específica, como estos, enajenados de libertad, así lo dispusieron.

Nunca dejará de pasar tal estadio, y probablemente no se le brinde ningún tipo de consideración academicista a lo no aceptado o lo que al menos pretenda situarlo dentro del ámbito de lo admisible.  De hecho, como observamos, lo que no proviene de la tradición o lo metodológicamente comprobado a lo sumo le puede corresponder el exotismo de lo “multicultural” o a lo sumo raro, acepciones que en nada se corresponden con la seriedad occidental.

 

Preguntamos ¿Qué significa la seriedad del intelectual? ¿Está dada sólo por un riguroso aparato crítico y abundantes citas en lenguaje original? La única seriedad que queremos y buscamos porque no tenemos es la del compromiso con el hombre latinoamericano con su ser y su verdad (Cerutti, Horacio, 2005, p. 299)

 

A esto es lo que reacciona, o lo que en verdad se va gestando ante tanta predeterminación, o arbitrariedad, en un ámbito en donde supuestamente se pregonara lo contrario, tal como el claustro universitario. La institución de características perversas, al alentar vientos libertinos que no dejaba circular dentro de sus propios edificios de estilos medievales, se vio asediada por la necesidad de una mayor apertura, aumento de población y cambios de paradigma, que a nivel político-filosófico se coronan con la llegada del Marxismo, como antídoto, como reacción, como mecanismo de defensa, ante la asolación de la híper-presencia de un dios que en verdad, fuera de la universidad, en verdad estaba ausente en todos los lugares y momentos.

El Marxismo irrumpe, además, como el espacio de esa libertad ausente, pero apuntando esa ausencia libertaria de las fábricas, desde el núcleo básico del sistema económico y político, se auto enviste de solución salvífica, pero desde el presidio de máxima seguridad del claustro. La única forma de que esto precisamente no se notara, que siguiera oculto, era que precisamente, naciera como dogma que apuntara a la realización de las libertades (podríamos volver a Hegel, cuando estipula que lo filosófico, sólo puede darse en el ámbito de la libertad política, de todas maneras es una obviedad crasa, que toda la historia es nada más que el dialogo intergeneracional entre un puñado de hombres europeos, avalado, promocionado y sostenido por otro grupo un poco más cuantioso de seguidores o aduladores) posibilitándole a ese proletario que se librara de las esposas del sistema productivo, claro que esta formulación, originada en ese laboratorio con cláusulas aún más atentatorias de las libertades más básicas, nunca sería visto desde esta perspectiva, ese dispositivo de encapsular lo que pueda ser dicho y entendido como verdad, debía salir de algún presidio, por más que discutiera otros sitios de encerramiento de la libertad.

    

“El traslado al ámbito intelectual latinoamericano de algunas de las polémicas que desde los años cuarenta y cincuenta se venían produciendo en el seno del llamado «marxismo occidental» —contrapuesto al marxismo-leninismo emanado del bloque soviético— sobre algunos temas filosóficos, éticos y estéticos, conmovieron cada vez más el ambiente en el que se desarrollaría el marxismo en América Latina.  Por otra parte, el auge que tomaron las posiciones filosóficas críticas del marxismo en diverso grado, unas veces para tratar de permearlo como el existencialismo sartriano y otras para sustituirlo como la filosofía de corte neopositivista, la analítica, el neotomismo, etc., dieron lugar a que el marxismo se situara en mayor medida en el centro del debate intelectual y se expresase de diversas formas como en el caso de su interpretación como filosofía de la praxis desarrollada por el destacado pensador hispano-mexicano Adolfo Sánchez Vázquez” (Guadarrama González, Pablo 2008, p. 35).

 

El terreno por sobre seguro, por más que sean senderos de bosque (como lo metaforizo otro reconocido, por el gueto, o continuador del diálogo intergeneracional que se da en llamar filosofía, pensador alemán) debe atenerse, necesariamente, para sus consideraciones, sus finalidades hipostasiadas, a lo escrito, a lo académicamente aceptado, jamás puede estar navegando en un éter no comprobado como una tradición oral, en lo indeterminado de una danza, de un ritual, de un contemplar un amanecer, consustanciado en el ser ahí, desde lo que se es, con la pachamama o con la madre naturaleza. La necesidad de verdad, de esa verdad ciencista occidental (que nunca pudo arrojar ni un ápice de luz ante el fenómeno más trascedente de lo humano, que es, ¿qué ocurre y porque ocurre la finitud o la muerte?) no tolera, no acepta, no asimila, no absorbe nada que no sea tal como dispusieron sus reglas antediluvianas.         

