“La muerte de las pasiones políticas – y su reverso, el auge del apasionamiento ciego-lejos de hacernos más conscientes de nuestro propio destino pueden convertirnos en sujetos pasivos, sometidos a las decisiones de los profesionales de la política, siervos a su vez de las elites del poder, que se han constituido en los santones de una nueva dirección especializada de las conciencias en la medida que controlan la fabricación y la distribución de la información” (Alvárez-Uría, F. Filosofía y Sexualidad. Pág 94. Anagrama. Barcelona. 1988).
Tal como aquel que entre pitada y pitada, goza de la bocana que lo va sentenciando a múltiples posibilidades de males varios, los jinetes de lo democrático, creen estar disputando una de las tantas carreras que dan rienda suelta a un shock de adrenalina y éxtasis, cuyo costo estamos pagando todos, y en nombre de lo electoral, de la meta que disfrazan de institucional, convocando a la ciudadanía, en oportunidades varias para que sean parte de su gozo jactancioso de gobernar o de estar montados, por encima, teniendo a la comunidad “patitas al hombro”, nos hacen consumir, frenéticamente, el sistema mediante el cual nos organizamos política y socialmente. En nombre de este adictivo ejercicio, de ver que sobre metemos en la urna, o botón apretamos en la pantalla, cada vez las facciones, se mimetizan, se hacen indiscernibles, para que la opción que la ciudadanía tenga que tomar, sea casi un capricho del destino, una decisión nimia, casi inercial, un acto obligado por tal condicionamiento. Bajo la presente circunstancia es de estricto cumplimiento que flagelos como las drogas, la violencia desembozada, canalizada por intermedio de un recital de música, un partido de futbol, o cualquier acto delincuencial, sean más que moneda corriente de una clase gobernante que tiene la cabeza puesta solamente en el adictivo juego de quién gana una elección.
Sería propicio que los diferentes frentes, que participarán, ofertando candidatos a gobernador, en verdad los dos que gobiernan, la provincia como municipios populosos y que polarizarán, con sus respectivos ejércitos de asesores y equipos técnicos se comprometan a llevar a cabo un debate político y público, en donde se esgriman las principales propuestas o modelos de provincia, que tienen en carpeta. Esto además alumbrara una luz en un cono de sombras, donde podría ingresar la campaña electoral, en un cruce sin igual de “carpetazos” de operaciones y filtraciones de prensa, en donde perdamos todos los que vivimos dentro del actual sistema social y político. No son tiempos para blandir, liviana y sardónicamente, dedos acusadores que pretendan que tal señalamiento se hace en nombre de estar en orden y en regla, ni mucho menos para entrar en infantiles juegos para saber quién es más o menos responsables de determinados procederes sospechados. Se apela a la grandeza de los hombres de la institucionalidad correntina.
No hay país democrático si no hay una cultura democrática, es decir, si su gente no es democrática.
Capítulo "Baéz". Habla acerca de lo que necesita Corrientes.
En una nueva demostración, o de lección de realpolitik, el gran maestro ajedrecista, deja ver su magistral gambito para que el poder no se le escape a su equipo político que lidera con comodidad. Sí bien sus opositores, le hacen el camino fácil (para que usted sepa cómo trabaja para dividir la oposición, cuando asomó el más peligroso de todos, rápido mando a cruzarlo a uno que ahora, como antes, es aliado, en fechas electorales y en jugadas poco claras pero muy renovadoras) y guiados por la estrella del cualquiercosismo, del deseo de llegar por las luces de la carroza, suben a la estelaridad a la profesora trucha, quién se pusiera el traje peronista desde la sábana conyugal del astuto liberal, multiprocesada y símbolo de la corruptela, al profe de básquet y su banda, quién tendrán problemas, como ya los han tenido, los intendentes de la Perla del Paraná y el gran Roger, muestra cabal de que el poder se construye, que no puede ser una coyuntura, simple deseo arribista de vanidosos que destratan a los que piensan, esos hacedores de la nada, de estos castillos de arena, que cuando sucumben, sólo sirven para volver a aferrarse al statuo quo, darse la vuelta y pedirle por favor, al gran señor, que ponga a quién considere, porque le dejaron servida, por un turno más, la provincia, esta vez, como otras, sin siquiera salir de la cancha.
Dando Voz, a los que no tienen voz. Capítulo "Huesito".
Tras siglo y medio de la mal llamada “invasión Paraguaya” a la provincia de Corriente, donde el presidente Argentino hará escala (¿para anunciar a Gustavo Valdés como reemplazante de Ricardo Colombi?, de quién se pretende diferenciar Horacio Cartes, pues el artículo 229 de su Constitución le impide reelección) y posterior captura de un puñado de mujeres de la alta sociedad, sin embargo, y como es costumbre en nuestra apostatada clase “progresista” se llega tarde y mal a los planteos de envergadura que se precisan para reconstruir los lazos de una historia que nunca nos perteneció. El papa Francisco (Argentino), tras décadas de fragorosa lucha de los Armenios, valido la denominación de “Genocidio” a lo que se perpetro a los pies del simbólico Monte Ararat, e inmediatamente recibió la queja Turca, en algún momento, se debería establecer mediante un proyecto institucional que lo sucedido en la guerra de la Triple Alianza, fue ni más ni menos que el genocidio Guaraní, del que como correntinos, hemos sido más víctimas que victimarios.
Yo declaro que la justicia no es otra cosa que la conveniencia del más fuerte. La República. Platón.
“El argentino, a diferencia de los americanos del Norte y de casi todos los europeos, no se identifica con el Estado. Ello puede atribuirse a la circunstancia de que, en este país, los gobiernos suelen ser pésimos o al hecho general de que el Estado es una inconcebible abstracción; lo cierto es que el argentino es un individuo, no un ciudadano…El Estado es impersonal: el argentino sólo concibe una relación personal. Por eso, para él, robar dineros públicos no es un crimen. Compruebo un hecho; no lo justifico o excuso. (Borges, J.L “Nuestro pobre individualismo”, Otras Inquisiciones. Pág. 59-60. Emecé. Buenos Aires. 1996).
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