La actividad política que tienen el derecho de ejercer los ciudadanos por libre voluntad, encuentra en la rentabilidad concreta y efectiva que pueden pretender obtener estos, una aporía que debe ser, necesaria y urgentemente abordada.

Desde el principal partido político, en relación que se encuentre al mando del gobierno nacional, La libertad Avanza, su líder y hacedor, el presidente o economista, tal como se gusta definir, Javier Milei, entiende y nos hace entender que el ser humano en cuanto tal, persigue natural y performativamente un interés económico, de neto corte acumulativo, para en la libre competencia de su individualidad, poder realizarse, bajo intereses que devengan en espirituales, patrióticos, financieros, monetarios o los que fuere y que para ello, la función del estado, principal y fundamental, es la de garantizar la libertad, en su sentido lato, para ello.

Toda regulación que implique una valla o escollo, debe ser eliminada a los fines de una posición filosófica muy clara, independientemente de que estemos o no de acuerdo con ella.

Dentro de los pasos, incipientes que va dando La Libertad Avanza como partido político, las acciones se suceden y surgen aspectos a ser considerados, recordemos que Milei se hizo del poder, mediante un espacio “contratado” de allí una de sus fortalezas de que arribó desde afuera, al corazón de la casta, para desarticularla o detonarla, tal como jura y perjura sin vacilar.

No sólo cierto periodismo o la opinión pública, se fija en el armado electoral, es decir los candidatos que unge o propone la novel agrupación política del presidente, cómo si se tratase del único aspecto en el que un partido debe encargarse u ocuparse, cuando en verdad es uno más de tantos.

El financiamiento de los partidos políticos, siempre ha sido un tema áspero y dónde la claridad se escapa. Proponemos, para brindar un nuevo abordaje al mismo tema, sin caer en las confusiones harto reiteradas, analizar una cuestión concreta y específica para de allí poder arribar a la cuestión general o nodal.

En el artículo 5 de la ley de financiamiento de los partidos políticos se establece que “El estado contribuye al normal funcionamiento…para con tales aportes realizar las siguientes actividades…desenvolvimiento institucional…” Dentro de este inciso, claramente se encuadra la actividad que realizan en la jornada electoral los fiscales de mesa, generales y encargados de escuela, para custodiar la elección. Como todos sabemos es una actividad, que demanda, cómo mínimo más de 12 horas (lo que dura el comicio al iniciar y hasta el cierre para el posterior escrutinio provisorio en cada mesa de cada escuela) en un solo día, sin reparar en la capacitación previa (también contemplada en la ley 26.215, en su inciso b del mismo artículo citado) con el consabido traslado al lugar por parte del participante y la ingesta de bebida y comida que naturalmente debe realizar una persona humana en un período de más de 12 horas.

Más allá del número, para graficar la inversión que debe realizar un fiscal, lo cierto es que realiza, precisamente, una inversión de su tiempo, de su energía, de su disposición y obviamente, una inversión económica, para cubrir su traslado y su alimentación. Independientemente de las razones individuales, que lo lleven a realizar tal actividad (es decir un interés altruista, político, patriótico, abstracto) también podría ser que pretenda un interés transaccional y no por ello, debe ser catalogado de una u otra manera en el concierto de que la finalidad de todo ser humano, es precisamente el libre ejercicio de los intercambios por un interés.

Tras el recupero de la democracia, en plena primavera alfonsinista, cuando se declaraba a la jornada electoral, una fiesta de la democracia, se dispuso una costumbre, de “enviandar” a los fiscales, con sándwiches y comidas, que eran distribuidas por los partidos políticos, a cada uno de sus “militantes” o participantes.

Hasta la fecha, y tras tantas elecciones, con la consabida distorsión de la política, tanto de sus fines y procedimientos, la militancia o participación política “rentada” fue cuestionada y objetada, al punto que para algunos, es un valor indiscutible el hacer política, sin pedir nada a cambio.

Esta idea, muy romántica por cierto, se da de bruces con el principio libertario, de que todos los humanos perseguimos un interés que en todo caso y en última instancia es económico. Es decir, una cosa es que un fiscal no quiera ni pretenda, llevarse una diferencia económica concreta por trabajar en la elección, tanto en la campaña como en el día electoral, y otra cosa es que se desconozca, que tal intención no es más que una inversión que esa persona, hace y puede hacer, para tener un país mejor o un estado que le saque las sogas que lo atan para realizarse mediante el ejercicio libertario de la disposición de su vida, para mejorarla.

Ningún partido político, menos la Libertad Avanza, puede desconocer que los seres humanos que participamos en la sociedad y en la política, nos movilizamos por interés en un sistema capitalista, dónde el libre juego de la oferta y de la demanda, deben ser lo suficientemente claros y lo más libre de regulaciones, para que los resultantes que obtengamos en nuestras transacciones tengan la honra de habernos ganado la nuestra, compitiendo libremente, sin desventajas coercitivas y a sabiendas del “plan de negocios” o lo de que invertiremos para luego decidir en esas condiciones cuánto, cómo y dónde hacerlo.

En términos concretos y sucintos. Se espera de que la Libertad Avanza como partido político, más allá de los candidatos que proponga en los diferentes distritos, termine de una buena vez, con la regulación opresiva de la distribución de las viandas en la jornada electoral. Este sistema, siempre ha sido un “kiosco” de referentes políticos, que compran la peor comida a granel, para quedarse con una diferencia por tal transacción, tratando a los colaboradores cómo si fuesen animales, brindando la estética de los presidios u hospicios, lugares dónde sabemos que la libertad esta cercenada. Aquí también se debe desregular. Aquí también se libra una batalla cultural, de no hacer lo mismo de siempre como lo hacen los de siempre y se puede ganar mucho más en términos de sentido.

Sí el partido resuelve, tal como lo dispone la constitución y la ley de partidos políticos, gastar o invertir en compra de alimentos para fiscales el día del comicio (desenvolvimiento institucional) debiera transferir el monto de dinero que le corresponda a cada quién para que libremente se compre su vianda, en el caso de que así lo desee.

Sí el partido resuelve que no usará los fondos que le corresponden (y que salen tanto de la nuestra como de aportes privados) en vez de comprarles, donarles o regalarles esas viandas de la vieja política, les debiera decir a sus fiscales que se lleven su propio alimento.

Lo que sí, y lo volvemos a recalcar, que se diga que no pagaran a los fiscales por el aporte del día trabajado, no debe confundirse con alentar un falso e imposible desinterés. De hecho, debe tener que ver, precisamente, uno de los síntomas más recientes de baja participación o desinterés electoral, estas confusiones conceptuales, que al parecer pueden sonar nimias, pero sí las pensamos, tal vez sean fundamentales.

Por Francisco Tomás González Cabañas.-