África y Latinoamericana, sin embargo, colonizados, conquistados por ese occidente reglado y reglamentador, no sólo que vieron imposibilitadas sus posibilidades de que se conocieran sus distintas formas de relacionarse con las primeras y últimas cuestiones de lo humano, sino que tuvieron que deconstruir, decodificar, lo impuesto, asimilarlo y reconvertirlo a su interpretación y con ello reescribir lo que se les había dado, o impuesto como lo que debiera ser.

Como observamos a continuación, las problemáticas, más allá incluso de las barreras idiomáticas y geográficas no dejan de ser similares, sincréticas, independientemente incluso de aspectos etnográficos e históricos, si bien ambos continentes, formaron parte de un proceso que los tuvo igualmente de víctimas ante la irrupción y la dominación perpetrada por la razón iluminada, por los hijos o alumnos de la filosofía universal, lo cierto es que existen ciudades populosas, que históricamente han sido sincréticas (por ejemplo la Primera capital del Brasil, San Salvador de Bahía) y que desde aquellos años de fustigación, propone, en esa convivencia, en ese maridaje o consustanciación entre lo Africano y lo Americano, fenómenos o expresiones culturales que trascienden lo meramente artístico ( ya expresamos la religiosidad, el carnaval, la danza-ritual de la capoeira, o el olodum, como ya manifiesto filosófico aglutinante del orgullo de ser).  

 

“Fanón, desde el ángulo de la dependencia Africana se plantea el problema de la dependencia y el de su necesaria correlación el de la liberación de los pueblos bajo colonización. Planteamiento que transforma la vieja preocupación universal, por lo que se refiere a hombres y pueblos que han entrado en la historia bajo el signo de la dominación colonial. Así lo reconoce ahora el pensamiento, o filosofía, de la liberación, que se hace simultáneamente expresa en nuestros días en América Latina, Asia y África” (Zea, s.f. p. 209).

 

Como expresáramos de lo que se trata en el fondo es de volver a definir de que se trata o que es lo que trata o debería tratar la filosofía.

La definición conceptual de filosofía ha sido inquietud de diversos filósofos a lo largo de la historia, dejando como resultado innumerables concepciones en diferentes contextos y épocas. Cada concepción permite darle un enfoque de acuerdo a la definición que se tenga, no existe una respuesta única y una definición exacta de lo que es filosofía, cada filósofo la caracteriza de acuerdo a sus presupuestos teóricos; es por ello que uno de los principales debates y discusiones tradicionales del ámbito filosófico es su definición. Es pertinente dedicar un espacio para conceptualizar el término filosofía. Para el presente trabajo se asume la perspectiva de que:

 

“La filosofía es el arte de formar, de inventar, de fabricar conceptos […] crear conceptos siempre nuevos, tal es el objeto de la filosofía. El concepto remite al filósofo como aquel que lo tiene en potencia, o que tiene su poder a su competencia, porque tiene que ser creado” (Deleuze & Guattari, 1993. pp. 8-11).

 

La filosofía como creación de conceptos busca encontrar nuevas maneras de pensar que conducen a nuevas maneras de relacionarse, ver, entender y escuchar el mundo. Con ello se generan encuentros para vivir otras experiencias. La creación de conceptos permite la crítica y al mismo tiempo la creatividad, es decir:

“Los filósofos se pueden clasificar en edificadores (creadores) y sísmicos (críticos); en los dos casos los conceptos se convierten en movimiento y vehiculizan la creación y la crítica; la creación deviene de la crítica y la crítica deviene de la creación” (Pulido Cortés,  2009, p. 96).

    

La creación de conceptos se convierte en una nueva posibilidad, un acto particular y no una designación que limita la sensibilidad y la experiencia propia, no es un concepto dado, tampoco se impone, sino que es el reflejo de un acontecimiento:

“Los conceptos no nos están esperando hechos y acabados, como cuerpos celestes. No hay firmamento para los conceptos. Hay que inventarlos, fabricarlos o más bien crearlos, y nada serían sin la firma de quienes los crean” (Deleuze, & Guattari, 1997, p. 11).

 

O para comprenderlo o asirlo con mayor claridad meridiana:

 

“El concepto no está hecho sino que es una invención del filósofo que se conecta con la realidad, una experiencia que convierte los conceptos en temporales y no en universales, es así como los conceptos no son dogmáticos, ni una imposición. La filosofía se encuentra con la creación, pues este encuentro permite construir nuevos pensamientos que fabrican el concepto para repensar constantemente los acontecimientos del mundo (Mariño Díaz, 2012, p.193)”.

