Viernes 13 de Diciembre de 2024

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  • 20º

ANÁLISIS

3 de marzo de 2015

Menos mal que Platón no hace las listas electorales.

En primer orden reconocer, que al filósofo le fue bastante mal, mejor dicho a Siracusa, cuando en cierto modo condujo sus destinos políticos, igualmente, sentó las bases para Aristóteles, recordando que este fue el formador de Alejandro Magno, uno de los generales y políticos de los que se tenga memoria, a través del discernimiento de la actuación política, mediante el desarrollo de virtudes varias, que deberían ser fatigosamente elaboradas, Platón nos alertó de los improvisados y de los oportunistas en el manejo de la cosa pública. Alguien que ha conseguido al menos, vencer la finitud y trascender miles de años, merece una lectura, aunque más no fuera a la ligera. Finitud que al parecer les interesa y mucho a los actores de la política local, quiénes “no dejan de ser” o “son siempre los mismos” endilgándoles como apotegma quiénes permanecen por fuera de un sistema que no deja de ser cerrado, generando o acrecentando el valor de lo democrático en sí misma.

Sí uno interesado en la política vernácula, entrega preciada o desperdiciado tiempo al analista con información calificada, al de la radio con la última buena nueva, al amigo o compañero de trabajo que llega con el dato informal o de color, lo comenta con el o la compañero/a de vida, si se pasa leyendo las cuentas sociales de políticos y candidatos, del comentario, del comentario de fulatino que escribe por con una x y escenario con h y sin s, podría también sumergirse un ratito, aunque más no fuese, en Platón, mucho no, porque marea, tal como las bebidas espirituosas que solo son disfrutables en su justa medida y bochornosas en exceso.

Sobre todo, si en tiempos de plazos electorales, donde los plazos apremian, y enloquecen a los que se juegan su ingreso o continuidad, están minados de datos numéricos, como sí la política fuese una cuestión matemática.

Vendría ser, ¿Cuánta gente metió fulano?, sin contar que para ello, supongamos, cobra hace 6 años un sueldo, de 40.000, más una plantilla, de 10 personas que puede designar por un monto de 5.000  cada una, más los gastos cubiertos de infraestructura, es decir, teléfono, computadoras, impresoras y nafta, aunque con vehículos incluidos, más, 50 beneficios directos por cada año, a razón de 1000 cada uno, en denominación subsidio, beca o lo que fuese, y para ser contemplativos, dejamos de lado que tenga presupuesto a parte para prensa o los favores de amigos empresarios o vinculados al poder. Entonces, sí un actor político con tales dotes, se junta con dos o tres más, tenemos un presupuesto casi millonario en la posibilidad de “juntar gente”, “tener predicamento o influencia o popularidad” o todo lo que el juego de la política evalúa supuestamente, con prioridad, cuando se hace política. De hecho las metáforas son contar costillas y demás imágenes que están más cerca de tratar a esas personas convocadas, como animales o cosas. Muy precario, primitivo y alejado de la realidad, pero las evaluaciones son así en la política, por más que de un tiempo a esta parte, influyan en estas lecturas consultores o analistas egresados de prestigiosas universidades, la cosa difícilmente se modifica, es más probable que dentro de unos años, se llegue a la locura de pedir a la gente de fulano, que se referencia con sultano o que sigue a aquel otro, no sólo que vaya al acto con su respectiva camiseta y bandera, sino que también se tatué en el brazo, o mejor en la frente el nombre del susodicho que apoya. Esta última reflexión no es una exageración literaria, es un temor acendrado dado como deviene este fenómeno. Pero podemos ser optimistas, tenemos la obligación moral, de serlo, y nada mejor que sacarle el polvo, a ciertos libros que sostienen estantes, volverlos al ruedo de lo público, tener sus conceptos dando vuelta, sacarlos de la prisión de especialistas y del encarcelamiento de ciertos profesores universitarios, hacerlos un poco más cotidianos a nuestra realidad, quizá nos sorprendamos, probando con la receta de este abuelo, sabio y conocedor como pocos de la cosa pública y de la política, al que los tipos con poder circunstancial, deberían, al menos echarle una miradita.

 (Platón Libro VI de la República)

Imagínate que respecto de muchas naves o bien de una sola sucede esto: hay un patrón, más alto y más fuerte que todos los que están en ella, pero algo sordo, del mismo modo, corto de vista y otro tanto de conocimientos náuticos, mientras los marineros están en disputa sobre el gobierno de la nave, cada uno pensando que debe pilotar él, aunque jamás haya aprendido el arte del timonel y no pueda mostrar cuál fue su maestro ni el tiempo en que lo aprendió; declarando además, que no es un arte que pueda enseñarse, e incluso están dispuestos a descuartizar al que diga que se puede enseñar; se amontonan siempre en derredor del patrón de la nave, rogándole y haciendo todo lo posible para que les ceda el timón. Y en ocasiones, si no lo persuaden ellos y otros sí, matan a éstos y los arrojan por la borda, en cuanto al noble patrón, lo encadenan por medio de la mandrágora, de la embriaguez o cualquier otra cosa y se ponen a gobernar la nave, echando mano a todo lo que hay en ella y, tras beber y celebrar, navegan del modo que es probable que hagan semejantes individuos; y además de eso alaban y denominan “navegador”, piloto y entendido en náutica, al que sea hábil para ayudarlos a gobernar la nave, persuadiendo u obligando al patrón en tanto que al que no se hábil lo censuran como inútil. No perciben que el verdadero piloto necesariamente presta atención al momento del año, a las estaciones, al cielo, a los astros, a los vientos, y a cuantas cosas conciernen a su arte, si es que realmente ha de ser soberano de su nave; y, respecto de cómo pilotar con el consentimiento de otros o sin él, piensan que no es posible adquirir el arte del timonel ni en cuanto a conocimientos técnicos ni en cuanto a la práctica. Si suceden tales cosas en la nave… ¿No los persuadiremos de algún modo de que semejante pintor de organizaciones políticas es el filósofo que les alabábamos entonces, cuando los irritaba que pusiéramos en sus manos el estado?

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