ACTUALIDAD
23 de diciembre de 2016
Espasmo Democrático.
A casi cinco siglos del teorema de Guicciardini. Razones del "Cada pueblo tiene el gobierno que se merece".
De acuerdo a lo que plantea el investigador Joaquín Meabe en su artículo “El Teorema de Guicciardini y la Anatreptika Política” un 26 de Diciembre, pero de 1525, le escribía este último a su amigo, Nicolás Maquiavelo una misiva, en donde el párrafo clave, que determinaría la existencia del teorema político, reza de la siguiente manera: “Si nos sucede algo adverso, no podremos decir que nos han quitado el dominio supremo [para decidir], sino que vergonzosamente se nos escapó de las manos”.
Meabe, propone un creativo como arriesgado razonamiento, que da a luz al teorema, infiriendo que Guicciarnidi, reconoce que no se puede alegar propia torpeza, entendiendo la voluntad general en esa instancia en donde cede soberanía, y que alumbra la representación legitimada, como la responsable, primordial, de esta cesión, y más luego, de los excesos que los representantes pudieran cometer en nombre de esa representación asumida, sin ánimo o espíritu de control, seguimiento o de vocación de interdependencia útil entre representantes y representados, sino en una victimización dentro de una lógica de amo-esclavo. Bajo este principio se entendería mejor el adagio de “Los pueblos tienen los gobiernos que se merecen” que no casualmente, fue expresado por otro Italiano José de Maistre (1753-1821).
Explica Meabe, pedagógicamente, el teorema; “Con extraordinaria sutileza Guicciardini diseña un escenario en el cual la regla, para cualquier trama de acciones políticas que involucra al conjunto de individuos que solo tiene licencia para conceder o permitir algo al detentador de autoridad política, es la prevención a la hora de retener el remanente de control que concede legitimidad y que, por ende, autoriza a aquel detentador de autoridad gubernamental (o a los que monopolizan los medios para obtenerlo) a apropiarse de esa porción de soberanía que luego lo habilita para realizar en su nombre los actos de retención o búsqueda de los aparatos de poder. La excepción, es la imprevisión del conjunto; y de ella se sigue, para Guicciardini, la pérdida, por negligencia, del dominio para decidir el propio destino en relación al gobierno y para lo cual hoy utilizamos el termino soberanía “.
A los efectos de respaldar su original planteo, nuestro autor, da un par de ejemplos que bien podrían ser los de cualquier país o ciudad occidental en los últimos 30 años. La novedad que suscita el planteo, es la responsabilidad de la multiplicidad en la que se constituye el soberano, es decir, todos y cada uno de nosotros, que probable y posiblemente, cedamos nuestra soberanía, nuestro poder, casi con desdén, con desprecio, como sacándonos una carga, que es en verdad el propio peso de nuestra libertad. De esto mismo se nos está alertando, invirtiendo la responsabilidad en la doble vía del representante-representado y suscribiendo aquello que afirmaba el asesinado Presidente Kennedy de “Piensa en que puedes hacer por tu país y no que puede hacer tu país por ti”.
La existencia del teorema, nos insta a que pensemos de qué manera, podemos generar instancias de señalamiento, de advertencia o en verdad, de marcar conceptualmente, que estamos cediendo nuestro poder, no porque no tengamos otra posibilidad o se nos obligue, sino porque consideramos que en tal elección que hacemos, tenemos la expectativa de tener una comunidad mejor.
Las democracias en sus formas o manifestaciones deliberativas o participativas, podrían ser un canal, de hecho lo son en la actualidad, pero brindan la sensación que no alcanzarán a cubrir, a compensar, a contener tanta decepción, estructural y crónica generada por todo lo incumplido y prometido por lo democrático.
La posibilidad de que votemos, es decir que cedamos soberanía, no a representantes sujetos, sino a proyectos o propuestas, que puedan ser, más luego, llevadas a cabo casi maquinalmente (metafóricamente, no por proponer un endiosamiento de la ciencia ni mucho menos, sino para evitar el individualismo o la individuación en exceso en la representatividad política) bien podría ser una alternativa a explorar más temprano que tarde.
Acendrar en lo colectivo, para equilibrar tanto individualismo en la sociedad, podría ser un punto de partida que a todos nos encuentre prestos a contribuir para tamaño cometido.
En todos los ámbitos en donde posemos el análisis, daremos cuenta que todos y cada uno de los que esto lean (como forma de hacer expreso el privilegio que se tiene al haber sido educado, tener el tiempo, como las ganas de leer un artículo de política, poder reflexionar sobre el mismo y que se genere algo a partir de todo este circuito, a diferencia de millones, tan humanos como nosotros lectores que luchan por sobrevivir y no caer ante la falta de alimentos) podríamos empezar a salir de nuestros recintos de seguridad, nuestras pequeñas zonas de blindaje, nuestros guetos, en donde ejercemos, paradojalmente, en la mayoría de los casos, un poder absolutista y arbitrario, para enfrentarnos a lo incierto que nos puede devolver la imagen de una construcción colectiva, pero que sea mucho más auténtica con nuestra razón deseante.
Sí en el medio de comunicación, siempre se publica la misma pluma, se difunde la misma voz, sí el comunicador, siempre cita a los mismos, insistiendo en variaciones sucintas, si el docente, no revé o repiensa su catedra, sino asimila los cuestionamientos como los aburrimientos de sus educandos, sí el trabajador no se cuestiona la verdadera razón de su trabajo pudiendo determinar el límite entre abundancia y necesidad, sí seguimos dejando de lado la prioridad de lo político, para que pase toda la política, por lo secundario de quién la administrara, si el rubio, el morocho, la lesbiana o la mujer (como si estas caracterizaciones de lo humano, hayan servido alguna vez para otra cosa que no sea desatar conflictos innecesarios), seguramente que el teorema se cumple a rajatabla. En nuestra reinterpretación del mismo, nos sirve para afirmar, razonada y argumentalmente, que cada pueblo tiene el gobierno que se merece. Lo lógico es que nos quejemos, como lo hacemos, podríamos inferir, finalmente, que como corpus social, somos como el perro de Pávlov, reaccionamos al estímulo, por reflejo condicionado, espasmo democrático en este caso.
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