 

Inveterada costumbre, como contradictoria y de resultados inciertos, la de poner, establecer, fijar o determinar el comienzo, el inicio, el punto de partida de la filosofía tal como la venimos entendiendo desde esa inmemorialidad del tiempo. Aporías que se bifurcan en senderos sinuosos, del que nos resulta imposible apartar nuestras pisadas, fijamos en esta exploración, el adentrarnos en la perspectiva, en el camino, sino recurrido o recurrente, de lo poético como disparador, como punto cero, agregándole la exhaustividad, probablemente irreverente de considerar el texto homérico, el primer verso, de la Ilíada como ese instante perpetuo, esa perpetuidad capturada a la luz de lo que consideramos inteligible, filosóficamente aceptable, el dial de la sintonía para este largo, como pretenciosamente sempiterno, dialogo  que establecimos, con el renunciamiento expreso a una conclusión o a elementos concluyentes, pero del que no podemos o no podríamos renunciar a fijarle un principio determinado, específico, que combate ante el desparpajo omnisciente de la incertidumbre del arrojo existencial del que somos parte. Y por ende, al dinamitar ese principio formal, forzado y metodológico, y poder situarla en la poética Homérica, ¿cómo no podemos ubicarlo en la poesía o en la danza africana?, ¿quién y bajo qué vara filosófica, entendida esta como lo argumentados, podrá decirlo que no lo es lo que constituye una filosofía menor en relación a otra, que sólo varía en diferentes concatenaciones de palabras.

 

“Los elementos fundamentales de la función profética parecen ser los mismos en todas partes. En cualquier sitio el don de la poesía es inseparable de la inspiración divina. En todas partes la inspiración lleva consigo conocimiento – del  pasado en forma de historia y genealogía; o de lo que no sabemos del presente, comúnmente en forma de información científica, o  del futuro, en forma de profecías en sentido estricto. Su conocimiento siempre se acompaña con música, vocal o instrumental. La música en todas partes del medio de comunicación con los espíritus. Invariablemente encontramos que el poeta y vidente atribuye a su inspiración al contacto con poderes sobrenaturales y cuando lanza sus profecías, su ánimo se ve exaltado y se aleja del que tiene en su existencia normal. Generalmente encontramos en todas partes un procedimiento reconocido por el medio del cual se provoca el estado profético cuando se desea. Las elevadas pretensiones del poeta y vidente se admiten universalmente, y el mismo alcanza una posición social privilegiada donde quiera que se encuentre” (F.M. p. 120-123).

 

Ese amanecer intelectual de un occidente en donde atardece por necesidad, sedimentó el giro eurocéntrico, pues en Latinoamérica (como espacio no geográfico, sino más bien conceptual, en donde abrevó el continente Africano, básicamente por el tráfico de esclavos) la reacción ante esa opresión, enmascarada en el dios de quiénes impusieron las reglas, sociales, educativas, morales, y religiosas, se dio necesaria e imperiosamente por intermedio del marxismo.

Como podremos observar se dio, y como decíamos, por intermedio de una reescritura, o resignificación, de ese concepto tutelador europeizante, que en ese occidente imponedor, discutía otros conceptos y categoriales con la religiosidad y con lo político, y que se tradujo en nuestras tierras como, revoluciones atestadas de armas y de violencia, pero que paradojalmente siempre recurrieron, tanto en unos como otros (es decir los que estaban a favor y los que estaban en contra) a los sectores más desposeídos, marginales y pobres.      

Dos casos resultan paradigmáticos. Uno sucedió en el Perú, cuando el licenciado en filosofía Abimael Guzmán, decide, inspirado en el fundador del comunismo en su país, el intelectual José Carlos Mariátegui, crea “sendero luminoso”, que no era más que un giro literario invertido, que utilizaba el amauta , para señalar que su país debía seguir el luminoso sendero del marxismo. No casualmente el llamado forjador de la Peruanidad, exclama lo siguiente, al parecer defendiéndose de lo que parece una acusación de eurocéntrico:

 

“No faltan quienes me suponen un europeizante, ajeno a los hechos y a las cuestiones de mi país. Que mi obra se encargue de justificarme, contra esta barata  e interesada conjetura. He hecho en Europa mi mejor aprendizaje. Y creo que no hay salvación para Indo-América sin la ciencia y el pensamiento europeos u occidentales. Sarmiento que es todavía uno de los creadores de la argentinidad, fue en su época un europeizante. No encontró mejor modo de ser argentino” (Mariátegui, 1979, p.22).

 

No continuaremos la búsqueda imposible de razones en la

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Lisanny

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Me encanto la información

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