ANÁLISIS
13 de septiembre de 2015
Prometen explosión.
Se abre un período hasta las elecciones de 2017, en donde se agudizarán los análisis, posicionamientos y perspectivas, de quiénes serán los que disputen un nuevo turno de poder en la provincia. Sí bien, algo tendrá que ver (probablemente bastante) sí el Presidente encuentra el timón de la embarcación Argentina, muy poco podremos hacer los que desde una provincia del norte (con sus falencias estructurales y “culturales”) representamos algo más del 2% del padrón nacional, y casi el 45% de índices de pobreza y el 70 % de dependencia estatal; por tanto los popes de Cambiemos, visitantes ilustres del oficialismo gobernante, muy acertadamente pronosticaron una "Explosión", de la obra pública, claro está. Lo extraño del caso es que tras las explosivas declaraciones, los funcionarios junto a sus correligionarios Correntinos, presentaron la Mesa Cambiemos, donde no estuvo el Ministro de Obras Correntino, Aníbal Godoy, en la actualidad el único hombre del peronismo que tiene en firme Colombi para una próxima vicegobernación.
Cuando uno recurre a literatos o filósofos para intentar dar cuenta de la realidad política o social de una provincia, no lo hace porque le interese demostrar nada a nadie, o porque pretenda darle utilidad a lo supuestamente inútil, simplemente es un ejercicio asociativo que refleja que lo acontecido o lo que pueda acontecer, ya ha sido pensado, imaginado, vivenciado o padecido por nuestros predecesores en la vida.
Aquello que ha quedado en los anales de la humanidad, como teorías, dogmas o libros, es porque aún pueden ser marcos referenciales para saber dónde estamos parados en cualquier ámbito de la vida.
Es imposible determinar que vota un ciudadano en una elección, sí se pueden arriesgar hipótesis o citar reflexiones de quiénes se consagraron a nivel internacional en el mundo del pensamiento (en el fondo tratar de discernir qué y porque elige, quién elige, es pretender abrevar en los misterios más profundos del universo).
Milán Kundera, un novelista y pensador político en su texto “La Ignorancia” revela: “La época no hizo más que brindar a la gente la ocasión de poder satisfacer sus más diversas necesidades psicológicas: la necesidad de mostrarse no conformista; o la necesidad de obedecer; o la necesidad de castigar a los malos; o la necesidad de mostrarse útil; o la necesidad de avanzar con los jóvenes hacia el porvenir; o la necesidad de formar una gran familia”. Uno dirá ¿Toda una cita y un autor para concluir en una obviedad como la de exclamar que todo pasa por formar una familia? Precisamente la clave pasa por vivenciar el proceso, no los finales, el quid de la cuestión es el mientras tanto, no la llegada, el sentido de la vida está en el momento en que no se lo sacamos y cuando no lo preguntamos, no es ganar o perder, es simplemente competir. O como le gusta decir al gobernador en relación a lo electoral, no es una carrera de velocidad, sino de resistencia (En México, los políticos de allí también exclaman, es como dice la ranchera, “lo importante no es llegar primero, sino saber llegar”).
Este periodo que se abre, que dimos en llamar intrigas palaciegas, que va más allá de lo electoral, redundará en pulseadas en los corrillos, en dimes y diretes, operados por medios de comunicación varios y por comunicadores prestos a hacerse sus agostos (incluidos los que bonachonamente hasta se ganan espacios en listas electorales, chistes y risas mediante).
No serviría de nada que simplemente recordemos lo que Enrique VIII hubo de decir a sus cortesanos; Cuídenme de mis amigos, que yo me encargo de mis enemigos, sin siquiera dejar al menos una intención, un consejo, una gestualidad, hacia quiénes continuarán o serán nuestros gobernantes. Lo dejamos en manos, articuladas para la gestión o la monumental obra de una de nuestras prosas más grandes de nuestra Latinoamérica:
“Tú eres un hombre con debilidades e inseguridades. Te miras en los espejos y no ves lo que los demás dicen ver en ti. Vas a morir este mismo año, pero tus espejos reflejan a un joven de dieciocho años, perfectamente peinado y rizado, depilado y perfumado, que todas las mañanas se acaricia el cuello para no hallar, ni siquiera al despertar, la más mínima cerda allí. Te has propuesto ser perfecto las veinticuatro horas del día. Tu cuerpo, sin embargo, no es sino una metáfora de tu espíritu. De niño te ha inquietado, a veces hasta el límite de la pesadilla, la separación del alma y del cuerpo. Vives con esa división, no la concilias cabalmente, te adormeces a ti mismo para creer que ambos son uno solo; más te basta mirarte en un espejo, a sabiendas de que refleja una mentira, para saber que no es cierto. Ese reflejo es otro. Y ese otro también está dividido, sino entre carne y espíritu, sí entre pasado y presente, apariencia y realidad. Vas a cumplir cincuenta y siete años. En el espejo ves a un muchacho de dieciocho (El Naranjo, de Carlos Fuentes) .
PD: En la antigua y poderosa Roma, cuando los generales volvían victoriosos de una campaña, solían celebrar sus triunfos con una marcha por las vías principales de la ciudad. Montados en una cuadriga, recibían las aclamaciones del pueblo hasta la llegada al Senado.
Si además de generales eran emperadores, un esclavo los acompañaba en el vehículo donde, sosteniendo la corona de laurel, cada cierto tiempo recitaba junto al oído la frase ¡Oh, César, recuerda que eres mortal!
Era la manera de recordarles que sus éxitos militares no debían inducirles a creerse dioses.
Los hombres de poder, que generalmente temen a quiénes no tienen ese poder, los alejan, los rechazan por creer que son enemigos naturales de esos que están afuera, producto de que ellos están adentro, que nada quieren saber con los que apartan de sus repartos de erario público, sin embargo y paradojalmente, terminan “asesinados políticamente” operados mediáticamente, o en el fango de la intriga, dañados seriamente, por parte de quiénes hasta segundos antes tuvieron a lado, sea como aliados, como abonados o servidores de los festines del poder, el obnuvilamiento y el trabajo de seducción de los que se presentan como leales, les impiden ver que la única forma de salir airosos, es cada cierto tiempo, desplazar a un determinado grupo de beneficiados o privilegiados por el calor del poder, para que ingresen otros, que han permanecido en el frío solaz de haber ladrado a la luna, para que a su vez, estos generen referencia con otro grupo de personas y de tal manera, reciclen el círculo indispensable de legitimidad en el vínculo entre políticos y la gente.
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